Capítulo Veintiuno: Sobre amores y revelaciones

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No me malentiendas, Jack; no es que te olvidé por completo y ya no sentía nada por vos. Sin embargo, evocar tu recuerdo no me aceleraba el pulso, no me hacía sonreír como idiota ni me llevaba a las nubes. Fue ver a Chris ahí y sentir que mi corazón se salteaba un latido, que todos mis dientes resplandecieran y me sintiera dentro de una gloriosa fantasía. Una en la que era una chica normal, una en la que no había estado al borde de la muerte en las últimas semanas, una en la que no habías muerto.

Chris era como un escape de todo eso. Solo necesitaba ver cómo la comisura de su labio se elevaba para que mis ojos centellearan de alegría. No sé, él no era como vos. Ni siquiera podía compararlos, porque no eras algo que se me cruzara por la mente mientras estaba con él.

—Te extrañé, Ale —me dijo él mientras me envolvía en la calidez de sus brazos.

—Yo también —le respondí, cerrando los ojos para aprovechar lo más que pude aquel abrazo.

—¿Para nosotros no hay abrazo, Courtois? Está bien que le des un abrazo a tu novio, ¡pero ahora nos toca a nosotros! Va con amor, Chris —exclamó Carter, divertido. Me solté de Chris tan lento como pude y Carter y Gemma me apretujaron toda. Reí y los abracé también, haciéndoles una señal a los otros cuatro individuos presentes.

—¡Los siete de la Elegida, vengan! —gritó alguien por detrás de mí. Me giré para ver a una pelirroja quien supuse era la fotógrafa voluntaria mirándonos sonriente. A decir verdad, me sonaba muchísimo; pero no sé de qué.

—¿Los siete de la Elegida? Eso me gusta, Nightingale —contestó Nick. ¿Su nombre no era...?

—¿De casualidad no te llamás Cassandra? —le pregunté. Ella asintió, sorprendida porque supiera su nombre.

—Lo soy. ¿De qué me conoces, Alette? —cuestionó a la defensiva.

—Salvaste a mis hermanos de matarse entre ellos hace una semana. Gracias por eso, dicho sea de paso. ¿Y vos de qué me conocés, Cass?

—Rumores —contestó, restándole importancia —. ¿Se ponen juntos para la foto? —nos pidió. Asentí y nos paramos uno al lado del otro sonriendo y haciendo un par de muecas divertidas. —¿Les molestaría sacarse una solos, Carter y Gemma? Son la pareja más tierna del 2016, y esta foto va a quedar increíble en el anuario.

—¿Te molesta? —escuché que le susurraba Gem a Car. Él negó y se separaron de nosotros para sacarse las fotos.

—¡Gracias! Hasta el año que viene. —Reí; había hecho ese chiste por años, y siempre esperaba que alguien riera. Al menos le cumpliría ese sueño a alguien más, ¿no?

Pasamos un rato juntos, contando anécdotas graciosas del 2016 en una de las mesas de la esquina. Mientras Gemma contaba la vez que volvimos a Carter un pitufo, me dediqué a reconsiderar cuánto había cambiado mi vida ese año. Había pasado de ser una chica normal de catorce años a una poderosa maga que salvó al mundo de su destrucción. Había pasado de ser una chica tranquila a haber acabado con la vida de mi primer amor. Había dado mi primer beso, terminado mi primera relación y salvado a mi familia de un secuestro. Estuve al borde de la muerte tres veces, dos de ellas causadas por la persona a quien pude haber amado pero tuve que dejar ir antes de averiguarlo. Me había hecho amiga de personas excelentes y me había reencontrado con las amistades más fuertes que había hecho en mi vida. Vivía una vida de ensueño y, por más de todo lo que pasó, no me arrepentía de ello. Ser la Elegida había sido una bendita maldición, como describió una amiga alguna vez el enorme poder que era depositado en sus manos; manos de las que no me alejaba. Había conocido a gente increíble, gente con la que había roto la pared entre universos y con la que habíamos solucionado problemas de ambos equipos. Y sí, quizás habían secuestrado a mi familia, me había perdido mi fiesta de quince y había tenido que abandonar toda mi vida antigua; pero había valido la pena.

PÉRDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora