Capítulo 2

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— Tú habitación es un caos — dice Sakuma con el ceño fruncido mirando alrededor.

Había ropa tirada por el suelo sobre el buró y el closet, juguetes regados (desde cochecitos y figuras de acción a piezas de juegos de mesa, como dinero del monopoly) Lo único que estaba en orden era la cama donde estaban sentados sobre la cobija azul marino con un león blanco bordado y las almohadas del mismo color.

— ¿Me ayudas a recoger? — pregunto Genda.

— ¿Cuanto tiempo llevas jugando fútbol?— por sentado eso es un "No".

— No hace mucho tiempo— Genda se encoge de hombros — Por aquí no hay academias de fútbol infantil ni nadie con quién jugar así que solo me dedico a patear el balón por la cancha —

— ¿Porque quieres ser portero? — pregunta Sakuma tomando un muñeco con la forma de Wolfverine — Es mejor correr siendo acompañado por el balón y tus compañeros para así anotar un gol — dice moviendo el muñeco para que haga una patada.

— Pero mientras tú estés allá, quién cuida la meta es el portero — se levanta y pone las manos frente a él como atrapando un balón — el guardián del equipo —

— Se ve que lo deseas mucho — Sakuma pone sus manos sobre las del otro — Te ayudaré a entrenar —

— ¿¡De verdad!?— dice el ojiazul sonriendo entrelazando las manos de ambos.

— Si, lo prometo —

[...]

Al día siguiente, después de desayunar, Sakuma fue a casa de Genda.

— Buenos días, señora — saluda Sakuma a la madre de Genda, una mujer bajita algo regordeta, de pelo castaño claro rizado, piel trigueña y sonrisa amable.

— Hola, Sakuma. Pasa. Koujiro está en su habitación — dice haciéndose aun lado.

— Con permiso — veloz como flecha, el oji-naranja sube al segundo piso — ¿Estas lis...?— empezaba a decir entrando a la habitación, cuando una camisa cae sobre su cabeza.

— ¡Los encontré! Ah, hola Sakuma — dice quitando de su amigo la camisa que había lanzado.

— Parece que por aquí pasó un tornado — dice Sakuma — Está peor que ayer —

— Estaba buscando mis tenis y calcetines —

— Su habitación siempre está así de desordenada — dice el papá de Genda, un hombre alto de ojos azules y cabello castaño — Hola, Sakuma —

— Buenos días, señor —

— No me hables de desorden, papá. Tu despacho está igual que mi habitación. Cada vez que una taza entra a ese lugar nunca sale — dice haciendo voz tenebrosa.

— Mmm... Hagamos esto, campeón — se agacha a la altura de los niños — Limpia tú habitación después de comer — le guiña el ojo a su hijo.

Ambos pequeños asienten sonrientes y salen corriendo a la cancha.

— Yahoo, te gané Genda —

— Fue suerte —

— Lo que digas. Ahora a ver si puedes detener mi super tiro —

— Si —

— Necesitás guantes —

— Así estoy bien, no te preocupes — le sonríe.

— Si — dice no muy convencido — ¡Aquí voy!— 

[...]

Sakuma corría y desde diferentes ángulos hacia sus chutes, y Genda hacia su esfuerzo para detenerlas saltaba, se tiraba o acortaba ángulo.

Así pasaban horas divertidos los niños. Haciendo que el campo cobrará vida con sus risas y con el sentir que se transmiten al patear el balón, un hilo invisible los unía, era muy fuerte, no se rompería tan fácilmente.

— Ya no puedo más — suspira Sakuma y se deja caer de espaldas mirando el cielo.

— Yo tampoco — dice Genda y va con su amigo acostándose también.

— Mira los pájaros — dichas criaturas planeaban bajo, tan cerca que, si extendían sus brazos los alcanzarían con facilidad.

A veces alguna que otra pluma era arrastrada por el viento cayendo cerca de Genda y Sakuma que las tomaban para hacerse cosquillas entre sí.

— Si, es bonito — un brillo alegre cruzaba el mirar de Sakuma y su sonrisa adornaba bellamente su rostro. Al pequeño león le cautiva ese gesto — ¿Te gustan las aves?— Sakuma asiente.

— Con mi mamá, cuando vamos de campamento, me gusta entrar en el bosque a mirar a las aves. Una vez encontré un bello pájaro carpintero de cresta roja, estaba haciendo su casa el muy escandaloso— suelta una risita cuando Genda le hace cosquillas con su pluma — Me gusta como vuelan —

— ¿Y que pasa con los pingüinos que no pueden volar?—

— ¡Si vuelan! — se sienta rápidamente — Los pingüinos son geniales, no vuelan en el cielo pero lo hacen bajo el agua, es la única hace que puede hacer eso — Genda sonríe al verlo así de emocionado.

— ¡Jirou, Genda ya es hora de comer!— les grita la mamá de Sakuma, una mujer alta esbelta de ojos marrones y pelo como el de su hijo aunque más opaco.

[...]

— Ahh, estuvo delicioso — dice Genda satisfecho — La carne estuvo muy rica señora —

— Me alegro que te gustará — responde la madre de Sakuma algo abochornada — Por favor, recojan sus platos y vasos —

— Si mamá — ambos hacen lo que se les pide — Estaremos en mi habitación, mamá —

— Está bien. Yo estaré en el despacho trabajando los expedientes —

Los padres de Sakuma eran divorciados, así que en casa solo eran él y su madre que trabaja de enfermera en una casa hogar para personas de la tercera edad.

— Mira — dice Sakuma sacando un cuaderno azul celeste, abriendo el cuaderno — Este es el pájaro carpintero que ví aquella vez — muestra el dibujo — No llevaba una cámara así que mi mamá lo dibujo para mí y además pude obtener una pluma — pegado con cinta adhesiva junto al dibujo en carboncillo estaba dicha pluma.

— Ahhh, qué bonito — dice Genda tomando el cuaderno.

— Dámelo — dice Sakuma.

— Solo será un momento —

— Por favor, Genda — dice y toma una esquina del cuaderno.

— No seas malo, quiero ver más — Sakuma tira del cuaderno y Genda también.

Ambos tiraron fuerte, rompiendo el bello dibujo por la mitad.

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