Capítulo 3

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El rasgar del lápiz sobre el papel era el único sonido que se escuchaba en aquella alcoba tan desordenada.

— Otra vez... — susurra Genda enojado arrojando otro papel al suelo. No era el primero, alrededor de Genda, sobre el escritorio y a sus pies había un montón de hojas regadas por el suelo, todas arrugadas.

Quería remediar el error que cometió.

— Kouji, ya duérmete. Son las 3 de la mañana — dice su padre entrando a la habitación.

— No quiero — dice y retoma el deslizar de su lápiz contra una nueva hoja blanca de papel.

— Llevas con eso desde que regresaste de casa de Sakuma — dice tallando sus ojos, cansado — ¿Paso algo entre ustedes? —

— Mmm... Rompí, por accidente, un dibujo que es muy importante para él — dice arrepentido dejando de mover el lápiz sobre la hoja.

— ¿Se enojo? — el pequeño sube y baja despacio los hombros.

— Un poco, pero dijo que no importa que un poco de cinta adhesiva lo arregla —
— ¿Entonces? —

— Está triste y yo... Trato de reponerlo —

— Déjame ver — dice y toma un dibujo del suelo — Kouji... Esto es... —

— Muy malo, ¿verdad? — dice riendo nervioso — No logro hacer bien el pico del pájaro carpintero —

— Si, ya veo — «¿Es un pájaro carpintero?» — Mejor duerme, ya mañana lo intentaras hacer mejor —

— Pero...— sin darle tiempo de rechistar el padre toma al chico en brazos y lo acuesta en la cama — No... Quiero... — dice somnoliento, pero Morfeo lo arropó en sus brazos apenas su cabeza toco la almohada.

[...]

6 p.m y Genda seguía dormido. Cuando despertó, pregunto si Sakuma había ido a buscarlo, su madre le dijo que no.

«Entonces si está muy enojado» pensó con pesar. Comió el cena/comida/desayuno y regreso a la habitación a continuar con ese proyecto.

Los días pasaban y la habitación de Genda se llenaba cada vez más de hojas de papel, basura de lápices, lápices completamente gastados y los borradores se iban gastando.

En definitiva no podía recrear el dibujo de forma exacta.

Suspiro rendido, ya era el quinto día desde que comenzó a dibujar, su mano se acalambra y tiene la cara llena de grafito. Cruzó los brazos sobre la mesa y dejó caer la cabeza sobre ellos.

Ahora seguro que Sakuma no lo querra ver nunca más. Sus párpados se empezaron a cerrar, el cálido mundo de los sueños le llamaba y se dejó llevar.

[...]

El timbre sonó en la casa de Genda.
El niño de piel canela iba acelerado. Si se podía, su piel estaba un poco más bronceada y su cabello un poco opaco. Además entre sus brazos cargaba varios objetos.

«¿Porque tardan tanto en abrir?» piensa impaciente considerando volver a tocar.

— Hola, Sakuma, ha pasado rato desde que te pasaste por nuestra casa — dice sonriendo la madre de Genda, que en ese momento traía puesto un delantal rosa y su rostro y manos estaban ligeramente salpicadas de harina para hornear.

— Si. Le traigo un presente, espero que le guste — dice tendiendole una flor grande de cinco pétalos color naranja y con puntas amarillas.

— Muchas gracias — dice aceptando la flor.

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