Novela Bl Estrella Roja Vol.2 Cap 11

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Capítulo 11


¿Quiénes somos? Parte 4


Estoy Maldito


Muchas veces me he preguntado si hay un Dios en el cielo y si lo hay... ¿Por qué mi vida es una mierda?.


Volvía de la inconciencia muchas veces y no era solamente causada por la brutalidad con la que me poseía o como me golpeaba mi padre. Era mi alma, creo que ya se cansó de luchar y mantener la calma, la esperanza en algo inexistente, prohibido para mí. Estoy maldito, esa es la única explicación que tengo.


Siempre que me he atrevido y lo más probable que fuera a punto del desmayo preguntaba- ¿Qué es lo que tienes en la cabeza para hacerle esto a tu propio hijo?, ¿Desde pequeño?, ¿Por qué?- le gritaba mientras mis lágrimas caían y él las lamía satisfecho y embistiéndome una y otra vez.


Nunca lo he entendido. Él lo tenía todo lo que un hombre querría, era exitoso en su trabajo, tenía solvencia económica, era guapo desde una perspectiva física: ojos azules verdosos, cabello castaño oscuro y un cuerpo entrenado, culto y un montón de cosas que muchas mujeres jóvenes o de su edad anhelan pero también tiene esa mirada siniestra, esa perversión, esa brutalidad y sadismo; es como si todo lo que demuestra en su exterior solo fuera una broma de mal gusto, una forma muy sarcástica de la vida de envolver un alma tan oscura y podrida... Así que siempre he pensado que la maldad más pura estaba escondida en las cosas más bonitas y brillantes.


Nadie desconfía de una sonrisa cálida, de un abraso tierno, de un acto cortes, de una palabra amable. Nadie desconfía de un ser hermoso y brillante y si nadie desconfía, nadie tiene que preguntarse. ¿Por qué?, ¿Cómo?, ¿Cuando?, ¿Donde? O cuestionar cosas.


La verdad al fin y al cabo es como la belleza, es relativa a la vista de quien lo observa y mi conciencia y mi capacidad de razonamiento son como olas y simplemente me dejo llevar.


No hay orilla para un náufrago como yo. No hay tierra ni agua y muero de sed rodeado de agua y mis heridas se cuecen por la sal del mar y el calor. Dios. En tu infinita misericordia, mándame lluvia, como la que cae por mi ventana, para matar esta sed, limpiar mi espíritu y tal vez ahogar mi cuerpo y tras imaginar lo grandioso que sería todo aquello mi conciencia me arrastró a las profundidades del agua oscura, donde no existía ni una sola luz que iluminara mi camino y las olas habían sido reemplazadas por corrientes que me absorbían y arremolinaban en su interior.


Definitivamente estaba maldito. No sé cuánto tiempo pasó pero desperté en el suelo. Estaba desnudo y era incapaz de moverme un solo milímetro pero era algo bueno, el frío era bueno para refrescar el calor que emanaba de mis heridas. Había estado inconsciente mucho tiempo. 


Quería ser capaz de pararme, quería ser capaz de correr lejos y olvidar todo, adentrarme en el bosque y ser devorado por algún animal salvaje que se dignara con acabar con mi vida. O correr hasta un acantilado y tirarme al lago.

Intenté arrastrarme hasta el baño y prender la tina y llenarla de agua helada. Tal vez si no podía morir ahogado, podía morir de alguna trágica enfermedad pero mientras ponía lo último que me quedaba de mi alma en ello y dejaba tras de mí una estela sangrienta mientras mis heridas se iban abriendo y raspando más, unos grandes brazos me atraparon y me aferraron a él. Mis cinco centímetros de libertad habían desaparecido una vez más.


- ¿Adónde vas pajarillo?. Me dijo dándome un beso en la frente mientras yo temblaba lleno de pánico en sus brazos.


- Porfavor no más. Te lo suplico. Haré lo que me pidas, me portaré bien pero porfavor no más, me voy a morir...- lloraba desesperado completamente lucido, más que nunca.


- No te preocupes. Tengo que curar tus heridas una a una y en el estado en el que te encuentres serás incapaz de hacerlo con cualquiera en un buen tiempo a no ser que quieras desgarrarte más.


Entré pánico cuando vi la sangre que manchaba mis piernas, esas no eran a las rojas de libertad.


Era la prueba tangible de mi desdicha, mi perversión. Mi flagelado y sucio ser. No pude controlarlo, el asco, la rabia, la impotencia removían todo dentro de mí y mi aliento se escapó cuando me paró frente al gran espejo de mi cuarto y se paró frente a él.

- Mírate. Mírate bien y guarda esta imagen en tu mente. Esta es tu verdadera naturaleza, esto eres tú. Sucio, manchado, mutilado, solo existes para satisfacerme, ese es tú único propósito en la vida y si alguna vez tuviste sueños de libertad, sigue soñando. Yo te di la vida, solo yo tengo derecho de terminarla.


Mis lágrimas caían en mi rostro sin emoción alguna. Ahí estaban... la sangre entre las piernas, la marca que dejaron los arneses en mis brazos, los mordiscos en todo mi cuerpo, los arañazos en mi pecho y en mi espalda y los dedos de Aníbal en mi cuello tan bien definidos que parecían una pintura. Mi cabello enmarañado y tieso por el semen, mis labios rotos, la sangre en mi cara por el golpe con el cenicero en mi cabeza y lo más importante, la incapacidad aún infame de no querer aceptarlo y no reconocerme en esa imagen.


Aníbal... pensé mientras llevaba una mano temblorosa a mi cuello y acariciaba el rastro que había dejado en mí. La marca...


- Al parecer ahora te puedes mover, así que utiliza tu boca para hacerme correr porque tu culo sigue sangrando.


Se sentó en la cama, se bajó el cierre del pantalón, sacó su miembro y lo puso frente a mi cara. Yo estaba de rodillas, casi incapaz de sostenerme y apoyando mis brazos, que podía jurar que se habían salido de su lugar y me apoyé en él, cerrando los ojos puse su miembro en mi boca y empecé autilizar la poca energía que el último desmayo me había brindado. Solo servía para satisfacerlo... solo servía para satisfacerlo... solo servía para satisfacerlo...Esa frase rondaba por mi cabeza una y otra vez y una vez más me abandoné a la oscuridad. Mi cuerpo seguía moviéndose, seguía succionando su miembro como si fuera mi único propósito en la vida y mi conciencia se escapaba... pero esta vez a un lugar diferente, a un lugar donde Aníbal aparecía frente a mí y me sonreía amablemente, con ojos de la tarde, cálidos, brillantes... Yo corría hacía él, corrí y corrí como nunca pero su imagen se iba alejando cada vez más mientras mis lágrimas caían y no fui capaz de alcanzarlo hasta que la abrupta eyaculación de mi padre me sacó de esa realidad... casi me ahogó, me tiré al suelo y empecé a toser fuerte, casi compulsivamente hasta que sangre, vómito y esperma se arremolinaron dentro de mí y se formó un asqueroso charco a mialrededor, augurando la naturaleza de mi existencia.


No sé bien que pasó después. Solo vi a mi padre pararse de la cama con una severa mirada, caminar hasta el escritorio de mi cuarto y volver con una jeringa con un líquido desconocido y luego de aplicarlo en mí brazo perdí el sentido con la última visión de sus ojos ennegrecidos por la oscuridad.

Estrella Roja Vol 2Where stories live. Discover now