Capítulo 25 - Enfrentamiento.

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— Lucas —

— ¿Qué quieren desayunar? —Pregunté ya en la cocina.

— ¿Es broma, cierto? — Dijo Ángela con una gran sonrisa en su rostro mientras se acercaba con Sebastián a dónde yo estaba.

— No, no es broma ¿Por qué lo crees? — Dije arqueando una ceja.

— No, por nada. — Ángela esbozo una pequeña sonrisa.

— ¿Qué quieres comer tú, Sebas? —Preguntó Ángela.

— Lo que sea, cuando hay hambre todo es bueno. — Sebastián hizo que Ángela riera y asintiera con la cabeza en forma de aceptación.

— Bien, haré unos huevos con tostadas y mermelada ¿Les parece? — Pregunté colocandome el delantal.

— Suena delicioso. — Ángela asintió.

— Por mi está bien. — Sebastián se sentó en una de las sillas del mesón.

— ¡Perfecto! — Dije y sonreí falsamente.

— Iré a despertar a los demás. — Ángela salió de la cocina dejándome con el guardaespaldas, osea, su hermano.

Sebastián

Es hora de empezar a sacarle información a este imbécil.

— Así es querida conciencia.

— ¿Por qué estás siendo tan gentil conmigo? — Preguntó mirándome directamente a los ojos al tiempo en que se afincaba del mesón y arqueaba una ceja.

— ¿Por qué lo dices? Tú me agradas. —Dije intentando no poner un gesto de desagrado.

— ¿Seamos honestos, quieres? Dejemos los juegos infantiles, ya estamos lo suficientemente maduros como para hablar como es debido. — Habló serio  y con un tono de voz frío, luego caminó hasta quedar frente a mi.

— No soy idiota. Sé que no te agrado, Lucas, y bueno, digamos que tú a mí tampoco. Así que ¿Vas a decirme qué quieres de mi hermana o tengo que averiguarlo por las malas? — Exclamó eufórico, su mirada desprendía irá.

— No sé que estarás pensando, yo sólo quiero cuidar de ella. — Contesté firme y sin tantas vueltas, ignorando lo demás que había dicho.

— Déjate de buenas impresiones conmigo, hay algo mal contigo, lo puedo sentir. — Permanecía firme frente a mi.

Suspire hondo y me giré para darle la espalda. — Mira, no sé que he hecho para que pienses así, de verdad. — Hablaba mientras sacaba los panes de la bolsa. — Pero jamás haría algo para lastimar a tu hermana, y si he actuado mal en ciertos momentos, lo siento, a veces tengo malos días, sabes, mi padre está enfermo, y eso me da vueltas en la cabeza todos los días, agobiandome.

— Por Dios. — Soltó una risa sarcástica. — No me vengas ahora con lo del padre enfermo y que debido a eso son tus actitudes. — Se alejó, caminó al mesón y se recostó de este cruzando los brazos. — No me creas imbécil, conozco a los tipos como tú, siempre andan ocultando cosas.

— ¿Me estás etiquetando? — Contesté girandome hacia él.

Suspiró furioso. — Sólo digo que no me como nada de lo que me dices, así que, yo que tú, tengo cuidado con lo que hago y digo, y delante de quién.

Sin poder aguantarme más, apreté el cuchillo que tenía en la mano que había agarrado antes para esparcir la mermelada sobre las tostadas. Estaba a nada de girarme e irme encima de él, a punto de cagarla por completo, pero gracias a que Daniel entró a la Cocina no pasó nada.

Cuando Menos Te Lo Esperas.© (Primer libro).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora