Capítulo 29

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Billie.

—¿Ahora estás mejor? —pregunto.

Asiente, y le da un trago a la chocolatada caliente que mamá preparó minutos atrás.

Ahora estamos en el living, ya que mi cuarto es un desorden completamente.

—Gracias —dice.

Sonrío.

—No agradezcas, Sullivan.

—De verdad, gracias. Creí que serías un idiota y te reirías de mí.

—Entonces no soy tan idiota, ¿no crees? —Rio, y ella hace lo mismo.

No había notado que tiene una bonita risa. Vaya... ni que se sonroja cuando ríe. Creo, creo que he pasado por alto muchas cosas.

—¿Esa es tu guitarra? —pregunta.

Volteo hacia el frente, donde la guitarra roja acústica cuelga de la pared, sin cuerdas, claro.

—No. Es de papá, pero como puedes ver, no tiene cuerdas. No sirve.

—¿Tienes alguna que sirva?

—Bueno... hay una en mi cuarto, pero no suelo utilizarla.

Te la presentaría con gusto, amiga. Se llama Blue Jay Armstrong. Vale, no tan así. No la castigaría con un nombre tan estúpido, pero sí... se llama Blue.

Tiene años desde que es mía, pero nunca supe tocarla. No soy bueno con los instrumentos. Ni nada relacionado con la música. Sólo soy el de los que escuchan desde la sombrita.

—¿Sabes tocarla? —pregunta.

Niego.

—Soy bueno para otras cosas. Pero no para la música.

—¿Ni siquiera has escrito canciones? Suele ser divertido... a veces.

Rio. —No. No soy bueno con las letras.

—Entonces, ¿para qué sirves? —pregunta, a la vez que ríe.

Pienso. ¿Realmente soy bueno para algo? Jodiendola sí.

—Soy bueno para ser un idiota.

—Venga. —Rie—. Para algo debes ser bueno.

—No soy bueno para nada. Soy de esos idiotas que no sirven para nada más que para masturbarse.

Hace una mueca de disgusto.

—Bueno, pronto descubriremos en qué eres bueno.

—Si tú dices —respondo.

*  *  *

—Billie —habla Mike.

—¿Qué?

—Voy a tintarme el cabello.

Volteo a verlo.

—¿Te quitarás el rubio?

—Quizá. Aun no me decido. Pero quería saber si querías acompañarme.

—No hay problema, hasta creo que debería tintarme yo también, ¿no crees?

—Sería una buena idea. Asi te quitas ese negro y te pones algo mejor. —Rie.

—Ja ja. Idiota —digo serio—. Como sea.

—¡Billie! —llama mamá, seguramente desde la cocina.

—¡Qué! —respondo. No contesta. Seguro quiere que baje. Demonios—. ¡Ya voy!

Cuando llego a la cocina la encuentro con los brazos cruzados.

Uh, ¿olvidé algo?

—¿Qué pasa, mami?

—Te he mandado a hacer algo, y no lo has hecho —reprocha.

No recuerdo qué debía hacer. Diablos.

—Lo siento, no recuerdo —admito.

Suelta un bufido.

—Debías poner a lavar la ropa. Ahora ve a hacerlo o te castigaré.

—Ya voy. —Maldita sea. ¿Poner a lavar? Qué aburrido.

Voy camino hacia el cuarto de lavado, y cuando llego meto la ropa del canasto dentro de la maquina... como se llame.

Miau.

Bajo la vista a mis pies, donde veo a Zero, el gato de mi hermana, frotarse contra mis piernas.

—Hola, Zero —lo saludo. Maulla.

Le acaricio la cabeza y sigo con lo mio. Porque lavar es tan divertido —notese el sarcasmo—.

—¡Billie! —oigo a mamá, de nuevo.

Miro a Zero. —Quédate aqui, pequeño.

Voy hacia allá, donde veo a mi mejor amigo en la cocina.

—¿Mike?

—Debo irme a casa —dice.

Asiento y me acerco a despedirme. Chocamos puños y luego se va.

—Billie, ¿ya pusiste a lavar?

Ups. Aun no.

—Casi —respondo, y voy directo hacia el cuarto de lavado—. ¿Zero? —lo llamo, y luego de un tiempo no aparece.

Debe haberse ido con Abby.

Apreto los botones que debo apretar y la jodida maquina comienza a funcionar.

Ya he hecho mi trabajo.

Escucho un quejido, pero no le tomo importancia, y subo de nuevo a mi habitación.

*  *  *

—¡Zero! ¡Zero! ¡Dónde estás, Zero!

Abby corretea por toda la casa, al igual que yo. Por obligación de mamá debo ir a buscar al gato. Y no es tan divertido como parece. Ya van más de dos horas, y aun no aparece.

—No está —digo. Mamá suspira.

—Tal vez esté afuera. Seguro luego regresa. De paso, iré a colgar la ropa.

—Iré afuera —digo. Voy detrás de mamá y desvío mi camino hacia la puerta del patio trasero.

Salgo y el frio me hace dar un pequeño respingo. Diablos que hace frio.

—¡Zero! —grito, llamándolo—. ¡Zero! ¡Zer...

—¡Ahhh!

Un grito dentro de la casa me hace voltear. Es mamá. Voy corriendo hacia adentro y vou directo al cuarto de lavado.

—¿Qué ocurre? —pregunto.

Mamá, petrificada, mira la maquina. La miro desconcertado y me acerco. Cuando estoy lo suficientemente cerca noto que algo anda mal.

Hay un bulto entre la ropa mojada.

Oh.

Jodidos.

Diablos.

—¿Zero?

—Está muerto —susurra mamá—. ¿Billie?

Me observa, ahora no tan asombrada.

—¿Te fijaste que no hubiera nada más, además de ropa, en el lavado?

Es mi culpa.

Es mi jodida culpa.

¿Ves lo que digo? Sólo sirvo para joderla.

Ordinary World. [Billie Joe Armstrong] #FueledByPremios2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora