"Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad" Eclesiastés 1:2 RVR 1960.
La clase estaba a punto de terminar. Luego de un fin de semanas en la iglesia me pude informar de las actividades que harían incluyendo lo de San Lorenzo. Pero me olvidé un poco de todo aquello y me enfoqué en la clase del profe Jaime.
Miré a un lado del salón y vi a Mike; al parecer ya había perdido su timidez e hizo su grupo de amigos nerds. Miré hacia el otro lado, y al fondo vi a Joshua, callado, taciturno, con un semblante melancólico en su rostro.
Volví a mirar al frente donde el profe Jaime hablaba.
– Para terminar – Explicaba –, quiero que me traigan para la próxima clase un informe sobre un evento de su vida que lo haya impactado. Y quiero que luego me den un análisis de cómo era su forma de pensar antes y después de lo ocurrido.
¿Un evento que me haya impactado? Esto puso mi cabeza a pensar mucho, podría escribir sobre lo sucedido con Sofía, o lo que pasó con mi ex novio Gustavo, aunque me daba un poco de pena que el profesor leyera algo así, y es que tampoco quisiera recordar aquello.
Explicando esto último el profe Jaime dio por terminada la clase, así que nos levantamos y salimos del salón. Me fui a una de las cafeterías de la universidad, tomé asiento en una de las mesas y encargué algo para desayunar.
Revisé mi teléfono, Perla no estaba conectada, así que husmeé un rato el Instagram. Después del desayuno, todavía me quedaban unos veinte minutos libres para la siguiente clase, así que caminé un rato por la el campus.
Entre unos árboles, en una parte donde no había casi alumnos merodeando de un lado a otro, vi a Joshua, sentado en la grama, al parecer leía un libro. No entiendo por qué este chico era así, me entraba algo de curiosidad, porque he conocido chicos tímidos e inseguros, pero notaba algo diferente en él, en su forma de hablar, en sus gestos, en su mirada... era algo que me inquietaba.
Aunque luché contra mi voluntad, me dejé llevar, así que me acerqué a él.
– Hola Joshua – Me senté en la grama –. ¿Cómo estás?
– Liseth – De pronto dio un respingo –. Pues, sólo leo – Me mostró su libro.
– ¡Ups! Perdón si te interrumpo – Dije.
– No te preocupes, ya iba a terminar el capítulo que leía.
– Ah, claro... eh... – De pronto hubo una lucha interna en mí, reconozco lo muy curiosa que soy a veces, pero también la prudencia era algo que tenía que tomar en cuenta, y por ahora él era el único chico la cual me llevé bien la primera clase – últimamente te he notado muy aislado de todo.
– ¿Aislado? – Preguntó confundido.
– Pues sí, la primera clase me gustó mucho como te expresaste y diste tu opinión en la tarea que había mandado el profe Jaime, pero ya no te he visto intervenir más en clase, ni en nada.
– Mm... – Su mirada melancólica estaba clavada sobre mí – pues, palabras sobran mucho en esta vida, y quizás por eso solamente hablo cuando es realmente necesario.
– Pero ahora estás hablando conmigo, je, je... – Dije, tratando de ser amable. Él esbozó media sonrisa.
– Tienes razón. Me gusta estar sólo, donde hay silencio y paz para meditar, pues eso se convirtió en algo importante para mi vida. Observa – Me mostró su libro, trataba de la meditación –. He venido hasta este lugar para conseguir paz en mi interior, y mientras leo, medito, y relajo mi mente y mis emociones.
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El Dolor que me llevó a tu Camino
Fiksi RemajaAlegre, sabia y querida, esas eran tres palabras que definían a Liseth, una jovencita de dieciséis años con el sueño de convertirse en una gran Psicólogo para ayudar a muchas personas. Siendo hija de pastores, quería servirle a Dios y llenars...