Cadenas (Parte 2)
"No digas: Yo me vengaré; Espera a Jehová, y él te salvará"
Proverbios 20:22, RVR 1960.
Joshua Carvajal:
Era muy pequeño para entender los sentimientos de mi madre. Esto formó en mí algunos trastornos y problemas de personalidad. En la escuela trataba de liberar un poco y hacer amigos, ser un niño normal. Mi vida de estudiante no era nada mal, mi dulce forma de ser me hacía como un oso de peluches y esto provocaba que varias niñas se encariñaran de mí, incluyendo a la maestra. Bueno, no todo era perfecto, algunos brabucones se aprovechaban de mi pacifismo para golpearme.
Mi madre no me apoyaba, me decía que si yo me dejase lastimar por otros chicos, ella también iba a pegarme, para aprender a defenderme, esto generó gran confusión en mí, ya desde pequeño detestaba la violencia.
Lo bueno es que hice amigos que me defendieron de los brabucones. Pero mi madre tampoco aprobó eso, no era posible que tuviera que acudir a otros para defender mi honor. Aunque ella me golpeó, por lo menos en el colegio recibía cariño suficiente para olvidar las extrañas actitudes de ella.
Fue en el colegio un lugar de tranquilidad para mí. Mis amigos me daban esa atención que mamá no me daba, y quería estar a todo momento allí. También traté de dar mi mejor esfuerzo estudiando y la maestra estaba encantada conmigo.
Un día entré a mi casa luego de una larga jornada en la escuela. De pronto, quedé perplejo cuando vi a mi madre sentada en el sofá besando a un sujeto que no conocía. Desearía nunca haber visto esa espeluznante escena. Y realmente a ellos no les importó mucho mi presencia, así que hice como si nada pasaba y entré a mi pequeña habitación.
Después de su escena de amor, mamá me presentó al señor G, un hombre que trabajaba de albañil en una de las casas que ella atendía. No se veía muy joven, a excepción de sus verdes pupilas, y algo relleno. No se mostró muy amable ante mí.
No entiendo cuál era la idea de mi mamá, pero dejó vivir al señor G dentro de nuestra casa. Pues si vivir con mamá era un poco estresante para mí, ahora con un desconocido era aún peor. Pues, aunque comprenderla era difícil, trataba de ser un buen hijo para ganar su aprobación, pero todo se vino abajo cuando ese señor entró a nuestras vidas.
Tenía once años cuando tuve que pasar por procesos difíciles. El señor G trató de hacer el papel de padre pero con un concepto totalmente tergiversado. Ahora era yo el esclavo de la casa. Y el ambiente se ponía más pesado para mí. Pues, a mi mamá no intervenía ante las actitudes déspotas de su nueva pareja hacia mí.
Cada vez más anhelaba pasar tiempo en el colegio y no en esa casa que parecía una cárcel. Y añoraba esos momentos donde vivía yo solo con mi mamá, en una vida sencilla, donde luchaba para demostrarle que era un gran hijo y así hacer que me apruebe, a pesar de que ella no daba demostraciones de afectos hacia su pequeño.
Los fines de semana ambos se iban a fiestas y llegaban en la madrugada ebrios. El señor G me llamaba torpe, idiota, bueno para nada, inútil, y una gran cantidad de ofensas que despertaba en mí emociones de dolor y resentimientos. El maltrato empezaba, al igual que los golpes, el sufrimiento. ¿Qué podía hacer? Sólo era un indefenso chico en crecimiento.
La economía flaqueaba, la situación era difícil y la comida escaseaba. Mi mamá tomó la decisión que el que no trabajase, no comiera, e hizo conmigo lo que consideré la injusticia más grande. Me sacó de la escuela para ponerme a trabajar.
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El Dolor que me llevó a tu Camino
Подростковая литератураAlegre, sabia y querida, esas eran tres palabras que definían a Liseth, una jovencita de dieciséis años con el sueño de convertirse en una gran Psicólogo para ayudar a muchas personas. Siendo hija de pastores, quería servirle a Dios y llenars...