Capítulo 23

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"De Jehová son los pasos del hombre; ¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?"

Proverbios 20:24, RVR 1960.

El silencio cada vez se apoderó de mí hasta quedar totalmente dormida. Debí acompañar a Eliezer mucho más tiempo, pero a las una de la madrugada no aguanté más, y mis párpados se cerraron sin darme cuenta.

Hubo un momento que sentí que el auto se detuvo, pero tenía el sueño muy pesado como para fijarme qué pasaba. Aunque, fuera de mi cuerpo una voz me molestaba, creo que decía mi nombre: Liseth, Liseth despierta, Liseth.

– Estoy cansada – Dije, aún dormida.

– Vamos, levántate – Replicó Eliezer.

Al tomar más o menos la razón, recordé que no estaba en la cama de mi cuarto, estaba en un auto viajando clandestinamente a una ciudad desconocida para mí. Esto me hizo aterrizar a la realidad e hice un esfuerzo por abrir mis ojos. Tenía un pequeño dolor de cabeza.

– ¿Qué hora es? ¿En dónde estamos? – Dije, con la voz aún dormida y los ojos entreabiertos.

– Son las cuatro de la madrugada – Dijo mi amigo –. Estamos en una parada. Voy a echarle gasolina al auto, mientras, necesito que compres algunas cosas y me esperes allá.

Me entregó su tarjeta de crédito. La miré en mis manos, mis ojos me ardían, y el sueño no había abandonado mi cuerpo en su totalidad. Sin embargo, asentí y bajé del auto.

Caminé por el enorme aparcamiento. Desde afuera había una carretera donde se escuchaba el sonido de los autos y camiones que pasaban. Y dentro había aparcados un montón de vehículos, y más adelante, había una estación de gasolina.

Me dirigí a lo que parecía una enorme cafetería, donde las personas se movían de un lado a otros y hablaban como si fuera cualquier hora del día. Antes de tomar una mesa, me dirigí al baño y me eché agua en la cara para despertarme, y me arreglé el cabello, que, desde las exposiciones del auditorio, me lo había dejado suelto.

Salí del baño y vi a Eliezer en una de las mesas. Vaya, qué rápido, o creo que fui yo que me tardé más de la cuenta en el baño; sí, fue eso. Me acerqué a él y tomé asiento.

– Voy a pedir un café – Me dijo –. ¿Quieres algo?

– Me gustaría un café con leche – Contesté. Él asintió. Le di su tarjeta de crédito y se levantó a comprar lo pedido.

Me quedé pensando, no tenía mucho que pensar. Si pensaba en Joshua, me iba a preocupar, y si pensaba en mis padres, también me iba a preocupar... mejor, no pensaba nada. Y esto sólo me hizo que me diera sueño, así que cabeceé.

Eliezer regresó con dos grandes tazas que humeaban.

– Aquí tienes – Me entregó el café con leche.

Le di un sorbo y su dulce sabor fue algo muy grato para a mi paladar, y esa caliente sensación me despertó. Mi vista recobraba más color, y al ver a Eliezer, noté en su rostro un gran cansancio. Esto me preocupó, y, debí imaginar que él no estaba acostumbrado a conducir esta clase de recorrido.

– Eliezer, si quieres entra al auto para que duermas un poco – Le sugerí. Él le dio un sorbo a su café.

– No te preocupes, estoy bien – Luego bostezó de tal forma que parecía que se iba a devorar el mundo entero en un bocado.

– Es en serio Eli, no quiero que a mitad de camino te duermas y luego nos estrellemos.

Él me miró como dándome la razón.

El Dolor que me llevó a tu CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora