"Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, Aun a sus enemigos hace estar en paz con él"
Proverbios 16:7, RVR 1960.
De la oscuridad del sitio, alguien emergió de ella. La poca luz que entraba del balcón fue reflejándose en Joshua cuando caminaba, entornándonos la mirada. Nosotros terminamos de alumbrar con nuestras linternas para asegurarme que era él, y sí, allí estaba, frente a nosotros, y esto generó en mí un enorme alivio al saber que no se había... hecho un daño. Al parecer estaba sentado en otros divanes que se encontraban en aquel lugar.
– ¿Qué hacen aquí? – Preguntó, con esa voz tan sosegada que lo caracterizaba, y un poco quebrada.
– Joshua – Fui acercándome lentamente –. Te hemos estado buscando – Seguía dirigiéndome a él –. No tienes idea lo que hemos...
– Tienen que irse – Me interrumpió –. No tienen nada que hacer en este lugar.
– No Joshua, no te castigues más por favor – Contesté, aun me acercaba. Él dio algunos pasos hacia atrás, ya casi afuera en el balcón. La suave llovizna ya se hacía presente.
– Vete, por favor – Agachó la cabeza. Un brazo lo tenía atrás en su espalda.
– No me iré, no, ni lo creas. No vine hasta aquí para irme – Joshua me volvió a mirar, y frunció el ceño.
– ¡Te dije que te fueras! – Sacó el brazo de su espalda, la cual tenía una pistola, y me apuntó. Yo me paré en seco, e inmediata Eliezer corrió y me puso un brazo delante de mí tratando de protegerme.
– Oye amigo, cálmate – Dijo Eliezer –. Ella se preocupa por ti, es por eso que vinimos hasta acá... Liseth te quiere.
– Dejen de ser tan entrometidos – Nos espetó –. No hagan esto más difícil.
– Joshua, por favor, no hagas una locura – Dije.
– Entonces váyanse – Nos volvió a replicar.
– No – Me negué de nuevo.
– Pues, entonces – Eliezer estaba delante de mí, pero, Joshua nos dejó de apuntar. Lo más aterrador fue que bajó la pistola y luego la volvió a subir, apuntando su cabeza.
– ¡No! ¡Joshua! ¡No! – Exclamé de golpe, y Eliezer me agarró para evitar que me acercara a él.
El cielo seguía soltando sus espantosos truenos y la lluvia aumentaba. Ahí estaba Joshua, como un fantasma, en medio del balcón, apuntando su cabeza mientras la lluvia caía encima de él.
– Es hora de cortar las cadenas – Nos dijo, con su escalofriante voz, llena de un poco de sollozo.
– Joshua, no, por favor, te lo suplico, no lo hagas – Decía yo, desesperada, y no pude contener las ganas de llorar. Eliezer aún me tenía agarrada.
– Lo siento Liseth. Me hubiera gustado cumplir la promesa de mi abuelo, pero es una cadena tan fuerte que aparentemente ni el mismo Dios la puede romper, porque creo que ese es mi destino, estar atado a esta cadena, y no quiero que mi futura generación continúe con este dolor, es por eso que tengo que hacerlo.
– ¡Podemos solucionarlo! Joshua, no lo hagas – Exclamaba entre mis lágrimas.
Parecía que el tiempo se detenía en ese momento. Joshua cerró sus ojos y frunció el ceño. Lentamente, jaló el gatillo de la pistola. Creo que era el fin, nada podía hacer, ¿se acabó el mundo para él? Pues, cerré mis ojos, tapé mi cara con las manos y me eché aún lado, porque no quería ver tal barbaridad.
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El Dolor que me llevó a tu Camino
Teen FictionAlegre, sabia y querida, esas eran tres palabras que definían a Liseth, una jovencita de dieciséis años con el sueño de convertirse en una gran Psicólogo para ayudar a muchas personas. Siendo hija de pastores, quería servirle a Dios y llenars...