Capítulo XIII: Viejos rencores

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El Gran Comedor estaba hasta arriba de gente. El desayuno solía ser un lugar de encuentro, como lo eran las tardes en la sala común. Ya que claro, en horario de clases, el tiempo debía ser implementado para prestar atención y tomar apuntes, en lugar de hacer sociales.

Ambos entraron tomados de la mano. A medida que avanzaban, varios murmullos se hacían notar. Ellos sabían de qué trataban, o al menos tenían una idea general. Avistaron a la directora sentada en su trono, como expectante. Debía de estar esperando que todos los alumnos estuviesen en sus asientos, como lo había pedido.

Ron y Hermione se unieron al resto de sus amigos, en la mesa en la que habitualmente desayunaban. Se lanzaban miradas tímidas, que siempre culminaban en sonrisas. Y es que no podían evitarlo. Imaginaban que todas las atenciones estaban en ellos por su relación, por ser los magos que ayudaron a Harry Potter a vencer al Señor Tenebroso. Claro que eso no era todo. Existía un factor que parecían ignorar, pero que siempre estaba allí. La mayoría de los alumnos del colegio se habían enterado del altercado de Hermione en las vacaciones, antes de volver al último año. Ella no quería pensar en ello. No quería sentir las miradas de compasión que solían dirigirle - y en especial los profesores -, ya que no era algo que le agradara.

- Ya llegaron - esbozó Thomas, quitando a Hermione de sus pensamientos.

 - ¿Quiénes? - preguntó el pelirrojo.

- Los ex-alumnos de Durmstrang - acotó Harry mientras se sentaba junto al otro castaño.

Ya se lo habían dicho en la reunión de prefectos, pero Ron prefirió obviarlo. Comprendía que los daños del castillo en Bulgaria eran colosales, y que eso impedía hospedar a los búlgaros. Pero no le agradaba la idea. Al fin y al cabo, tendría a Viktor Krum demasiado cerca, de nuevo.

- Están esperando en el vestíbulo - completó Thomas mientras se servía jugo de calabaza.

Instintivamente, Hermione se volteó y fijó su vista en los grandes portones, que permanecían cerrados. Ladeó su cabeza para centrarse en la mesa de Slytherin, que seguía sin tener mucha gente.

- Supongo que irán todos a Slytherin - murmuró ella, de forma que sus amigos la oyeran.

- Si... esperemos que así sea... - concluyó Thomas, aunque no muy seguro.

El sonido del cristal les obligó a prestar atención. La directora McGonagall estaba dando leves toques en su copa con un tenedor, mientras miraba a los alumnos.

"Aquí vamos de nuevo. Mantente tranquilo" - pensó el pelirrojo.

La castaña pareció notar cómo Ron intentaba luchar con sus pensamientos, ya que agarró su mano, la apretó y le dio un beso. Quería darle a entender a su novio que ella estaba allí, con él, y que no tenía nada de qué preocuparse. Él sólo pudo agradecerle el gesto con una simple sonrisa, para luego abrazarla por sobre los hombros.

Era increíble la influencia que Hermione tenía en él. Podía sentirse enojado, desilusionado, triste; daba igual, ella siempre estaba ahí, y de una forma u otra, Ron lograba salir adelante por ella. No lo sabía, pero el pelirrojo dependía mucho de ella.

- Gracias por su atención. Sé que no es muy común una reunión como esta pero la situación lo demanda - hizo una breve pausa para continuar - La guerra no sólo ha afectado a Hogwarts. El castillo de Durmstrang resultó muy dañado, en vista de la resistencia de sus miembros. Por lo tanto, se nos ha ocurrido brindarles nuestro apoyo y ayuda. Muchos residentes han venido al castillo, donde se hospedarán hasta que se solucionen las cosas en Bulgaria.

Absolutamente todos los alumnos dirigieron su mirada a las puertas del Gran Comedor, que se abrieron en sintonía. Los miembros de Durmstrang comenzaron a avanzar, algo tímidos. Era muy diferente a aquella vez que habían entrado, en la celebración del Torneo de los Tres Magos.

[Romione] Cuando me miras a los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora