Sábado

14.1K 2.2K 765
                                    

Yacían recostados contra la pared, entre almohadones y paquetes de todo tipo de snaks. Oikawa perdió en el piedra, papel o tijeras, así que esperaba a que Iwaizumi escogiera una película, lo cual significaba que iba a tardar un largo rato.

Mientras, contestaba mensajes y fingía que no veía los 32 mensajes del grupo que tenían los cuatro del último año. Pero enseguida se quedó sin nada que hacer y el tarado al lado suyo continuaba leyendo reseñas, por lo que cometió el estúpido error de abrir la conversación.

Wtf no tienen nada mejor que hablar sobre nosotros

Es sábado

Salgan como la gente normal

Mattsun: nah

Makki: Ustedes nos deben una prueba de que están siendo cariñosos

Mattsun: o iremos personalmente a molestar

Oikawa sabía que no lo harían. Rodó los ojos y alcanzó el paquete de papas fritas.

Si claro

Van a venir hasta aquí a la una de la mañana

Makki: Está bien, no lo haremos

Makki: Pero estarían perdiendo la apuesta

Oikawa frunció el ceño. Observó a Iwaizumi jugar con el mouse, clickeando en diferentes sinopsis igual que en los últimos quince minutos.

Como el celular continuaba vibrando, pasó un brazo por los hombros de Iwaizumi y lo estrechó contra él. Antes de que pudiera replicar enojado, le dijo:

― Makki y Mattsun me están molestando ―bufó, buscando la cámara en su celular―. Sólo intenta no salir muy feo y listo.

Iwaizumi frunció el ceño, pero rápidamente se relajó y miró a la cámara. Oikawa, al ver que su mejor amigo cooperaba, pegó su mejilla a la de él y sacó media sonrisa, asomando un poco la lengua de la manera en que sabía lo adorable que se reflejaría en la foto. Luego, lo soltó y mandó la imagen al grupo, abandonando el celular para no ser fastidiado otra vez.

― Elije la película de una vez ―se quejó, dejándose caer contra su costado.

Quizás en otro momento podría haber sido inapropiado, pero lo cierto era que aquello físico que estaban implantando los dos demonios estaba dando cierto resultado. A pesar de que no sentía nada romántico por Iwaizumi, era una persona cómoda para usar de almohada o apoyo cada vez que tenía la oportunidad.

― Está bien, miremos esta ―contestó él dándose por vencido y clickeando en Del crepúsculo al amanecer.

Fue una hermosa noche. Disfrutó bastante de la película y no entendía cómo no la había visto antes, teniendo en cuenta la larga lista de películas clase B (y Z) que habían visto con su mejor amigo. Se rieron e hicieron comentarios durante las dos horas y por primera vez en su vida, Oikawa pensó, suave como un susurro y duro como un puñetazo, que estar enamorado de Iwaizumi ya no sonaba a una locura. Pero no era más que un comentario hecho por su cabeza en un momento de debilidad. Nada más.

Continuaron con la bizarra maratón y decidieron ir a dormir a las cinco de la mañana. Oikawa estaba muy cansado para ponerse a armar su futón, apropiado por la cantidad de noches de su infancia que pasó en la casa de Iwaizumi.

― Durmamos en la misma cama ―repitió Oikawa―. No quiero hacer la mía.

― Ugh, no. ¿De verdad se te pegó lo de Matsukawa y Hanamaki?

― No seas tonto, Hajime ―rodó los ojos, sentándose en la punta de la cama―. Será como en el campamento.

Una vez, el número de chicos en el campamento de vóley sobrepasó las camas. Era algo en lo que no pensaron los profesores hasta que fue demasiado tarde. Oikawa tuvo que compartir su futón con Iwaizumi, así que durmieron cada uno con la cabeza en un extremo de la cama, donde el otro tenía una plena y hermosa vista de los pies ajenos. No le hacía ninguna gracia dormir de esa manera, y probablemente podrían acostarse como personas normales si no fuera por la estúpida y maldita apuesta. Agregaba un cuidado innecesario en reafirmar límites y masculinidad. Empezaba a irritar a Oikawa.

Así fueron las cosas. Oikawa le dio la espalda a los pies de Iwaizumi y reprimió su impulso cotidiano de dormir en posición fetal. Era más cómodo flexionar sus piernas, pero tuvo que conformarse con echarse sobre su costado y disfrutar del calor de las frazadas y de otro cuerpo junto a él.

Diez díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora