Domingo

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Técnicamente era domingo. Dos y media de la mañana terminaron su maratón de Star Wars y Oikawa decidió quedarse todo el fin de semana en casa de su mejor amigo. Hace tiempo que no tenían un tiempo decente sin toda la porquería de la apuesta, exceptuando lo ocurrido en la mañana. Tenía la necesidad imperante de preguntar, indagar e interrogar hasta que Iwaizumi confesara su amor por él, pero en realidad pensaba sinceramente que la tonta apuesta confundió un poco su tonto cerebro y estaba digiriendo sus emociones.

Oikawa no estaba confundido, pero le tendría paciencia a Iwaizumi. No quería molestarlo, pero eso no significaba que se muriera de ganas por dentro de sacar el tema y charlar sobre ello. Y en el fondo, tampoco quería hablar de sus sentimientos.

Así que cuando Iwaizumi decidió que los ojos le ardían después de tanta maratón, comenzaron a pasarse la pelota de vóley de un extremo de la cama a la otra. La luz tenue del velador apenas iluminaba la habitación, para que los adultos de la casa no interrumpieran y los mandaran a dormir. Con menos luz, estaban cómodos. Con una pelota en la mano, más.

― Juguemos a algo ―insistió, recibiendo el balón y devolviéndolo.

― ¿A qué? ―Iwaizumi lo atrapó y se lo lanzó de nuevo.

― No sé, algo divertido~

― Estoy cansado, quiero dormir.

― ¿Cansado de qué? ―Oikawa recibió la pelota y la giró entre sus dedos―. No hicimos nada.

― Dame la puta pelota.

Oikawa se la tiró al pecho e Iwaizumi la atrapó. La dejó a un costado y Oikawa chilló en desacuerdo, viendo con satisfacción la mueca de disgusto de su mejor amigo.

― Vas a hacer que nos reten.

Cuando Oikawa se acercó a la cabecera de la cama donde Iwaizumi descansaba, este le puso la mano en la cara. Lejos de enojarse, Oikawa contraatacó tomando su brazo y abrazando sus músculos para inmovilizar su mano. Terminó descansando en su costado, y como no oyó ninguna queja, no se movió.

― Creo que no te pedí perdón por lo de esta mañana ―dijo Iwaizumi en voz baja.

Oikawa se repitió mil veces que no quería hablar de esto y el otro bobo le escupía el tema.

― Entiendo que verme dormir en tu cama se te hizo irresistible, Iwa-chan, así que te perdono...

No pudo seguir metiéndose con Iwaizumi porque este amagó con irse, sacudiendo el brazo para desprenderse de él. Oikawa se aferró como si de su vida se tratara.

― Y después me dices que no sabes cuándo estoy hablando en serio, pero cuando lo intento eres un completo imbécil.

― Lo siento. No sé cómo lidiar con esto ―confesó.

― Lo sé. Llevo varios días queriendo hablar contigo y lo único que haces es esquivar el tema.

― ¿Lo hago? ―parpadeó sorprendido y levantó la cabeza para observar la expresión ajena.

Bueno, sí lo hizo hoy, pero no recordaba hacerlo antes... ¿O sí? No se percató de que quizás Iwaizumi tenía sus propias cosas que sacar afuera. No quería escucharlo y eso era egoísta, pero se estaba protegiendo a sí mismo. ¿Debía ser buen amigo y prestar oído o continuar poniendo un muro de escudo para que las palabras rebotaran y no lastimaran su corazón? Lo segundo era mucho más atractivo.

― Sí, Oikawa.

No sabía qué decir.

― Bueno. Entonces, ¿A qué quieres jugar?

― Y lo estás haciendo de nuevo.

― ¡Pensé que habíamos terminado de hablar!

Iwaizumi se golpeó la frente con el puño libre y murmuró algo, probablemente una grosería. Oikawa se quedó en silencio, confundido y ansioso, mirando de reojo con la cabeza abajo. Estaba siendo un cobarde y cuando llegó a esa realización, se negó. No era un cobarde. Enderezó el cuerpo y dijo:

― Muy bien, ¿Quieres hablar? Habla.

― No, es claro que es inútil.

Oikawa comenzó a soltar un discurso indignado que Iwaizumi interrumpió. Con la mano libre, lo tomó de la nuca y le plantó un beso bruto. Pillado por completo con la guardia baja, retrocedió un poco y se acomodó, liderando el beso porque le quedó claro que Iwaizumi no estaba seguro de cómo hacerlo. Pero no le importaba; estaba más que feliz de guiarlo.

Mentiría al decir que no era raro. En realidad, no había muchas diferencias sustanciales entre besar chicas y chicos, era más por el peso de la relación entre los dos y que lo estuvieran haciendo en aquella casa que era su segundo hogar. Pero nada de eso lo detuvo. Tomó su rostro con ambas manos, acariciando sus mejillas con los dedos mientras buscaba acercarse más a él. Esto no era como en la mañana, donde no entendía qué estaba sucediendo y quería evitarlo. Si el beso no era una confesión de parte de Iwaizumi, entonces lo lamentaría otro día. No ahora.

El beso fue lento porque se suponía que Oikawa le estaba demostrando cómo hacerlo, cómo dominarlo y usar su lengua, mas su cabeza estaba más allá de luna y cuando Iwaizumi posó las manos en su cintura, se perdió por completo. Sintió la lengua caliente y húmeda en su boca, con regusto a menta del dentífrico y a desconocido. Lo recibió contento, dejándose hacer y correspondiendo con ganas.

Se besaron hasta que dejó de ser incómodo. Se besaron hasta que no tuvieron nada más que expresar, porque ya estaba todo dicho en acciones. Se besaron hasta que la vergüenza y el entusiasmo de Oikawa pudo más y tuvo que separarse un segundo para suspirar profundamente y no tener un colapso mental.

Se quedaron hombro con hombro sentados en silencio. Oikawa se llevó las manos al pecho y estrujó su ropa. Se sentía demasiado viejo como para enamorarse, lo cual era un pensamiento sin sentido. Demasiado problemático para esta época: muchos exámenes y entrenamientos por delante como para tener la mente distraída en el amor.

Pero era agradable ser correspondido. Incluso si no se sentía como el tiempo correcto ni la persona correcta, el amor no era algo que uno pudiera elegir cuándo ni con quién. Y en el fondo sabía que si existía un lazo que duraría hasta el final de los tiempos, ese sería el que tenía con su mejor amigo. Lo que nunca pensó era que se tornaría así y, para ser franco, estaba más que satisfecho luego del beso.

― Esto significa que también perdiste la apuesta ―se rió alegremente.

― Seh. Pero no les digas nada a los chicos hasta que nos paguen la cena. Nos la merecemos.

― Hecho.

Iwaizumi le dedicó una sonrisa serena.

― ¿Eso significa que me vas a abrazar por las noches sin mi consentimiento? Porque es un poquito raro ―mintió sólo para ver su respuesta.

― No. Se me durmió el brazo y pensé que me lo tendrían que amputar. Además hueles feo.

― ¡Mentira! ―se defendió enseguida―. Lo que olía feo era la ropa, que es tuya.

Y se contradijo sin querer al olisquear su ropa. Iwaizumi se rió de él y era genial verlo feliz.

Cuando se acostaron y apagaron el velador, se arrimaron sin decir una palabra. Oikawa quería besarlo otra vez, pero ya tendría tiempo para eso. Escondió su sonrisa imborrable de su rostro con las sábanas y concilio un sueño lleno de paz, Star Wars, vóley, ropa sucia y risas hermosas.



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Llego a recibir un mensaje más diciendo que Iwaizumi es bipolar y les juro por lo que más quiero que no vuelvo a publicar en esta página. En serio, wtf, no entendí ninguno de sus comentarios...

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Técnicamente es el último capítulo, pero diré todo lo que tenga para agregar del final en el epílogo que publicaré el viernes :)  

Diez díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora