Lunes

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Esperó a que todos se hubieran ido a la práctica antes de salir del baño con dos sobres en la mano. Cada uno tenía 2500 yenes. Guardó uno en el bolso de Hanamaki y el otro en la mochila de Matsukawa.

La culpa lo consumió el fin de semana. No tuvo contacto con sus amigos y se quitó el pijama una sola vez para salir a jugar vóley con su sobrino a la plaza. Puso una escusa tonta a Iwaizumi para no ir a comprar las zapatillas, porque ya no se sentía el dueño de ese dinero. Cuanto más tiempo pasaba mirando el cajón donde tenía sus ahorros, más incómodo lo hacían sentir los 5000 yenes.

Y lo único que resolvió fue devolver el dinero sin decir una palabra. Esperaba que sus amigos aceptaran el dinero gratis y nadie tocara el tema. Nunca jamás.

Por supuesto, el ser humano no es así de generoso.

La práctica transcurrió con naturalidad, pero al salir de los vestidores estaban Matsukawa y Hanamaki esperándolo. Ambos levantaron el sobre que les correspondía en una sintonía perturbadora. Ahora, lo único que Oikawa rogaba era que no hubieran averiguado el remitente por descarte. Por favor, que no hayan interrogado a Iwaizumi.

― ¿Qué es esto? ―comenzó Hanamaki.

― Qué tal si no hablamos de esto ―ofreció con tono cantarín, entrando en pánico.

― ¿Por qué? ―preguntó Matsukawa con incredulidad.

― Perdí, ¿Está bien? ―evitó sus miradas. No tenía sentido hacerse el tonto sobre esto, no cuando cabía el riesgo de que fueran a preguntar a su mejor amigo―. No volvamos a hablar de esto ―repitió con toda la agresividad que pudo, pero de alguna manera, se oyó triste.

Huyó con rapidez, deseando poder encerrarse en el aula y concentrarse (o fingir que se concentra) en la clase y en la tarea. Sin embargo, oyó unos pasos detrás de él y en un segundo, Hanamaki lo estaba tomando del hombro. Oikawa le puso mala cara y se deshizo del agarre.

― Lo siento ―lo sorprendió él―. De verdad pensé... que terminarían juntos ―expresión de culpa, frustración, disculpa, wow.

Matsukawa se les unió, pero se quedó callado. Observó la escena como si quisiera sumarse a la opinión de su amigo, aun si estaba callado. Oikawa no sabía cómo lidiar con esta disculpa.

― No debes disculparte.

― Es que de verdad pensé que...

― Bueno, si estabas tan seguro, debiste haber pensado qué pasaría si sólo uno se enamoraba ―contestó con cansancio.

No estaba enojado con él. Tampoco estaba enojado con Matsukawa. Ellos habían empujado afuera sus sentimientos, pero al final, eran suyos. Nadie podía introducir emociones ajenas a su cuerpo, entonces siempre estuvo enamorado de su mejor amigo y nunca lo notó o era algo que sucedería eventualmente. No, no estaba enojado con sus amigos. Tal vez porque fueron más molestos que de costumbre la última semana, pero nada tenían que ver con lo que le pasaba a Oikawa.

Era toda su culpa.

― Tienes razón ―admitió Hanamaki, incómodo―. Por eso lo siento.

― Tú no tienes la culpa ―insistió―. Y si quieres hacerme un favor, deja de hablar del tema.

Matsukawa no pidió disculpas. Matsukawa no dijo nada. Matsukawa sólo lo miró.

Oikawa repitió que tenía clases unas cuantas veces antes de poder escaparse. Olvidó amenazarlos con que no le mencionaran nada a Iwaizumi, pero supuso que al final era un poco obvio que no debían hacerlo.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener la conversación del regreso con Iwaizumi. Por suerte, él se estaba quejando de un examen de matemáticas que tuvo y por qué fue injusto los temas que le habían tomado, y Oikawa trató de seguirle la corriente, dejar que se desahogara, no hablar mucho y tratar de comportarse como de costumbre.

Pero su cabeza era un infierno.

Ni bien llegó a su casa, le dijo a su madre que se sentía mal y se salteó la cena para ir directo a dormir. Con suerte, despertaría dentro de unos meses.

Diez díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora