Viernes

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Los siguientes días estuvo más motivado. Se enfocó en el deporte y en sus notas. Se juntó después de la escuela con compañeros a hacer un trabajo grupal y completó cualquier hueco que hubiera en su carpeta. Antes de que se diera cuenta, llegó el viernes húmedo y frío. Habían quedado en ir a comer informalmente a un restaurante familiar y barato cerca de la escuela. La idea era jugar vóley en una plaza cerca de dicho restaurante, pero dada a la tormenta que azotó a Miyagi esa misma tarde, el césped estaba resbaloso y lleno de fango.

Jugaron igual. Quedaron embarrados de pies a cabeza y Oikawa generalmente se quejaría, pero fue bastante divertido ver jugadas de elite arruinadas con el más vergonzoso resbalón. Se rieron más de lo que jugaron y se dio cuenta de cuánto necesitaba esto. Era el epítome de la felicidad.

La lluvia les arruinó los planes de nuevo y decidieron ir a comer otro día, ya que no los aceptarían en ningún sitio así de sucios.

― A mí no me van a aceptar ni en mi casa ―se quejó Oikawa, refregando la suela de las zapatillas en la acerca, buscando quitar el barro pegado a sus pies (porque la suciedad pegada a su ropa era imposible).

― Ven a la mía ―ofreció Iwaizumi distraídamente, secándose el pelo con la parte de adentro de la chaqueta del equipo, porque la de afuera estaba para lavarropas. Cuando todos los ojos se posaron en él, quiso retractarse―, pero como quieras. Si tu mamá te deja afuera y te resfrías, el lunes lo vas a lamentar.

No todo se arregla con una amenaza, Hajime. Lo acababa de invitar a su casa, ¿La apuesta los arruinó tanto que ni eso podía hacer sin remarcar agresividad?

Se encogió de hombros, viendo los chorros de agua que caían al acumularse en el techito que los resguardaba.

― No, está bien ―le aseguró, ciertamente ofendido. Claro que quería ir, pero si iba a tratarlo mal en el medio para disimular, ya no le seguiría el juego―. Mamá me regañará, pero no me dejará afuera.

Eso era obvio porque sólo estaban bromeando. Nadie dijo nada más, hasta que Hanamaki se despidió y cada uno tomó su camino. Iwaizumi e Oikawa siempre se dirigían al mismo lado, así que a paso rápido se dirigieron a sus casas, con la lluvia azotando sus capuchas empapadas.

― En serio, puedes venir a casa si quieres ―repitió Iwaizumi.

― ¿En serio? Porque tus amenazas no hacen que suene serio ―contestó.

No estaba enojado ni nada por el estilo. Tal vez un poco irritado por la lluvia, o cansado de un montón de aspectos redescubiertos en su relación que nunca se planteó con anterioridad. Porque eran recíprocos, supuso. Y ahora que había sentimientos románticos en el medio, ¿Eso cambió? No, no. Nada cambió. Sólo era el día, la lluvia y el frío.

― Qué carajos, Oikawa, ¿De verdad te molesta?

― ¡No! Sólo pienso que no era necesario si estabas hablando en serio. Pero no importa, de verdad...

― Entonces ven a casa.

Terminó por acceder porque no quería discutir.

La casa olía a comida y se le abrió el apetito de inmediato. El papá los interrogó: se suponía que saldrían a cenar y estaban hechos un asco. Oikawa les explicó mientras Iwaizumi se iba a bañar. Luego le avisó a su mamá que estaba en la casa de su mejor amigo y no creía regresar hasta el día siguiente. O el domingo. O el lunes. No sería la primera vez.

Después le tocó a él darse una ducha caliente. Iwaizumi le prestó ropa y podía imaginarse las selfies que les mandaría a sus amigos si la apuesta siguiera en pie. Pero no. Porque no funciona así.

La cena fue increíblemente agradable. Amaba a la familia Iwaizumi un montón y ellos lo adoraban y lo consentían hasta el extremo. A su mejor amigo le molestaba y eso no era más que un plus. La comida y la ropa calentita le renovaron el humor.

― ¿Qué vamos a ver? ―exigió al tirarse en la cama de Iwaizumi.

Él le dio la espalda, jugando con el celular.

― Nada.

― ¿Me invitas a dormir a tu casa un día de lluvia y ni siquiera vas a pretender que quieres ver una película? No me sorprende que sigas siendo virgen ―lo fastidió.

En respuesta, Iwaizumi se sonrojó y le dio un empujón, tratando de sacarlo de la cama. Oikawa se rió de él y se acurrucó a su lado. No pensaba discutir mucho, después de jugar tanto vóley y sufrir el frío, su cuerpo quedó drenado de energía. Dormir calentito era una buena idea y más si no tenía que hacer su cama. Dormiría aquí. Con Iwaizumi.

Aquel pensamiento fue un consuelo agradable antes de cerrar los ojos.

Diez díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora