Martes

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No era la gran cosa; era Iwaizumi. Entre los dos había una confianza ciega, la incomodidad del abrazo provenía únicamente de la manera en cómo sus amigos los miraban. Parecían voyeuristas mirando por la ventana del vecino. Escalofriante.

Fue corto, con una palmada de Iwaizumi en su espalda y un nimio apretón de sus cuerpos. Oikawa quería saltearlo e ir al punto: la práctica de vóley. Se sentía enérgico y se cambió en un santiamén.

Durante el trote para entrar en calor, alguien se le acercó y acompasó su ritmo al suyo. Ni siquiera tenía que mirar para saber de quién se trataba. Tenía su contextura grabada en la mente y podía diferenciarlo de cualquier otro con mirarlo de reojo. Se concentró en la respiración y en no chocarse con los conos que habían puesto para delinear el recorrido por la cancha.

― Sé un buen amigo y ayúdame a enterrar dos cadáveres.

Oikawa sonrió con un toque de sarcasmo, rodeando el cono.

― Enfócate en el dinero, Iwa-chaan.

― Eso intento. Pero mira.

Oikawa echó una mirada sobre su hombro. Tweedledum y Tweedledee, en su afán del mínimo esfuerzo, caminaban mientras los observaban. Matsukawa hizo un gesto sexual bastante fuera de lugar y se cercioró que el entrenador no lo haya visto. Después se echaron a reír, lo que sí llamó la atención del anciano y les sumó diez vueltas más.

― Tienes que ser cariñoso conmigo, no con ellos ―comentó Oikawa como quien no quiere la cosa, sugiriendo que podía golpearlos todo lo que quisiera. En tal caso, no tenía problema en ocultar dos cadáveres, algo había aprendido después de ver tantas películas.

Iwaizumi se arremangó, enseñando los músculos para demostrar que no tenía ningún problema con darles una buena golpiza si volvían a fastidiar. Oikawa aguantó la sonrisa.

Pasaron los segundos de la práctica en los que podían cruzar un par de palabras nombrando películas que enseñaran algo sobre asesinatos, lo cual se convirtió luego en un grito de guerra antes de sacar o rematar. Y al parecer, desconcentraba a Matsukawa, por lo que mantuvieron los Hannibal y Kill Bill, entre otras películas sanguinarias y de temáticas oscuras, como frases de suerte antes de tocar el balón.

Era divertido, en especial si lograba irritar a sus amigos.

Oikawa seguía pensando que la apuesta era pan comido.

Diez díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora