Matsukawa no dio más señales de vida. El lunes se sentía pesado por la atmósfera húmeda y el cielo gris. El exterior estaba mojado, dando así una pista que había llovido gran parte de la noche. A pesar de que en la televisión no pronosticaban más lluvias, su madre lo obligó a llevar un paraguas en la mochila.
De todas las idas y vueltas al colegio, esta fue la peor. Ninguno de los dos se esforzó por fingir una conversación, por lo tanto se estableció un silencio húmedo y oscuro como el cielo. Era lunes y Oikawa no estaba de humor. Iwaizumi tampoco.
Hay días en los que una persona toma protagonismo. No fue hasta que establecieron la apuesta que se aclaró para Oikawa que esa persona en su día a día solía ser Iwaizumi. Y no fue hasta su torpe e implícita confesión que las cosas se tornaron diferentes.
Bueno, era cuestión de tiempo a que Oikawa cagara su vida por completo.
Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. Ese era el dicho popular. Oikawa quería de nuevo su puerta abierta, pero con Iwaizumi la situación estaba extraña, así que se dedicó a las ventanas. Invitó a comer a Hanamaki y Matsukawa; el primero estaba realmente feliz y el segundo aceptó enseguida. Quedaron en dejarlo para el viernes, así podían quedarse hasta tarde sin consecuencias.
Fuera de aquella promesa de diversión, el día fue agotadoramente monótono.
Una parte de él echaba de menos molestar a su mejor amigo.
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Diez días
RomanceHanamaki apuesta a que si Iwaizumi y Oikawa agregan amor físico a su relación, ambos caerán enamorados en diez días. Matsukawa apuesta a favor de Hanamaki, Iwaizumi piensa que es una pésima idea y Oikawa está seguro de que será dinero fácil.