Capítulo 22 - Sombras

131 7 6
                                    

Extrañaba dormir así. Hace tiempo el sueño no me caía tan pesado, profundo. Había dormido como bebé, sentía que mi energía estaba recargada y el sueño sólo desapareció. Abrí mis ojos lentamente para separar la realidad con la pesadez de la noche anterior, y lo primero que mis ojos enfocaron al recuperar la vista clara, fue a Nathaniel.

Sí, tan claro como el agua, era él. Estaba sentado al frente mío con la mirada fija en un libro llamado "El Impresor de Venecia" , lo sujetaba con una mano mientras que con la otra deslizaba su dedo pulgar desde el principio de la hoja, lentamente hasta el final, tomando la orilla de forma cuidadosa y delicada, pasando la página. Sus ojos azules recorrían cada línea de texto muy despacio, disfrutando su lectura. Estaba sorprendida.

Sólo lo miré por un largo rato sin hacer ruido alguno, trataba de averiguar si él era real, pero mi concentración fue interrumpida por el cantar de los pájaros y el viento fuerte de aquel lugar, no estaba en mi habitación.

Giré mi cabeza dando un recorrido al lugar con la mirada, dándome cuenta de que estábamos en una casa de madera rodeada de árboles y arbustos, el lugar era plano, no parecía ser una colina, y yo estaba recostada colgando de una hamaca y Nathaniel sentado sobre una mesedora de madera.

Él notó mi inquietud, y apartó el libro fijando su mirada y atención en mí.

-Al fin despertaste, te creía muerta, señorita, jamás dejaste el hábito de dormir tanto, tenemos que ir tomando medidas serias para ello. –Su voz sonaba nada sorprendida, parecía estar tranquilo y no tenía nada de rara la situación para él. -¿Me vas a decir algo, o sigue dormida tu lengua?

-Nathaniel ¿Dónde estoy? –Si bien estaba sorprendida por aparecer en un lugar fuera del hospital, el verlo ahí me sorprendía más, pero no quería que se notara.

-Yo también estoy muy feliz de verte, preciosa. –Dejó el libro sobre el balcón de la ventana y se acomodó mejor en su silla.

-Lo siento, pero estoy muy confundida, y ni si quiera creo que esto sea real, tú estás en Europa y yo encerrada en un hospital psiquiátrico, esto no tiene el mínimo de sentido.

-Brielle, puedo asegurarte que esto es real, déjame mostrarte, dame tu mano. –El extendió su mano buscando la mía y tomándola cuidadosamente llevándola a sus labios, dejando un suave y delicado beso sobre el torso de la misma. –Sigues siendo tan suave como siempre, extrañaba poder tomar tu delicada y pequeña mano.

Como reacción ante aquello, retiré mi mano rápidamente. Mis ojos lo veían con rencor, dolor y enojo. No podía verlo de otra forma. Mis ojos se cristalizaron y a pesar de que mi garganta ardía, hablé nuevamente.

-Te hice una pregunta Nathaniel ¿Dónde estoy? –Mis palabras salían amargas, entre cortadas y sin disimular el enojo que trataba de esconder en ellas.

Nathaniel pudo notar aquello, era de esperarse, yo hablaba y actuaba sin mascara, no podía evitarlo. Retrocedió y solo bajó la mirada, noté que no había intención alguna de decírmelo.

-¿Vas a decirme? – Las palabras no dejaban de salir quebrantadas, amargas, como si fuesen horneadas con rencor y odio.

-No.

Y no dijo más.

-Nathaniel ¿Tienes alguna idea de lo que va a pasarme si ya no me encuentran en la habitación? Necesito saber dónde estoy.

-No va a pasarte nada, pues sigues en ella. –El ambiente en el lugar se tornó tenso, el ni siquiera me daba la cara e ignoraba muchas de las cosas que le decía.

Kings Park AsylumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora