Capítulo Veinte

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Salí muy rápido y muy enfadado de la casa. Mientras bajaba por las escaleras aún podía escuchar las risas de Candela, ya que ni me molesté en cerrar la puerta de entrada.

Abrí el whatsapp y me cercioré de la hora de envío del mensaje de Sánchez. No hacía ni media hora. Si volaba podía llegar a tiempo, así que monté en mi coche y arranqué a toda prisa. Sabía llegar, había tenido que ir a Alcalá varias veces a casa de un compañero de clase para estudiar juntos.
Fui acelerando y acelerando con la gran suerte de no encontrarme a ningún coche patrulla ni ninguna cosa que hiciera peligrar mi integridad física.
Cuando estaba llegando llamé a Sánchez, puse el manos libres.

—¡Hombre! ¡Si es el desaparecido!— me dijo con indignación.

Ya, bueno, lo siento Sánchez, ya te explicaré — desvíe el tema. —¿Dónde estás? ¿Hay novedades?—

Estoy en el bar Venecia, sentado en una mesa. Tatiana acaba de bajar de una furgoneta. Creo que va a dirigirse hacia aquí

Estoy aparcando— le corté —Un minuto y estoy contigo

Tiré el coche literalmente, no me molesté ni en dejarlo bien aparcado y salí corriendo hacia dicho bar. Me di cuenta de que pasé por delante de Tatiana que iba andando lenta y confusa, como si se acabase de despertar.

Entré corriendo al bar, vi a Sánchez en una mesa. Me acerqué.

Hola— saludé —¿Cómo hacemos?—

Voy a estar un tiempo observándola sin que sepa que lo hago, aprovechando que no me conoce— aclaró

—¿Y yo qué?—

Había pensado para ti que tuvieses una conversación con alguien nombrando la droga nueva para ver su reacción, es importante, quiero asegurarme de que no le han comido el tarro allí dentro

Ok— le dije —Lo haré

—¿Y cómo lo vas a hacer?— dijo curioso —No me ha dado tiempo a decirte que vengas con alguien

Miré por el bar y vi un chico joven, más o menos de mi edad, que estaba sólo tomando una cerveza. Me dirigí hacia él. Como iba mirando al chico no me di cuenta de que había un hombre tomando un café justo a mi lado y, sin querer, le di un codazo provocando la caída al suelo de su bebida.

—¡Quieres mirar por donde vas desgraciado!— me increpó el hombre.

Disculpe— le dije tembloroso, su reacción violenta me había asustado de verdad —No me he dado cuenta —

No te has dado cuenta porque eres imbécil — siguió increpando.

Tranquilo Jaime— apaciguó la camarera — El chico no te ha visto, toma otro café

Le sirvió otro café y lo acompañó de tres churros por cortesía de la casa. El hombre se calmó y dejó de hacerme caso. Sánchez le miraba. Se notaba que no había querido meterse para no perder la oportunidad de vigilar a Tati. Si entraba y se encontraba una bronca seguro que se iría.

Hola— le dije al chaval

—¿Qué quieres?— me contestó sin dejar de mirar su cerveza.

La puerta se abrió en ese momento. Estaba entrando Tati.

Te doy 50 pavos por hablar conmigo y que me sigas la corriente

Levantó la vista y me miró.

—¿Qué eres? ¿Una especie psicópata extraño? —

Me desesperaba, Tati se sentó cerca nuestro y tenía que empezar a hablar sobre el "D.C" ya. Me senté al lado del chaval.

Cien pavos, sólo es hablar, sigue me la corriente

Mientras Tati pedía un café a la camarera yo comencé a hablar con el chaval. Me inventé que había habido una fiesta. Él me continuó la historia perfectamente.

—...la mierda que se pilló

Jajaja, aún no sabemos dónde coño está Ramón tío

Normal, es que esa cosa que trajo "el cojo" era de puta madre. Dos gotitas al cubata y a desmadrar

Acto seguido el hombre que se enfrentó a mí comenzó a hacerlo en contra de Tatiana. Todo fue rápido e incómodo. No me enteré del porqué ya que estaba entablando la conversación con ese chaval. Sólo sé que de repente ella estaba de rodillas en el suelo con el pelo agarrado por el tal Jaime y que Sánchez le estampó algo en la cabeza. Mi interlocutor le culpó de haber hecho eso y Sánchez se la llevó.

Me debes cien pavos— me dijo.

Le miré.

—¿Eh? Ah, claro, sí, toma

Saqué dos billetes de 50 que por suerte llevaba y se los dejé en la barra.

Salí del bar sin saber que hacer sin Sánchez. Ni siquiera sabía a dónde se había llevado a Tatiana.

Mientras pensaba estas cosas el coche de Jordi aparcó. Salieron Suarez y Yagüe de su interior y se metieron en el bar. Estuvieron unos diez segundos, lo que tardaron en buscar si estaba dentro su presa. Salieron.

Yo estaba escondido detrás de un coche cercano al suyo. No quería por nada del mundo que me vieran, y menos ahora que había visto como se las gastaban.

—¿El aviso dijo que ha sido aquí lo de Sánchez no?— preguntó Yagüe.

Sí, sí. Se la ha llevado a la comisaría, seguro— dijo Suarez

Yagüe no dijo nada, simplemente abrió la puerta de Suarez para que éste se montara y luego se puso al volante y arrancó.

Corriendo llamé a Sánchez. No daba señal.

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Premonición ® (2 Colección Trastornos Mentales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora