Capítulo Veinticuatro

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[Perdona que te escriba, he pedido tu número porque estoy desesperado]

Eso decía el whatsapp que me despertó a las ocho y media de la mañana.

Resoplé, no tenía ganas de líos ya desde el primer segundo que abría el ojo. Estaba tan cansado que no respondí y volví a dormirme al segundo de leerlo.
Volvió a sonar acto seguido. Me asusté pues ya había caído en los brazos de Morfeo de nuevo. Me pensé si leerlo, lo hice.

[Soy Johan, perdona por no decírtelo, son los nervios. Sólo quería saber si sabes algo de Jordi. Hace meses que nadie sabe de él]

Es verdad, Jordi. Yo sabía que estaba muerto, pero el hecho de que sólo lo supiera por una visión no iba a dar mucha confianza a las autoridades, de modo que nunca se lo había dicho a nadie.

Cogí el móvil, guardé su número. Contesté.

[Hola Johan. ¿Pero no se está encargando la policía de buscarlo?]

Enseguida salió "escribiendo..." debajo de su nombre.

[Sí, pero no consiguen saber nada, no lo encuentran, nadie le vio el día de su desaparición y para colmo Tatiana también desapareció el mismo día y se han centrado más en ella]

«Pues si consiguen encontrarla mataran dos pájaros de un tiro» pensé yo.

[¿Te apetece quedar a desayunar sobre las 09:30 en el Pepote?] le sugerí.

[Guay tío! Me viene de lujo porque estoy en casa de una piba que vive por aquí cerca ;-) ya sabes]

Rodé los ojos. Parece que la fama de ligón de Johan estaba bien infundada.

[Pues en una horita nos vemos, ciao]

[Ciao tron, gracias]

Me levanté perezosamente y me vestí a cámara lenta. Después de asearme miré el reloj y cerré todas las persianas cerciorándome de que no se encontraba Nora tras ninguna de ellas.

Llegué al Pepote a falta de diez minutos, Johan no estaba dentro. Pedí un café con leche y un croissant a la plancha y comencé a leer la prensa.

Las noticias sobre el caso "Carla" ya salían con cuentagotas o, como en el caso de este periódico, ni salían.

Una mano bajó el papel que leía quitándolo de la atención de mis ojos.

Hola tronco!- me saludó Johan chocando mi mano con fuerza -Te has dejado barba, ¡cuanto tiempo!-

Parecía que habíamos sido amigos toda la vida y sólo había tenido contacto con él el día de la fiesta, horas antes de subir a ella. Pero Johan era el típico que resaltaba su autoconfianza haciendo que la tuya descendiera. Mucha personalidad.

-Hola Johan, ¿qué tal?- señalé mi café -¿Quieres algo?-

Lo miró.

-Ah, sí claro- se rió -Me he pegado toda la noche bombeando tío, jajaja, estoy desgastado-

Me pareció de mal gusto que me diera explicaciones sobre su vida sexual en plan alardeo, y más a mí, que no me importaba ni lo más mínimo como él mismo se podría imaginar. Pidió huevos rotos con jamón, un desayuno en toda regla para alimentar sus grandes músculos desgastados del "folleteo".

-Bueno, Salva... Quería preguntarte por mi primo Jordi, por si supieras algo-

Alcé las cejas.

-Sebas- corregí -Me llamo Sebas- empezábamos bien si lo que quería es hablar conmigo y no se había molestado en saber mi nombre.

-Como sea- dijo él demostrando que yo le importaba más bien poco, estaba allí por lo que estaba y punto. Lo demás un paripé de protocolo por conveniencia.

Rodé los ojos. No me apetecía tratar con alguien así ya de buena mañana. Pensé en irme en cuanto acabará mi desayuno.

-¿Y bien?- preguntó Johan esperando una respuesta.

-¿Y bien qué?- le respondí yo.

-Que si sabes algo- reiteró.

Claro que sabía, más de lo que se imaginaba, pero se me habían pasado las ganas de contarle. La gente excesivamente arrogante siempre me echó para atrás.

-No, nada, lo siento-

Oh, venga!- Johan echó su cabeza hacia atrás y dio un pequeño golpe con sus brazos en la mesa -Tú eres compañero de piso de mi primo, y además amigo suyo -

Me encogí de hombros y mostré las palmas de mis manos.

-¿Y qué? - parecía que me estaba defendiendo -¡Eso no me hace responsable de su muerte!-

Se hizo el silencio. El subconsciente acababa de traicionarme de una manera absurda y chivata. Se sentó. Se acercó mucho, como para no ser escuchado por nadie más que por mí.

-¿Qué muerte? ¿Qué sabes?-

Tragué saliva, tenía segundos para confesar o negar, y cada segundo de más dejaba clara la ocultación...

Tragué saliva, tenía segundos para confesar o negar, y cada segundo de más dejaba clara la ocultación

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Premonición ® (2 Colección Trastornos Mentales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora