1- Postales de vacaciones

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Querida Gemma:

No te lo vas a creer: ¡estoy enamorada! Tiene 17 años, se llama Bilu y nos conocimos en la boda de mi prima. ¡Es increíble! Tiene unos ojos de fábula y es... ¡tope! Y lo más sorprendente es que a papá también le gusta, así que me deja verlo. Esta tarde iremos todos al partido de polo y esta noche Bilu quiere llevarme al cine. (Ya sé que dije que las películas indias no me gustan, pero con él las vería aunque fuesen en griego antiguo.)
Perdona, pero no me da tiempo a escribir nada más; tengo que decidir que me pongo. Dile a Laura que puede quedarse con Jon; yo prefiero salir con chicos más maduros. Por cierto, estoy dejándome crecer el pelo otra vez. A Bilu le gusta largo.
¡Hasta pronto! ¿No es maravilloso estar enamorada?
Besos,

Sumitha

Gemma Farrant suspiró y dejó caer la carta sobre la cama. ¿Cómo podía saber ella si estar enamorada era maravilloso o no? Nunca había salido con ningún chico, y aunque hubiera salido con alguno no se habría atrevido a llevarlo a casa para presentárselo a su familia.
Apenas acababa de convencer a su madre de que la dejase elegir sola la ropa. En realidad, según la señora Ferrant, Gemma debería llevar aún pichis de terciopelo y blusas con el cuello de encaje. En cuanto a los chicos, su madre estaba convencida de que a los catorce años no se era lo suficientemente mayor para relacionarse con exponentes del sexo masculino. Por eso, aun cuando hubiera tenido la suerte de encontrar un chico, probablemente su madre lo habría estropeado todo ofreciéndole helado o una ración de tarta y proponiéndole después jugar unas partidas a la oca.
Al matricularse en la escuela superior de Lee Hill, Gemma en seguida había visto a Sumitha como una especie de alma gemela. Mientras que ella tenía que vérselas con una madre hiperprotectora que, en cuestión de moda, tenía los mismos gustos que un ermitaño de la edad de piedra, Sumitha estaba controladísima por un padre severo que había montado en cólera cuando su hija se cortó el pelo sin permiso y que estaba absolutamente convencido de que el Stomping Ground era un lugar de perdición, y no una simple discoteca donde los sábados por la tarde se reunían todos los jóvenes de Leehampton que querían mover el esqueleto. Pero, a pesar de eso, parecía haber acogido al novio de Sumitha con los brazos abiertos.

Cogió de nuevo la carta y la releyó.<<No puede durar- se consoló-. Después de todo, él está en la India y Sumitha vive aquí.>> Chelsea tenía los ojos puestos en Rob Antell, Laura estaba colada por Jon, y ahora también Sumitha se había enamorado. A Gemma le resultaba insoportable ser la única que no tuviese un hombre con el que soñar.

El hecho era que Gemma se estaba aburriendo como una ostra. Su padre le había dicho que no irían de vacaciones porque se habían mudado hacía poco y él acababa de empezar a trabajar en un sitio nuevo. Tendría que conformarse con el viaje escolar a París, y aún podía darse con un canto en los dientes.

Debía admitir que el viaje a París había sido fantástico: ¡siete días sin tener a su madre constantemente encima! Pero ya se había acabado. Ahora, lo único decente era que su padre había desembolsado un montón de pasta para inscribirse en el Club de Golf Waterline, donde había una megapiscina con hidromasaje y tobogán. Aunque también en esto había que mirar la otra cara de la moneda, puesto que su madre se exhibía con monstruosos bañadores de faldita fruncida y cada diez segundos les gritaba a sus hijos:<<¡Ten cuidado, cielito!>>, para la diversión de todos, excepto evidentemente de Gemma.

Se miró al espejo con ojo crítico. Odiaba aquel pelo de color rata y detestaba sus dientes salidos. Se sentía gorda y flácida. Claro que todos aquellos cruasanes y aquellas porciones de queso Camembert bien tenían que haberse depositado en algún sitio..., la mayoría entre el pecho y el ombligo. Y a propósito de pecho, el suyo parecía haber cobrado vida propia, se había desarrollado a una velocidad preocupante. Debería llevar otro tipo de sujetadores; su querida mamaíta seguía comprándole aquellos espantosos armazones para principiantes que parecían dos cáscaras de huevo unidas por una goma y causaban, más o menos, el mismo efecto.

<<Pero ¿por qué no soy como Chelsea?- pensó mientras se recogía el pelo con una cinta elástica-. Seguro que todos los chicos españoles en un radio de diez kilómetros van detrás de ella. ¡La vida es tan injusta!>>

¿POR QUÉ ME SALE TODO MAL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora