18- Aguas turbulentas

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La primera semana del curso se reveló mucho más rica en acontecimientos de lo previsto. En casa de Chelsea, el lunes por la mañana empezó con una tormenta: gritos, portazos, carreras por las escaleras...

-¿Qué demonios pasa? -preguntó Chelsea mientras su madre arrojaba el listín telefónico contra la puerta del salón.

-¡Pregúntaselo a tu padre! -respondió Ginny antes de encerrarse en la cocina.

-¿Papá? -dijo Chelsea, mirando al otro lado de la puerta del salón-. ¿Papá? ¿Qué pasa?

-¡Pregúntaselo a tu madre! -respondió él con mirada torva.

Chelsea se encogió de hombros y volvió a su habitación. Diez minutos después, la riña comenzó de nuevo

-¿Qué quiere decir que te lo has gastado? -gritó su padre.

-Bueno, pensé que...

-No, tú no pensaste nada -la interrumpió Barry-. Pero ¿te has vuelto loca o qué? Supongo que será la edad. Por lo menos yo estoy intentando encontrar una solución a nuestros problemas. En cambio tú no tienes nada mejor que hacer que ir a una boutique a empeorar las cosas.

-¡Vete a freír espárragos! -gritó la señora Gee.

- ¡Mamá! ¡Papá! ¿Queréis parar de una vez? -gritó Chelsea. No estaba acostumbrada a oírlos discutir de aquel modo y no le gustaba en absoluto.

Justo en ese momento llamaron a la puerta.

Nadie fue a abrir.

El timbre sonó de nuevo.

-Ya voy yo -dijo Chelsea suspirando.

Rob estaba de pie frente a ella, con un montón de folios bajo el brazo. El estómago de Chelsea dio un doble salto mortal.

-Hola, Chelsea -dijo el chico-. ¿Está tu madre?

-No, no estoy. Me largo, ¡y no os extrañéis si no vuelvo nunca más!

La señora Gee, con una expresión furibunda pintada en el rostro, pasó como una exhalación entre los dos muchachos, dejándolos estupefactos.

-¡Ma...má! -balbuceó Chelsea mientras su madre salía por la puerta, subía al coche (enseñando, pensó su hija, una porción de muslo absolutamente superflua), conectaba el motor y se alejaba.

-Hemmm, perdona -dijo Chelsea, tratando de sonreír-. Debe de haberse vuelto loca.

-No te preocupes -contestó Rob-. Mi madre también lo hace. Papá dice que es la edad..., pero yo creo que lo que pasa es que no le funciona bien el cerebro.

Chelsea se echó a reír.

-¿Te apetece tomar un café?

Rob recordó el día que su madre rompió a llorar en el autobús número 11 delante de seis amigos suyos.

-¿Por qué no? -dijo-. Los hijos, que tenemos la cabeza encima de los hombros, debemos cerrar filas, ¿no?

<<¡Cuánto le quiero!>>, pensó Chelsea.

¿POR QUÉ ME SALE TODO MAL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora