Ruth Turnbull abrió la puerta y se encontró ante Ginny Gee vestida con unos pantalones cortos y una camiseta rojo escarlata y amarillo canela: una visión deslumbradora para cualquiera, pero para Ruth un auténtico atentado contra el estómago.
-Hola, Ruth, ¿cómo estás? -dijo Ginny al tiempo que entraba-. ¡Dios mío, tienes un aspecto horrendo! ¿Has pillado esa gripe intestinal que corre por ahí?
-Hummm... -dijo Ruth vagamente-. ¿Qué es lo que va mal? Has dicho que necesitabas un consejo. Ah, por cierto, ¿te importaría preparar tú la cafetera? Esta mañana, la cocina no es el sitio ideal para mi estómago.
Ginny entró en la cocina; las sandalias doradas de tacón de aguja repiqueteaban en las baldosas de mármol. Ruth la siguió, arrastrándose, y se apoyó en el marco de la puerta.
-Dinero -dijo concisamente Ginny-. El problema es que no tenemos bastante.
<<¡Dios, qué mal me encuentro!>>, pensó Ruth.
-¡Oh, no! -exclamó, deseando que su tono de voz denotase interés. Para ser sinceros, en aquel momento sólo conseguía pensar en sus propios problemas.
-Barry dice que la culpa es mía, que gasto demasiado y que debo hacer recortes -prosiguió Ginny-. Pero me cuesta aceptarlo porque no puedo olvidar que soy yo la que llevo el dinero a casa. Así que he pensado que, como tú estabas siempre sin blanca desde que Peter te dejó, eres la persona apropiada para darme algunos consejos y explicarme cómo se ahorra. Tú siempre lo tienes todo controlado, en cualquier situación.
Al oír aquella frase, Ruth rompió a llorar.
-No, no, no pasa nada -sollozó Ruth, registrando el bolsillo de la bata en busca de un pañuelo de papel-. No es eso... Bueno, será mejor que te lo diga. Pero ni una palabra a nadie, ¿me lo prometes?
-Palabrita de Niño Jesús, como decíamos de pequeñas -contestó Ginny-. Pero ¿qué ocurre? ¿Cuál es el problema?
-Estoy..., bueno, verás... Oh, no, creo que voy a vomitar otra vez -dijo Ruth, dirigiéndose apresuradamente al cuarto de baño
<<Santo cielo -pensó Ginny-, ¿no estará...? Dios, no. No es posible.>>
Ruth volvió.
-Ruth, ¿no estarás...? Quiero decir..., las náuseas y todo eso...
Ruth asintió.
-Sí -dijo-, estoy embarazada.
Ginny se quedó mirándola con la boca abierta.
-¡Oh, no! ¡Mierda! -se le escapó-. Esto..., quiero decir..., bueno, enhorabuena.
-Creo que <<¡oh, no, mierda!>> es un comentario más apropiado -dijo Ruth con amargura.
-Pero ¿cómo ha pasado?
A pesar de las náuseas, Ruth se echó a reír.
-¡Ésta sí que es buena! Tú, la redactora de <<Díselo a Ginny, sección de consejos para las más jóvenes y menos expertas>>... En fin, yo diría que ha pasado igual que pasa siempre.
-Ya, pero, quiero decir..., ¿no tomabais precauciones?
-Sí, claro, utilizo el diafragma. Pero algunas veces se me olvida ponérmelo. Qué estupidez, ¿no?
-¿Y qué dice Melvyn? -preguntó Ginny, que estaba intentando reprimir un torrente de emociones del tipo: <<¿Qué se siente al tener un hijo a los cuarenta y dos años?>>, o <<Gracias a Dios que no me ha ocurrido a mí>>, o <<Cuánto me gustaría que me hubiera ocurrido a mí>>, o <<Le regalaré un par de calcetinitos con puntillas>>.
Ruth se mordió el labio.
-No se lo he dicho -admitió-. Y a Laura tampoco.
-Bien -dijo Ginny adoptando el tono de Periodista Superexperta-, pues no puedes seguir aplizándolo. Tienes que decírselo a los dos.
-Lo sé -dijo Ruth-. Pero, Ginny, ¿cómo me las arreglaré con un niño? Quiero decir..., ¡tengo cuarenta y dos años, santo cielo! Levantarse a media noche y todo eso... ¿Y si Melvyn sale corriendo cuando se entere? ¿Qué hago?
-En tal caso, la única conclusión es que a un hombre así era preferible perdelo de vista -dijo Ginny en tono resuelto-. Pero estoy convencida de que dará saltos de alegría. -Ginny escrito el rostro de su amiga-. Y tú... ¿cómo te sientes?
-Bien -dijo Ruth-, en un cincuenta por ciento no me lo acabo de creer, en un veinticinco estoy aterrorizada, y en el otro veinticinco no quepo en mí alegría. -Intentó tomar un sorbo de café. Estaba empezando a encontrarse mejor-. Lo más difícil -añadió, sombría- será decírselo a Laura. No será nada sencillo.
<<¡Cuánta razón tienes!>>, pensó Ginny. Pero no dijo nada
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¿POR QUÉ ME SALE TODO MAL?
Ficção AdolescenteLas cuatro protagonistas de "¡Mamá, no me montes escenas!" siguen enfrentándose a las catástrofes provocadas por sus desastrosos padres, y es que todo lo malo siempre es susceptible de empeorar. Así, Laura se encuentra con una madre embarazada de s...