19- Melvyn da saltos de alegría

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El jueves, la señora Turnbull llamó a Melvyn a la oficina.

-Necesito verte enseguida -dijo.

-Estaré en tu casa hacia las siete -repuso Melvyn, mirando distraídamente la pantalla del ordenador.

-¡No, he dicho enseguida, ahora! -dijo Ruth. Y rompió a llorar.

-Tengo un escape de agua en casa -le explicó Melvyn a su jefe mientras cogía la chaqueta y se dirigía a toda prisa hacia la puerta-. Tengo que avisar inmediatamente a un fontanero.

<<¿Qué voy a decirle? -pensó Ruth-. ¿Cómo se lo voy a decir? "Hola, cariño, tengo que darte una noticia maravillosa"... No, no es apropiado. Saldrá huyendo, estoy segura.>>

El timbre sonó.

<<Calma y sangre fría>>, se dijo. Abrió la puerta.

-¿Qué pasa, cielo? -preguntó Melvyn, cogiéndola de un brazo y conduciéndola al salón.

-Estoy embarazada -dijo Ruth. <<Un alarde de tacto y diplomacia, no se puede negar>>, pensó, tragando saliva.

Melvyn se quedó mirándola boquiabierto, con expresión de incredulidad.

-¿Que estás qué?

<<Lo sabía, estaba segura de que se pondría hecho una furia>>, pensó Ruth, apesadumbrada.

-Lo siento, de verdad, ha sido una estupidez, yo...

-Espera un momento, espera un momento. Dilo otra vez, por favor.

-Voy a tener un hijo... Un hijo tuyo -añadió Ruth, por si Melvyn sentía la tentación de atribuirle a ella sola la responsabilidad de la procreación.

Pero en el rostro de Melvyn ya eataba apareciendo una enorme sonrisa. Abrazó a Ruth, la cogió en brazos y empezó a dar vueltas por la habitación.

-¡Es maravilloso!... ¡Un hijo! ¡Nosotros! ¡Increíble! -exclamó, llevándose las manos a la cabeza.

Ruth se mordió un labio.

-¿Estás seguro de que es maravilloso? Me refiero a que económicamente no nos lo podemos permitir, ¿no? Y además yo soy demasiado mayor, ¿no crees? ¿Qué vamos a hacer?

-No podría ser más feliz -dijo Melvyn-. Tengo treinta y cinco años y no veo la hora de ser padre..., creí que no sucedería nunca. ¿Económicamente? No sólo podemos, sino que nos lo permitiremos, no te quepa la menor duda. Y por lo que se refiere a la última pregunta, vendré a vivir aquí y empezaré a ocuparme de ti como es debido.

Ruth se quedó mirándolo. Aún no había pensado en la organización de la vida en casa. Sabía con toda seguridad que había como mínimo una persona que no lo aprobaría.

-Queda un cabo suelto.

-¿Cuál?

-Laura -dijo Ruth-. Todavía no se lo he dicho.

¿POR QUÉ ME SALE TODO MAL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora