Cuatro

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—¡¿Estas loca?! —gritó el rubio al escuchar a la chica decir que eran amantes y que a causa de eso los habían encerrado y mandado al mundo mortal. —¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡Yo jamás cometería tal aberración!

La azabache solo escuchaba como el rubio la gritaba, estaba un tanto asustada, pero trataba de no demostrarlo.

—Te borraron la memoria, por eso no me recuerdas.

Tomó las manos del rubio pero el se alejo como si ese simple toque lo quemara. Tomo con fuerza su cabeza tratando de calmarse un poco, lo que le había dicho no era para nada normal, era un delito.

Adrien no sabía si creerle o no, por un lado cuando estuvo en esa celda no recordaba nada, así que era posible de que le hayan borrado la memoria. Pero por otro lado era sumamente imposible de que un ángel y un demonio se enamoraran, simplemente no podía ser.

Respiró lentamente para evitar que algún civil que pasará por ahí decidiera andar de curioso y escuchará su conversación.

—Escucha... La verdad es que sí, no recuerdo nada de lo que paso en ese lugar. Pero ya me dijiste que eres un ángel y, ellos no tienen sentimientos, no tienen corazón... Para mí ellos son seres despreciables y no entiendo cómo éstos estúpidos mortales los ven como deidades, si los conocieran de verdad estaría seguro de que pensarían igual que yo. —esperó unos segundos y suspiró mirando como ella apretaba los labios y en su rostro se reflejaba el dolor, no sentiría pena, no por ella —Ahora si me disculpas tengo que regresar. —dijo Adrien con desprecio dándose la vuelta listo para irse.

—Pero... Yo... —la azabache miro sus pies avergonzada y triste por las duras palabras que le había dicho, no entendía porque decía eso, era mentira, ellos no eran así —Por favor, tienes que creerme. —suplicó.

—Dame una sola razón de por que debería hacerlo. —dudaba que tuviera alguna.

—Sé que no recuerdas nada, pero te prometo que haré todo lo posible para que lo hagas.

—Imposible. —una sonrisa sin gracia asomó por sus labios —Además el hacerme recordar no justifica nada... Eres un ángel, un ser despreciable sin remordimiento alguno... Eres repugnante.

Su odio hacia los ángeles era tanto que no pudo evitar ser cruel midiendo sus palabras.

Marinette solo se quedo ahí sin hacer nada, si se hubiera tratado de otra persona no le hubiera tomado importancia y tampoco se hubiera rebajado a responderle. Pero tratándose del rubio no pudo evitar el sentir como un fuerte dolor oprimía su pecho.

Adrien por otro lado ya se había ido dejando sola a la chica con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Sus rodillas impactaron en el asfalto y cubrió sus ojos con las manos restregando con fuerza, importándole poco si se hacía daño.

—¿Marinette? —preguntó una morena que iba pasando, acababa de salir de visitar a su novio y al escuchar los débiles sollozos en el interior de un callejón no pudo evitar investigar qué era lo que sucedía.

Marinette reconoció la voz de su amiga al instante.

—Alya. —apenas pudo hablar tratando de calmar su llanto.

—¿Que te pasa? ¿P- por qué estas llorando? —la morena se agachó preocupada hasta quedar frente a su amiga.

—Es sólo que yo vi... —se calló de repente al recordar que su amiga no sabia nada acerca de su pasado. —Olvídalo. —le dio una pequeña sonrisa forzada que para nada le agradó a su amiga. —Es algo sin importancia.

—¿Estás segura? —solo se limito a asentir —Sabes que puedes contar conmigo, no dudes en contarme si algo te preocupa. —nuevamente asintió y con ayuda de su amiga se puso de pie.

Marinette miró como del lujoso restaurante salían Adrien acompañado de la rubia que iba agarrada de su brazo, mejor dicho; pegada. Eso solo hacia que la opresión en su pecho aumentara.

Alya siguió la mirada de la azabache y se sorprendió con lo que vio.

—¡Pero mira nada más esa pareja de allá! ¡Parecen modelos! ¿No lo crees Marinette?

—Sin duda alguna. —respondió la azabache mirándolos sin expresión alguna, pero solo ella sabia que en su interior era como si todo se estuviera derrumbando.

—Creo que lo he visto en alguna parte —susurró la morena.

Nuevamente la opresión en su pecho llego, pero esta vez mas fuerte haciendo que agarrara su camisa con fuerza, esperando que el dolor disminuyera. No podía evitar mirar como el par de rubios no dejaban de sonreír mientras se perdían por las calles de la ciudad.

***

Espero que les este gustando al igual que a mi, igual el capítulo es un poco triste, pero ya verán que se vendrán cosas mejores, con unas pequeñas dificultades pero bueno... No olviden comentar y votar, me hace muy feliz y me motiva a seguir subiendo.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora