Veinte

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¿Qué si Marinette se sentía cómoda? No, por supuesto que no. Estaban en el cine, los tres. Chloe sentada a la izquierda, Adrien en la mitad y ella a la derecha.

Ni siquiera estaba prestando atención a la película, que por cierto era una comedia romántica que había elegido la rubia.

Estaba aburrida, sí. De vez en cuando miraba como Chloe Bourgeois enganchaba su brazo con el del modelo.

"¿En serio crees que él tiene solo ojos para ti?"

Decidió quitar su vista de allí; sus pensamientos estaban tomando otro camino. Reconoció la cabellera rojiza a dos asientos de donde estaba ella, lo descubrió observándola. El asiento junto a él estaba vacío así que con la excusa de ir al baño se dirigió a ese asiento.

—Nathaniel, ¿Cómo estás? —habló por lo bajo para que no la silenciaran.

El pelirojo se sorprendio ante el saludo de Marinette. Hacía bastante tiempo que ya no se veían.

—Eh... Bien.

Cortante.

—¿Estás solo? —miró haber si al otro lado del pelirrojo había alguien acompañándolo.

—Sí. —giró el rostro a la pantalla.

¿Era su imaginación o estaba tratando de evitarla? Algo raro sucedía. No se iba a andar con rodeos.

—¿Por qué me estas evitando?

El sobresalto por parte del pelirrojo sólo despejó sus dudas.

—No, no es nada. ¿Podrías guardar silencio por favor? Estoy tratando de ver esta película.

Muy bien. Eso le había dolido. Marinette había pensado que Nathaniel gustaba de ella y... ahora no sabía en que pensar. Aunque era mejor que sus sentimientos hubieran desaparecido, pero eso no justificaba el porqué el chico se comportaba de esa manera. Ella nunca llegó a tratarlo mal, incluso pensó que se volverían buenos amigos.

La película tardó unos minutos más en terminar y el chico se fue apresurado sin siquiera despedirse. Eso la sorprendió aún más, estaba por levantarse de su lugar también cuando algo llamó su atención. Un papel mal doblado donde estuvo sentado Nathaniel. Lo tomó sin pensarlo dos veces y al desdoblarlo y ver el contenido se sorprendió bastante que dudo si eso fuera real.

Era un dibujo.

Pero no cualquier dibujo, era un retrato de una persona; específicamente una chica. Los delicados trazos sólo la hicieron apreciar tan bello arte, la chica ahí pintada estaba con la mirada perdida y sentada con una pose digna de una dama.

Esa chica en el dibujo representaba la elegancia, la belleza y la pasión que sintió el artista al haberla dibujado.

Sintió celos de la chica, pero en el buen sentido. Se veía tan bien que se preguntó si ella podría llegar a tener esa misma elegancia algún día.

La chica en el retrato era Chloe Bourgeois.

—¿Ocurre algo?

Saltó asustada en su lugar y como auto reflejo arrugó el papel y se giró con sus manos tras la espalda.

—Y-yo. Nada. —se maldijo mentalmente por tartamudear, últimamente eso se le hacía tan común.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora