Once

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—¿Por qué huyes Marinette?

—No estoy huyendo, es solo que me siento asfixiada en un ambiente como ese y que tu me sigas molestando no ayuda en nada.

Caminaba a paso veloz para evitar la cercanía de Adrien, pero no lo podía evitar, ya que el señor piernas largas la alcanzaba sin dificultad alguna.

—¿Y por qué vas por aquí? Tu edificio queda del otro lado. —dijo apuntando en dirección contraria.

—Si, es sólo que... —de repente tuvo en cuenta algo, Chat era el que conocía su edificio, no Adrien —¿Y tu cómo sabes dónde vivo?

Adrien ni siquiera titubeó al decir su respuesta.

—Todo París lo sabe.

Marinette lo miró dudosa y retomo su camino para rodear toda la manzana hasta su edificio. No le tomó mucho, en pocos minutos estuvo entrando a su hogar, regresó a ver si Adrien la seguía y efectivamente estaba a unos pasos de ella con una sonrisa admirando el edificio, justo donde quedaba el piso de la chica que había visitado la noche anterior como Chat.

—Lindo hogar, Marinette.

—Gracias. Ahora puedes irte, por favor.

Observo detenidamente el rostro de la azabache, esto puso incómoda a Marinette, no era justo que ella se comportará de manera cortante y evasiva, pero primero había que ver la actitud del rubio antes de criticar, era como una especie de trueque. Si, así se le podía llamar a eso.

—¿No me invitas a pasar?

Obviamente que esa propuesta era muy tentativa para la chica, quería decirle que sí, pero retuvo la respuesta en sus adentros, entorno sus ojos e hizo un gesto exagerado con las manos que incluso ella misma no supo que fue lo que había acabado de hacer y Adrien tampoco. Su mirada lo decía, había echo el ridículo frente al rubio. De nuevo.

—Eh. No, no debes. Descuida.

—El tomate —Marinette lo miró inquisitiva esperando a que continuará, esperaba no comenzar una discusión —. Está esperándote allá adentro.

Adrien apretó su mandíbula evitando que el insulto que iba dirigido al pelirrojo saliera por su boca. De verdad que ese chico ya le estaba resultando molesto.

Marinette miró hacia el interior del edificio y diviso al pelirrojo sentado en los asientos del rincón leyendo una revista. No sabia que era lo que hacia ahí, pero lo averiguaría.

—Bueno. Nos volveremos a ver pronto Adrien. —una sonrisa de cortesía brotó de sus labios. 

—Más pronto de lo que esperas... Princesa.

Marinette no logro escuchar las últimas palabras del rubio, pero le resto importancia y se adentro en el edificio.

Cuando estuvo en el interior se encaminó hasta donde estaba Nathaniel, él por su parte sonrió al ver a Marinette acercarse.

—Nathaniel, que sorpresa —le dio una sonrisa amable, y vaya que era una sorpresa, jamás se imagino tenerlo ahí —¿A qué se debe tu visita?

—Ah, es solo que quería invitarte a salir. Podemos ir al parque si gustas. Claro, solo si no tienes algún compromiso.

El chico le agradaba, no lo negaba. Pero como ya lo había mencionado, no era su tipo. No lo veía como mas que a un amigo.

—Lo siento Nathaniel, pero de verdad no estoy de humor para salir. Perdón.

—Oh no te preocupes. —la decepción invadió el rostro del pelirrojo por mas que trato de disimular —Será para otro día.

Y sin decir más salió del edificio. Marinette se sintió culpable por lo sucedido, no le gustaba que la gente sufriera, sobretodo si era por su culpa. Odiaba ese sentimiento, en especial cuando le recordaba que gracias a ella Adrien estaba como estaba. Resopló ante ese mal recuerdo, no era bueno pensar en esas cosas. Subió las escaleras hasta su piso. Se sorprendió y asustó al ver su hogar en total oscuridad, no recordaba haber dejado las cortinas cerradas, la tenue luz que provenía de la ventana hizo que mirara hacia el sofá donde un suave movimiento la alertó. Suspiro cansada, lo único que quería era dormir.

—Chat. En este momento no estoy de humor para tus visitas.

Camino a ciegas y encendió la lampara que iluminó la mitad de la sala, miró al sofá pero solo se encontró con su abrigo y la manga que se mecía suavemente en el filo de éste. Era eso lo que se había movido. Su televisor se encendió y apretó sus labios con fuerza, todo se estaba volviendo extraño.

—Chat. Si estas pensando en asustarme... Pues te diré que estas perdiendo tu tiempo. Sé que eres tú.

El sonido de su viejo refrigerador la sobresalto y corrió hasta su habitación, jamás le gustaron las películas de misterio o terror y ahora mismo se sentía dentro de una. Se metió dentro de su cama bajo la manta y cerró los ojos con fuerza. Se estaba comportando como una niña y juró que si el causante de eso era Chat, lo mataría. Quedó congelada cuando a su lado sintió el colchón hundirse y luego de escuchar esa ya conocida risa cargada de burla se sintió muy estúpida, pero sobretodo furiosa.

—¿Te asusté? —preguntó con diversión al ver a la chica envuelta en mantas hecha un ovillo.

—¡Eres un tonto! —fue lo que dijo Marinette antes de tomar su almohada y estamparla en el rostro de Chat.

—Oye princesa, ten mas cuidado. —rodeó la cama esquivando demás objetos y almohadas que se encontrasen cerca de la azabache, logro estar detrás de la chica y la tomo de sus hombros ejerciendo presión, haciendo que Marinette se encogiera por el dolor —Estas muy tensa. ¿Sabes? ¿Qué te parece si esta noche te llevo a un lugar donde te sentirás mejor.

Marinette se sintió un poco más calmada por los masajes que le estaba dando el felino.  Pero no por eso se olvidaría tan fácil de lo sucedido hace pocos minutos.

—No estoy de-

—¡Oh vamos! Esto te animará, lo juro. —interrumpió el rubio.

Suspiro agotada. Tal vez necesitaba un respiro.

—Está bien.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora