Ocho

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Sola, con un pijama de invierno, recostada en el sofá con todas las golosinas que le fueran posibles, en una noche lluviosa mirando películas de cualquier genero; era simplemente grandioso. Haber visto el atardecer desde su balcón era como una rutina que cumplía en varias ocasiones, sentir el sereno de los rayos del sol era un sentimiento que no podía expresar con palabras y después de eso ver películas, lo describía con un sentimiento de calma y tranquilidad absoluta.

Marinette se encontraba recostada en el sofá, cabeceando por el sueño que poco a poco la invadía, era poco menos de la medianoche y las incontrolables ganas de llegar hasta su cama no paraban de cruzarsele por la cabeza, si tan solo sus piernas obedecieran.

Un golpe en la puerta corrediza de vidrio que llevaba al balcón la sacaron de su ensoñación. Espero un nuevo golpe, pero tal vez solo había sido una jugada que le estaba cobrando su mente ya que pasaron varios segundos de no escuchar nada además del golpeteo de la lluvia.

Su vista volvió a la pantalla donde se reproducía la película, pero no pasaron mas que un par de minutos antes de volver a escuchar el leve golpeteo que en definitiva no era a causa de la lluvia.

No fue uno, sino tres golpes similares a los de una persona tocando la puerta.

Pero era imposible, ya que su piso estaba en el nivel cinco y era casi medianoche, sin mencionar el hecho de que estaban golpeando por el lado del balcón cuando ni siquiera habían escaleras de emergencia como usualmente la mayoría de los edificios las poseen. Solo un psicópata se atrevería a salir a mitad de la noche y en medio de la lluvia a golpear la puerta de tu balcón.

O un ladrón, pensó Marinette al instante.

Pero un ladrón no tocaría la puerta sino que rompería el cristal sin temor alguno.

Los suaves golpes se repitieron nuevamente y esta vez, decidida salió en busca del causante de tal alboroto, no sin antes tomar uno de los sartenes de su cocina utilizándolo como arma para poder defenderse, -había visto una película donde lo utilizaban como arma y funcionaba muy bien- le sería útil a menos que la persona que estaba allá afuera tuviera un arma.

Llegó frente a la puerta corrediza y movió un poco la cortina que estaba colgada evitando que alguien mirara el interior de su piso. No pudo ver nada desde la posición en la que se encontraba, así que sin mas abrió la puerta corrediza con determinación alistando su arma.

—¿Quién eres y qué haces aquí?

Pregunto al ver una silueta masculina sentada sobre las barandas del balcón.

—¿Quién eres y que haces aquí? —repitió Marinette con determinación cuando noto que la figura se movía un poco.

Si iba a morir por lo menos moriría luchando y no como una cobarde.

Era un hombre, en definitiva era un hombre. No podía ver claramente, la figura solo se veía como una simple silueta oscura bajo la lluvia, no identificaba absolutamente nada de él, solo el hecho de que era de complexión delgada y alta, nada más.

—N- no te quedes callado, ¡habla!

Trató de sonar ruda, pero sin duda el miedo la invadía por todas partes, podía suceder cualquier cosa con un psicópata como aquel. Robarle, violarla o incluso matarla, ninguna de esas opciones favorecía a Marinette.

—¿Crees que con eso lograras vencerme? —escucho la voz cargada de mofa de la silueta masculina.

Marinette apretó el entrecejo al escuchar esa voz que le resultaba familiar. Entro de vuelta en su piso, corrió los más rápido que pudo tratando de no caerse hasta llegar al apagador de la luz y encenderla, regresó nuevamente al balcón, pero ya no había nadie en ese lugar, se asomó para ver si esa silueta huyó por las calles y no encontró nada sospechoso. Se dio la vuelta para entrar y pegó un pequeño brinco en su lugar cuando se encontró de frente con la gran sonrisa de la silueta misteriosa.

Se alejo de él, y lo estudio detenidamente. Estaba enfundado en un traje completamente negro; acompañado de unas botas, guantes y un antifaz que cubría la mitad de su rostro, todo era del mismo color, Marinette supuso que era de cuero, había un pequeño cascabel dorado alrededor de su cuello. Examino sus ojos con detenimiento, eran verdes, pero no solo la cornea, el ojo completo era verde, eran igual a los de un gato. Y era así, porque luego se percató de las orejas negras de gato en su cabeza y mas cuando un listón negro se ondeó detrás del chico simulando ser la cola de un gato.

—¿Qué eres? —la pregunta salió de los labios de Marinette sin siquiera haberlo predicho.

La sonrisa socarrona del felino no se hizo esperar: —¿Es tan difícil de creer mi pequeña acosadora?

—Adrien —susurró con asombro.

Por supuesto, ¿cómo no se le había pasado por la cabeza? Ni siquiera lo habría imaginado. Su cabello rubio y alborotado y sus ojos.

¡Sus ojos! Eran casi iguales a cuando él aún era un demonio. Como pudo haber sido tan ingenua. Aunque pudo reconocer un poco su voz, pero solo había una persona que la llamaba acosadora y era Adrien.

—Vaya, de verdad te vez muy sorprendida. Creo que mi belleza te cautivó. O quizá, ¿te comí la lengua? —fue un juego de palabras bastante malo pensó Marinette.

Aunque su actitud era muy diferente a la de Adrien. Así que como ya no era un desconocido, decidió jugar un poco con él.

—Oh no. Es solo que me recuerdas a alguien, pero viéndolo bien, no eres para nada parecido a Adrien. ¿Sabes? Incluso me agradas más, él es un engreído. —ocultó la sonrisa que estaba dando con su mano.

—¿Qué has dicho? —se mostró sorprendido.

—He dicho la verdad. ¡Ah! Deberías conocerlo, aunque te aconsejo que no lo hicieras. Pensé que era un buen chico, ya sabes; un tipo que parece agradable. ¡Pero no! Jamás te dejes guiar por las apariencias. Él, no es mas que un engreído príncipe mimado por todos, sin escrúpulos, grosero, odioso. Ah —imitó un suspiro que le salió a la perfección —Me quedaría toda la noche aquí diciéndote más sobre él y aun así no terminaría... Pero ya, eso es otro cuento, dime mejor tu nombre.

El felino que de por sí era Adrien se encontraba estupefacto por las palabras de Marinette. ¿Era verdad lo que había dicho? O tal vez solo estaba jugando, si así era, entonces era mejor seguirle la corriente. Aunque se veía muy convincente.

—Oh princesa, mi nombre es Chat Noir. Un gusto. —dijo el coqueto felino besando la mano de la chica como todo un caballero.

—¿Chat Noir?[*] Vaya, que original. —habló Marinette con sarcasmo.

—Deberías sentirte alagada porque un gato bien parecido viene a visitarte a altas horas de la noche.

Marinette reprimió la gran risotada que estaba por salir.

—Si claro, tienes mucha razón. Me siento muuuy alagada. De verdad lo hago. —el sarcasmo que utilizaba se notaba a kilómetros.

—¿Quien no lo haría? Así que como una linda y bondadosa princesa, tu deber es darle un poco de comida a este pobre gato callejero.

—Si. Lo haría, pero en primer lugar: No soy una princesa. Y en segundo lugar: Eres un desconocido para mi y no me interesa hacerlo, así que adiós.

Fue lo ultimo que dijo Marinette antes de entrar a su piso, dejando al rubio con la palabra en la boca.

***

[*] "Chat NoirGato Negro (en francés)"

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora