Nueve

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—¡Espera! ¡Espera! —el felino hizo que Marinette le prestara su atención —¿Por qué no te apiadas de este pobre gatito? Se una buena princesa. —hizo un fingido gesto de tristeza.

—Gatito. Yo creo que te equivocaste de princesa.

—Marinette Dupain -Cheng, es tu nombre ¿cierto? O me equivoco... Ángel. —la azabache se tenso al instante.

Bueno, Adrien debía admitir que estaba mal jugar con esas cosas, aunque él mismo ya se estaba convenciendo de que ella era un ángel, pero llamarla de ese modo hizo que Marinette lo mirara con intensidad a los ojos. La amnesia podría curarse por si sola, pero poco a poco: con pequeños fragmentos de recuerdos importantes. Eso es lo que había leído en internet, aunque también decía que muy pocas veces podrían curarse. Él jamás había admitido o siquiera mencionado el tema. Era como algo prohibido.

—Sí, así es. Te pareces a un ángel, princesa.

Eso hizo que sus esperanzas se fueran al suelo. Ella no se parecía, era uno. Pero él solo estaba jugando con ella de seguro. Quería jugar a otro papel, así que ella también lo haría.

—Y tu un simple gato callejero. —su intensión no era ofenderlo, y supo que el rubio no lo había tomado en serio cuando fingió indignación.

—Oh. ¿Entonces le gustaría adoptar a éste pobre gato callejero?

Debía admitir que le agradaba estar con él, le hacia sacar una sonrisa y de verdad que las necesitaba. Últimamente no se encontraba bien emocionalmente.

—Claro ¿por qué no? —dijo con una pequeña sonrisa —si gustas puedes pasar.

Se hizo a un lado para que él ingresara a su propiedad. Chat se vio confundido por su repentino cambio.

—¿En serio te estas fiando de un desconocido?

—¿No fuiste tu el que insistía en que me apiade de ti? Así que puedes seguir...

El rubio gruñó ante esa afirmación, era cierto, pero no por eso debía dejar seguir a un hombre disfrazado a su hogar, ¿era así de confiada?

—Pero te advierto que tengo un arma.

Sonrió. Eso si ya era distinto.

—¿Hablas del sartén con el que me ibas a golpear hace unos momentos?

Se quedó sin palabras. Eso mismo haría si se pasaba de listo, pero no debía porque enterarse. Sabía que era ridículo usar un sartén como arma, pero por lo menos lograría noquearlo... De nuevo estaba delirando.

—Sí, por si no lo sabes eso puede llegar a dejarte inconsciente.

—¡Princesa! —hizo que su cuerpo temblará y sonrió con mofa —Mírame, estoy temblando.

Marinette no pudo evitar reír por el exagerado gesto que hizo el rubio. Y por su parte él también no pudo evitar reír junto a ella. Sin duda la sonrisa de la chica era linda, jamas había visto reír así a la chica y lo consideraba un privilegio. Se prometió hacerla sonreír siempre que se vieran.

—Chat —Marinette sonrió mientras decía el nombre del rubio. Lo llamaría así de ahora en adelante.

—Dime princesa.

—Puedes pasar, si quieres puedo darte un poco de leche y galletas. —como él se lo había dicho, debía brindarle un poco de su amabilidad.

—De verdad me siento muy alagado al ser invitado por tan bella dama, pero ya es muy tarde y sería indebido, así que he de visitarte pronto. —con una reverencia dio por terminado su discurso.

—Primero quieres entrar y ahora no —se burló por la indecisión del rubio —.No debes ser tan formal, Chat Noir. Y a lo otro... me alegraría que lo hicieras. —el tono de su voz fue disminuyendo.

Se estaba refiriendo a lo de visitarla pronto y claro que lo cumpliría. Vio como la azabache se sonrojaba, debía agradecer poder ver en la oscuridad ya que la tenue luz que salia de adentro no ayudaba a vislumbrar los rostros de quienes se encontraban ahí. En eso recordó el beso que se dieron esa mañana.

Mierda. ¿Por qué no podía besarla y ya?

Chat torció sus labios en señal de frustración, ese beso que se dieron no se esfumaba de su cabeza y sería un mentiroso si dijera que no le gustó y que no lo quería volver a repetir. Porque si quería y lo conseguiría, pero por ahora no.

Marinette se encontraba mirando sus pies esperando a que el rubio hablara. ¿Había sido un descaro decirle eso?

—Lo haré princesa. Más pronto de lo que esperas.

Todo se había tornado serio en un instante, las últimas palabras que dijo Chat fueron como una promesa hecha para ella y para él mismo.

Chat se subió y sentó en la barandilla del balcón, con una gran sonrisa miró a Marinette y comenzó a mecerse peligrosamente hacia las calles parisinas.

—¡Cuidado! —se horrorizó al ver como Chat perdía el equilibrio o eso supuso.

—Oh, mi princesa está preocupada por mí. —hizo un mohín con sus labios.

¡Estaban desde un quinto nivel por todos los cielos! Podía caerse y lastimarse.

—¿Quieres ver algo grandioso? —dijo con una gran sonrisa que le inspiro algo de confianza.

Asintió dudosa, y palideció cuando el rubio, como si fuera la cosa mas normal del mundo se lanzo hacia atrás, se asomo por el balcón para mirar hacia las calles. Se sorprendió al verlo de pie sin ningún rasguño.

Voilà.

—¡¿Es qué eres tonto?! ¡Eso fue peligroso! —el susto que le había dado no fue para más.

—Tranquila ¿sabías que los gatos siempre caen de pie?

Marinette gruñó ante tal aclaración y sin regresar a verlo regresó adentro.

—¡Nos vemos princesa!

Fue lo último que escucho antes de cerrar la puerta corrediza.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora