25 de Octubre, 1.946Podría ser llamado el lugar de la felicidad , de la paz infinita, o Cielo por los simples mortales; en este lugar habitaban seres o criaturas que estaban llenos de bondad, empatía o cualquier otro tipo de buenos valores, más conocidos como ángeles. Cerca de ahí se encontraba una hermosa chica de cabellos azabaches, piel tan blanca y cremosa que hacían contraste con su oscura cabellera, su belleza era simplemente indescriptible; su nombre era Marinette. Ella estaba sentada en una de las muchas fuentes que se encontraban lejos del jardín, logrando así que nadie la mirara.
No muy lejos de ella una sombra se escabullía, evitando ser visto; obviamente no fue una tarea sencilla teniendo en cuenta que para llegar desde el averno hasta el cielo tenía que pasar por el purgatorio dónde los mortales después de morir expíaban sus pecados, ese sin duda era el camino más largo que debía tomar porque no existía otro, además que era bastante difícil cruzar por todos los obstáculos y desafios que allí habían, sin contar con los demás obstáculos que también se encontraban en el mismo infierno; todo esto estaba custodiado por los grandes guardianes del cielo.
Una vez llegó al lugar acordado camino sin emitir ruido alguno y se posicionó tras la chica para poder susurrarle.
—He llegado. —la nombrada se dio la vuelta al reconocer a la persona proveniente de esa voz.
—Adrien. —susurro la azabache con una pequeña sonrisa en su rostro.
El chico que se encontraba delante de ella era alto, delgado, rubio y con unos ojos tan verdes y brillantes -ya que en el averno no se podía ver nada más que oscuridad y solo los demonios tenían la habilidad de ver a través de ella- que se podrían comparar con los de un mismo gato en la oscuridad. Pero lo que mas se distinguían además de sus ojos; eran unos pequeños cuernos que sobresalían a los costados de su cabeza, estos eran cubiertos por la capucha que tenía su suéter negro. Adrien se sentó a su lado con algo de timidez, ya que al estar cerca de una chica como ella, se sentía como estar en el mismísimo cielo... Literalmente.
—Mi dulce Marinette. —dijo el demonio sujetando su mano para después dejar un casto beso sobre ésta y sentarse a su lado.
Todo lo que ellos dos sentían en ese momento era indescriptible, cada momento por más corto que fuese era suficiente.
Era tan... Perfecto.
Un amor entre un ángel y un demonio, un amor prohibido que si algún día fuera descubierto, las consecuencias serían ciertamente desastrosas. Pero a ellos eso no les importaba, solo vivían el presente.
Sus miradas se cruzaron y se fueron acercando lentamente disfrutando de cada segundo que pasaba. Anhelando por lo que pronto vendría, por ese roce que tanto ansiaban.
Eso no les duro demasiado cuando el rubio fue alejado violentamente de la chica, los causantes habían sido dos guardianes que sujetaron a Adrien de los brazos y lo alejaron de su amada, su mundo se derrumbo en mil pedazos al saberse descubiertos.
Un tercer guardián de rango mayor se acerco a la azabache, no había mas que seriedad y enojo en su rostro y eso les daba cierto temor a la pareja de amantes por lo que podría suceder.
—Sabía que algo tramabas Marinette —dijo el guardián con voz firme sin quitarle la mirada de encima, le parecía demasiado raro que una de sus aprendices últimamente desapareciera casi todos los días sin cumplir con sus obligaciones y mentir que si las había realizado, esa tarde había decidido seguirlos y fue lo peor que alguna vez vio— ...Pero jamás imagine que eran algo tan repugnante como esto. —el guardián al decir esa última frase se mostró asqueado mientras negaba con su cabeza totalmente decepcionado al ver a una de sus aprendices más sobresalientes cometer tal atrocidad.
Por otro lado la azabache no mostraba ningún sigo de vergüenza ni arrepentimiento, mantenía su frente en alto. No quería demostrar que lo que había hecho estaba mal, porque para ella no lo estaba.
Al ver esto, el guardián impacto su gran mano contra una de las mejillas de Marinette; tal fue la fuerza que implementó que envío a la azabache directo al suelo. Adrien quiso soltarse al ver como ese terrible ser lastimaba a su amada, pero los que lo tenían sujetado se lo impidieron apretando más su agarre.
—¿Qué tramabas con esta cosa? —señalo con desprecio al rubio.
—Nada. —contesto la chica sin sentimiento alguno mirándolo directamente a la cara aún arrodillada en el suelo y sujetando el lado punzante de su cara que había a golpeado.
—¿Entonces que hacía esto aquí? —hablo otro de los guardianes.
—No lo digan como si fuera un objeto... Su nombre es Adrien. —masculló entre dientes enojada al ver como se referían a su amado.
—¿Y crees que eso me importa? Es un demonio, y ellos no pertenecen a este lugar. Esas cosas son repugnantes. —dijo el guardián que estaba junto a ella.
—Él no es así... Y-yo lo... Yo lo amo. —un suspiro salió de la boca de la azabache. Lo había admitido, por fin lo había dicho.
Los guardianes al oír esto solo se miraron entre sí, antes de asentir, era obvio que no podían pasar esta situación por alto.
—Sabes que esto merece un castigo. —Marinette solo asintio —Deberás pagar por tus pecados... Te enviaremos a un lugar donde pagarás las consecuencias de tus actos y sufrirás por todo lo que has hecho aquí.
La azabache solo escuchaba sin decir palabra alguna, ella tenía un leve presentimiento de que esto ocurriría, pero prefería sufrir ella, antes de ver a su amado sufrir. Uno de los guardianes se acerco a Adrien y su mano se enterró violentamente en el pecho del rubio, haciendo que este gritara de dolor.
—¡¡¡NO!!! —por primera vez Marinette grito con intenciones de acercarse al demonio, pero el guardián la sujeto de los hombros con fuerza —¡DÉJENLO! ¡ÉL NO TIENE LA CULPA! —volvió a gritar sin importar que su garganta se estuviera desgarrando.
Escuchar los fuertes alaridos del rubio no hacían más que oprimirle el corazón, sentía que algo se rompía dentro de ella al no poder hacer nada, todo lo que quería era que ellos se detuvieran y solo la castigaran a ella.
—Él estará bien, pero ya nunca mas te recordara... Nunca. —hablo el guardián con firmeza sin ningún signo de compasión.
La azabache solo pudo llorar mirando como el inconsciente cuerpo de su amado caía al suelo. Sus ojos ardían y no podía ver bien por las lágrimas que salían de éstos; de un momento a otro sintió como la oscuridad invadía su cuerpo hasta caer en la inconsciencia.

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Ángeles y Demonios
FanfictionUn amor entre un ángel y un demonio, un amor prohibido que si algún día fuese descubierto, las consecuencias serían ciertamente desastrosas. Pero a ellos eso no les importaba, solo vivían el momento. Miraculous AU*