Capítulo 4

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Cuando llegamos Oriana y yo al restaurante ya había gente dentro de él. Entramos a los vestuarios y dejamos nuestras cosas en nuestras respectivas taquillas, ya con el uniforme salimos a trabajar, me enseñaron como iba la caja, como se trabajaba en la barra y sirviendo en las mesas, como había que tratar a los clientes. Mis compañeros se portaron muy bien conmigo, tuvieron mucha paciencia. En la hora de la comida todo fue más caótico, muchas comandas, mucha gente y mucho estrés pero conseguimos sacarlo adelante.

Acabo mi turno y fui hacía los horarios para saber qué día libraba. La conversación de la noche anterior con Raúl no fue muy bien, se enfadó y yo llegaba a entender hasta un punto su enfado pero él tenía que entenderme a mí. En el calendario ponía que el domingo trabajaba de tarde- noche; entraba a las 17:00 y salía a las 00:00. A lo mejor podía ir la mañana del domingo a verles, me iba pronto y así me daba tiempo a volver a trabajar.

-El viernes se sale entonces ¿no?- me dijo Oriana señalando que no trabajaba el sábado.

-Ya veremos- le comenté-. Depende lo cansada que este porque salgo tarde- salía a las doce de la noche y lo último que me apetecía era salir.

-Bueno- comentó Oriana.

-¿Vamos a comer algo?- nos preguntó Andrea que junto a nosotras ya había acabado el turno.

Aceptamos y nos fuimos al Mc Donalds a comer.

Andrea era una chica pelirroja con la tez clara y muy pecosa, estaba un poco gordita pero tenía una energía increíble. Tenía 25 años y vivía con su pareja en un piso cerca del restaurante. Llevaba trabajando en el restaurante desde los 18 años, ella llegó a Madrid por el mismo motivo que yo, estaba en un centro de menores del País Vasco y vino a Madrid para estudiar. Tenía la carrera de psicología pero no había conseguido trabajo en lo suyo.

-Chicas, yo me tengo que ir ya que tengo que comprar algunas cosas en el supermercado- las comenté levantándome de la mesa y poniéndome el abrigo.

-Ya nos vamos todas- dijo Oriana poniéndose el abrigo ella también.

Ellas ya se habían ido y yo entré al supermercado. Recorrí los pasillos metiendo en el carro todo lo que me hacía falta. Estaba en el pasillo de la leche y no llegaba a los seis cartones que había de la leche desnatada que me gustaba. Me giré en busca de un empleado pero no había nadie cerca.

-¿Necesitas ayuda?- me preguntó un chico joven, alto y moreno.

-No, bueno sí, estaría bien- le contesté riéndome y mirando la leche.

El chico cogió los cartones con un brazo pudiendo apreciar, gracias a su camiseta de manga corta, como su bíceps se marcaba.

-Gracias- le agradecí cogiendo los cartones y dejándolos en el carro.

El chico me sonrió y se fue en dirección contraria. Era muy guapo además de corpulento, tenía los ojos claros e iba muy bien vestido. Tras unos segundos de reflexión conmigo misma seguí llenando el carro de la compra. Fui a las cajas a pagar, tras colocar toda mi compra en la cinta transportadora espere a que la cajera empezase a pasar mi compra. Cogí mi móvil y vi que había dos llamadas pérdidas del centro de menores, perpleja guarde el móvil en el bolso y miré hacia el frente. El chico de la leche estaba en la caja de al lado con un chico más, este era castaño con gafas y de su altura pero más delgado. Me quede mirando hasta que vi como el moreno giraba su cabeza hacía mi lado, aparté la mirada y saludé a la cajera mientras guardaba en bolsas la compra. Miré de reojo a su lado y vi como los dos me miraban, volví a apartar la mirada.

-Son cuarenta y cinco con noventa y tres- me dijo la cajera.

Yo la di la tarjeta de crédito y esperé a que me diese la maquina donde poner el pin.

¿Confías en mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora