Karma | Isaac García

006

A la mañana siguiente tal como lo dijo Isaac, nadie hablaba de la pelea, pero todos nos miraban con curiosidad, atentos a los movimientos que hiciéramos.

Tan pronto como vi a Isaac me senté a su lado en la clase.

—¿Ya lo notaste? —Pregunté.

—Sí. —Sonrió mientras seguía leyendo su libro.—No he escuchado ni una sola palabra sobre la pelea de los baños.

—Pero sobre nosotros... Cuando pasé entre la gente del pasillo, escuché tu nombre al menos 10 veces. ¿Cómo sabías que esto pasaría?

—Si quieres disipar un rumor, haz algo más grande. Y mejor si es con algún Walker.

—Es increíble. Gracias Isaac, siento que debería besarte. —Dije eufórica.

—No suelo hacerlo con alguien a quien conozco hace menos de una semana.

—Es una expresión, tonto.

Isaac me miró por primera vez desde que entré al salón de clase y asintió lentamente. ¿Qué significaba eso?

Las clases de la mañana transcurrieron tranquilamente, no fue hasta el final de estas que busqué a Jasmine entre los demás para ir a la cafetería a almorzar.

—Oye. —Le dije cuando la vi. Ella nisiquiera me miró, así que la seguí. —Jasmine. —Dije en cuanto salimos del salón.

—¿Qué quieres? —Contestó mientras se giraba con una cierta molestia en la cara.

—No. ¿Qué sucede contigo? —Dije molesta.

—Te dije que no te acercarás a los García. —Soltó molesta.—Y nisiquiera me dijiste que te peleaste con Samantha. ¿Me consideras tu mejor amiga?

—Escucha, los García no son como piensas. —suspiré.—Isaac es un buen chico, algo molesto a veces pero-

—Tonterías. —Se giró.

—Espera, Jasmine, escúchame. —Dije tratando de igualar su paso. —No entiendo porque te molesta tanto.

—Algo que nunca te dije. —Jasmine paró en seco.— Lee me trató mal después de ese beso, y ambos se rieron de mi. —La miré a los ojos, jamás la había visto así de vulnerable.

—Lo siento, yo- —Suspiré.— No lo sabía.

—No importa, ¿sabes qué? no te detendré, si quieres tener algo con Isaac o con quien quieras. Pero te estoy advirtiendo, conozco su verdadera cara. —Dijo caminando a la cafetería esta vez a paso más lento.

—Él y yo no somos nada. —Al escuchar eso Jasmine pareció regresar su atención a mi. —Sólo me tomó de la mano para disipar los rumores sobre la pelea. Yo se lo pedí.

En realidad no se lo había pedido yo, pero no sé porque lo dije así.

—Está bien, dejemos ese tema de lado. —Se limpió las lágrimas que estaban comenzando a brotar por sus ojos. —Vayamos a almorzar y olvidémonos de esta tontería.

[...]

Más tarde, me encontraba fuera de la oficina del director, esperando que Samantha saliera, para posteriormente entrar yo, a ambas nos iban a castigar y si ninguna le echaba la culpa a la otra es probable que nos nos asignaran tantas horas de servicio.

La puerta se abrió y Samantha salió echa furia.

—Escucha. —Soltó enojada. Estaba hechando humo. —Di mi versión, pero tu tonto noviecito no pudo controlar su bocota y le dijo todo al director.

—¿Te refieres a Isaac? —Pregunté confundida.

—Esto no acaba aquí Janne. —Dijo antes de salir de ahí.

Me levanté de mi lugar y entre a la oficina del director.

—Siéntate Janne.

Asentí y me senté en una de las sillas del escritorio frente a él.

—No eres una estudiante que haga estas cosas. Leí detenidamente las hojas de disculpa que escribieron. Debo reconocerlo, Isaac no sabe como disculparse así que más bien escribió una carta de acusación contra Samantha.

Sonreí.

—Te haré una última pregunta. ¿Ambas empezaron la pelea? Si no es así, dime quién fue.

—Fue Samantha, señor. —Contesté segura, rompiendo mi trato con Samantha. La carta de Isaac me respaldaba, era mi protección.

—¿La razón?

—Quizás la provoque con mis palabras. Pero déjeme ser clara, ella es ex-novia de mi hermano, siempre nos hemos hablado así, si esta vez se metió conmigo fue porque ya no está saliendo con mi hermano. —El director asintió ante mi respuesta.

—Tendrás que hacer 10 horas de servicio. Por ser la primera vez que haces algo así. Confío en que no volverá a suceder. Puedes irte. Tienes clase.

Asentí y me levanté de mi lugar, estaba por salir pero la curiosidad me mataba por dentro. Me giré.

—¿Puedo leer lo que escribió Isaac, señor? —Pregunté esperando que me respondiera que sí.

Me miró confundido pero asintió y colocó las hojas del lado contrario de su escritorio.

—Realmente te aprecia. Es un buen chico, pero no sabe disculparse. —río—Espero que no le digas que te la di.