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Habíamos llegado a mi habitación, de alguna forma.

No estaba segura de como hacer esto, me imaginaba que Isaac como yo alguna vez, en algún punto de su vida, había visto algo de porno <que por supuesto esta mal> pero ¡oh vamos! en algún momento de mi vida sentí curiosidad, ahora no estaba segura de si lo que vi era correcto. Pero quería hacerlo ahora, aquí y con él.

—No deberíamos hacer esto sin...

—Alguno de esos tontos debe tener. —Le dije separándome de Isaac.

Estaba deseando que el momento llegase, con rapidez alcancé el cuarto de Jonas y abrí el cajón de su mesita de noche, que cliché, pero no había un mejor lugar para esconder aquello. Tomé un condón y rápidamente regresé a mi habitación cerrando la puerta detrás mío.

Isaac se acercó a mi y me envolvió en un beso. Su firme agarre bajó a mi trasero, lo apretó y masajeo empujándome contra él una vez más. Soltó una mano de mi trasero y la llevo a mi zona íntima. Masajeo mi clitoris por debajo de mi ropa a lo que yo gemía. Se sentía tan bien.

—Mierda Isaac. —Gemí.— ¿Que me estás haciendo?

Isaac no dijo nada sólo callo mis gemidos con un beso. Se inclinó un poco encima de mi y recorrió mi costado con un dedo. Mi piel se erizó en respuesta.

Isaac trataba de ir lento, por supuesto no quería lastimarme por más impaciente que me encontrara, y ambos queríamos que fuera un momento para recordar.

Isaac se deshizo rápido de su playera, en cuanto lo vi supe que hacer y me deshice de mi ropa con algo de trabajo, ambos estábamos en ropa interior ahora.
Con delicadeza me recosté en la cama, Isaac me siguió y se inclinó hacia mí.

—Eres hermosa, Janne. —susurró al tiempo que dejaba un beso en la piel entre mis pechos.

Isaac me observó por unos momentos con una mirada lasciva y luego me ayudó a deshacerme de mi sujetador. Se inclinó con decisión hacia un lado, trazando con su lengua por mis pezones.

Tomé aire debajo suyo, quería más. Ese fue el incentivo que Isaac necesitó para cerrar sus labios sobre mi pezón erecto. Lo succionó, con esmero y al mismo tiempo con lentitud.

Solté un gemido y en un movimiento involuntario, abrí las piernas y levanté las caderas, chocándolas contra la ingle de Isaac. Él soltó un gemido, era glorioso escucharlo hacer aquello.

—¡Mierda, lo siento! —Le dije sintiendo como mis mejillas se llenaban de calor, él sonrió, subiendo a mi cuello para dejar un beso allí.

—No te preocupes. Puedes hacer lo que quieras conmigo. —Dijo Isaac dejando besos sobre todo mi cuerpo para luego reanudar la succión en el otro pezón. Me mordí los labios para no gritar.

Mi cuerpo por impulso quiso arquearse de nuevo, pero ésta vez me detuve agarrándome fuertemente al al colchón con ambas manos.

Isaac continuaba dejando besos por toda la piel entre mis pechos y luego bajó, acariciando con ternura y sutileza mu vientre. Cuando por fin sentí que iba a caer en la locura fue cuando sentí sus dedos rozar con mi zona intima, tomó mis bragas con ambos dedos índices y las bajó con lentitud hasta que quedé completamente desnuda. Luego observé como se deshizo de la última prenda que lo cubría. Oh, mierda.

Isaac separó mis piernas con lentitud, metiéndose entre sus muslos. Podía sentir como me recorría con una mirada de deseo.

—Esto no es un examen privado, Isaac. —Dije luego de sentir por varios segundos como me miraba de arriba a abajo, me avergonzaba. Isaac no me dejó continuar porque me calló con un beso. Tomó mi cara entre sus manos y derramó toda su pasión en ese beso.

Una vez que separaron sus labios, Isaac bajó y separó mejor mis piernas, se posicionó sobre mi entrada. No habría vuelta atrás una vez que entrara en ella. Tomó el condón que había quedado a nuestro lado, lo abrió y se lo colocó delante mío, ahora era mi turno de admirarlo frente a mí.

Isaac me miró a los ojos y tomó mis caderas con firmeza. Al sentirlo ahí abrí los ojos de golpe, asombrada, fue imposible para mi contener un gemido.

El descendió de nuevo sobre mi boca, le devolví el beso correspondiéndole, y se hundió dentro mío. Lo hizo lento y firme, solté un quejido, quería que lo hiciera más rápido para poder sentirlo.

Isaac respiró profundo y me plantó un casto beso en los labios.

—¿Te duele? —Preguntó.

—No, ¿debería? —Dije confundida.

—Pues, he escuchado decir que al menos las primeras tres veces duele... —murmuró.

—No tengo idea. —Dije soltando una pequeña risita.

Estaba claro que éramos bastante inexpertos pero ambos queríamos sentir nuestros cuerpos. Isaac río divertido y salió un poco, haciéndome gemir por el delicioso roce.

—¿Por qué... —gemí—te ríes? —comencé a preguntar cuando él volvió a entrar.

—Por nada.

Ambos querían reír con todas sus fuerzas, Isaac escondió su rostro en mi cuello y comenzó a embestirme con ritmo lento pero firme.

Mis gemidos ruidosos le dejaban claro que lo estaba haciendo bien. Se sentía maravillosamente bien.
El miembro de Isaac estaba dentro de mí, se sentía grande, duro y al mismo tiempo tan suave. Esto era estar conectados físicamente, y amaba que así fuese.

Estaba muy húmeda, por lo que eso le permitía a Isaac deslizarse dentro y fuera con facilidad. No podía detener mis gemidos, se sentía tan delicioso que lo único que quería era seguir gimiendo fuerte y claro.

Al principio cuando entró en mí me causó dolor, pero cuando sentí que mis músculos interiores se relajaban, experimenté una extraña sensación de plenitud. Me encantaba sentirlo sobre mí, sus embestidas me tenían electrificaban de pies a cabeza.

Cerré los ojos con fuerza, entregada a esa sensación de rendición. Estaba rendida a él, tomando todo lo que él le podía dar.

Cada toque, cada gemido de Isaac, cada embestida; tocaban un punto sensible dentro mío. De repente sentí como el ritmo aumentó a una velocidad increíble, sus estocadas eran cada vez más rudas, más fuertes. Solté un fuerte orgasmo que se alargo lo suficiente, hasta que Isaac se detuvo, una vez más me embistió con lentitud.

Finalmente, Isaac estaba por correrse. De pronto, él se deslizó a un lado sobre el colchón; saliendo de mí.

—Vaya... —Dijo aún con la respiración agitada.

—Eso fue... increíble. —Respondí.

Isaac a mi lado se colocó su ropa interior. Tomé la mía he hice la mía, podía sentir su mirada recorrer todo mi cuerpo, incluso estando de espaldas.

—Ven aquí. —Isaac extendió sus brazos, acostado en mi cama.

Me acerqué a él y me envolvió en un abrazo, dejando un beso en mi cabeza.

—¿Fue tu primera vez?

—¿Es tan obvio? —Me respondió.

—Lo hiciste increíble. —Dije mirándolo, el me respondió dándome un beso en los labios. Ambos soltamos una pequeña risa.

Karma | Isaac García Donde viven las historias. Descúbrelo ahora