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Rodrigo me llevó hasta la habitación y abrió la puerta.

—Adelante. Siéntete como en tu casa...

—¡Guau! ¡Que espaciosa!— exclamé mientras entraba.

En la habitación había dos camas, encima de una de ellas mi maleta, un armario, un escritorio y una ventana. En la otra cama había una sola maleta: La de Rodrigo.

—¿Tenías esta habitación para ti solo?— le pregunté a Rodrigo mientras yo abría la maleta para deshacerla.

—Sí. Hasta que llegaste tú.

—Que pasada...—

Me fijé en el escritorio, donde había una pequeña radio.

—¡Eh! ¿Has conseguido colar una radio?

—¿Te gusta escuchar la radio?— preguntó Rodrigo curioso.

—Bastante.— respondí animado. —Hay una cadena en concreto que, los miércoles por la noche, narran un capítulo de una historia corta que dura hasta el final de mes. ¡Siempre me dejan con las ganas!

—¿Ah, sí? Suena divertido.

—¡ES divertido! Ahora que lo pienso, este miércoles emiten una historia nueva... ¡Eh, Rodrigo!

—¡¿Q-q-qué?!— exclamó Rodrigo sobresaltado. —¡No me asustes, por favor!

—Perdona. Oye, ¿qué tal si este miércoles ponemos la radio para escuchar la historia?

—Oh, bueno...— Rodrigo apartó la mirada bajando la cabeza. —¿Son historias de miedo?

—Depende. Cambian mucho. Pero normalmente, son de misterio. ¿No te gustan las historias de miedo?

—¡N-n-no, qué va!— respondió Rodrigo nervioso. —Quiero decir, ¿por qué no iban a gustarme? Tampoco es que sea un miedica como dice Santiago, ja ja...—

Obviamente Rodrigo está mintiendo.

—No pasa nada. A mi tampoco me gustan.

—¿E-eh?

—No me gustan nada las historias de miedo. Algunas no me dejan dormir durante días.

—¿En serio? No lo parece.

—Las apariencias engañan.— respondí mientras me encogía de hombros. —Bueeeno, ahora de deshacer las maletas.

—Claro... ¡Oh, casi lo olvido!—

Rodrigo abrió el armario y me pasó un uniforme.

—Es tu uniforme. Es obligatorio ponérselo. Hay que bajar a cenar con él y todo.

—¡Ah, gracias!— dije mientras cogía el uniforme. —¿Y el tuyo?

—Ah, yo me lo iba a poner ahora. Pero apareció Santiago Vargas y...

—Oye, ¿qué mosca le ha picado a ese Santiago? ¿Por qué abusa de ti?— pregunté mientras seguía deshaciendo la maleta.

—¡No abusa de mí! Solo se burla.

—¿Estás de guasa? Que te traten como la mierda y te peguen se considera abuso escolar, Rodrigo.

—S-supongo...

—¿Hay alguien más que se meta contigo?

—Pues varias personas.— Después, Rodrigo me miró asustado. —N-no pensarás en enfrentarte contra todos ellos, ¡¿verdad?!

—Si se meten contigo, sí.— respondí serio.

—¡No! Richard, ¡te harán picadillo! Además es mi culpa por ser un cobarde.

¿Porqué tengo que ser yo el malo? La Verdad OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora