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  —A-a ver si lo pillo... Rodrigo se gusta de Richard. Pero tiene miedo de que este deje de ser su amigo si se confiesa. Por eso se lo intenta decir en una carta. Pero como Richard vio la nota antes de tiempo y le preguntó quién le gustaba, Rodrigo se vio forzado a mentir. Con tan mala pata que mencionó a Elisa, que era la chica que le gustaba a Richard. ¿Estoy en lo cierto?

—Sí.— dijo Samuel respondiendo a Bianca. —Si tomamos las palabras de Hook cual Biblia, Rodrigo apenas recibió cariño en su vida. Es natural que se enamorara de Richard por ese motivo. Es lo mismo que un sordo cuando escucha música por primera vez; así debió de sentirse.—

No es que tú sepas lo que siente porque también eres gay ni nada, Samuel. Tampoco eres tan diferente de Rodrigo en ese aspecto.

—Uf, que confuso...— se quejó Rebbeca.

—Pero... ¡Espera, no tiene sentido!— exclamé. —¡¡Marco dijo claramente que le gustaba Elisa!! ¿Eso también era mentira? ¡¿Por qué mentiría?!

—Eso... no lo sé.— confesó Peter.

—Vamos, que de vuelta a la casilla uno...— comentó Bianca.

—¡Chase!— me llamó Eficent desde la planta baja. —¡Baja! ¡Te llaman!—

Me levanté y bajé las escaleras para coger el teléfono.

—¿Diga?

—Hola, Chase. ¿Cómo estás?

—¡C-Camille!— Me alejé del auricular y grité: —¡Chicos, bajad! ¡¡Es Camille!!—

Camille. Solo con pensar ya vuelvo a mis primeros días en el internado. Cuando me transformé por primera vez, intenté matarla porque ella era Caperucita Roja. O eso dice la gente... Además, su novio: Caleb, es la persona a la que más detesto. Y el desprecio que tenemos es mutuo.

Los demás bajaron a todo correr y Peter me cogió el mango del teléfono mientras yo lo ponía en manos libres.

—¡Eeeh, Camille! ¿Qué tal en Suiza?— preguntó Peter animado.

—¡Muy bien! Gracias por preguntar, Peter. Me alegro de haber vuelto. ¿Y vosotros? ¿Qué tal recogiendo?—

Ahí va. Me había olvidado de aquello por completo.

—Bueno, nos pusimos a ello, pero... Surgieron cosas más importantes.— habló Bianca.

—Para empezar, hemos encontrado el diario del padre de Chase. Y hemos descubierto información muy interesante.

—¿En serio? ¿Como qué?

—Eerrr... Es demasiada información. No creo que la factura del móvil justifique contarlo todo ahora. — contesté.

—Vaya... ¡Espera! ¿Y si voy a tu casa?

—¡¿A-Ahora?!— exclamé mirando a los demás. —¿Qué hay de tus padres? ¡¿Y Caleb?! ¡Me degollará si se entera!

—No te preocupes por eso. Ya se me ocurrirá algo. Un momento... Hum, creo que podría llegar incluso esta noche, si me empeño.—

¡¡Esta tía está loca...!!

—Camille, te lo podemos explicar en el internado si eso...

—¡¿Y esperar a Septiembre?! ¡Ja! ¡Tú sueñas, Sherlock!— le espetó Camille a Samuel. —Decidido, ¡llegaré al pueblo esta misma noche! ¡Chase!

—¡¿Q-Qué?!— pregunté sorprendido.

—Pásame ubicación por el móvil.

—Huh, claro.— Saqué el móvil y se le envié la ubicación. —Ya está.

—¡Valep! ¡Hasta luego, chicos!— Y así, Camille colgó.

Cuando dejé el mango del teléfono en su sitio, Bianca habló.

—¿Camille estará bien...?

—Conociéndola... ni yo lo sé.— admitió Samuel.

—Yo estaré atenta a cualquier noticia de atropello.— dijo Rebbeca.

~***~

Justo después de cenar, llamaron a la puerta. Cuando Eficent fue a abrir, poco después apareció nuestra amiga Camille con un casco de moto.

—¡Hola!

—Guau, no ibas en coña. Tiempo récord, Camille.— comentó Samuel.

—¿A qué tanta prisa? Podías haber venido mañana o esperar a Septiembre.

—¡Qué más da! ¡Así tenía una excusa para usar la moto!

—¡¡P-pero si tienes 14 años!! ¡No puedes conducir!

—Tsk, tsk... Peter, tengo 15 años. Repetí tercero de primaria. Además, tampoco es para tanto. Es un ciclomotor de 50cc.

—Nota mental: A Camille le va el riesgo.

—¡Un poco de adrenalina no le hace mal al nadie, sosa!— le dijo la pelirroja a Rebbeca.

—¿Y no tenías bastante adrenalina con casi morir en las fauces de un lobo?— preguntó Samuel tomando un sorbo de su café.

—E-eso es distinto. ¡En fin! ¿No teníais información que contar?

—Dios... Es como si viera a Yuri pero joven y en mujer...— comentó Peter anonadado.

—¿Quién es Yuri?

—A-ahora te lo contamos, Camille.— dije, intentando calmarla. —Anda, siéntate. Tenemos para rato.—

Tras contarle todo lo averiguado a Camille, MUY PACIEEEEEEEEEEENTEMENTE, nos fuimos a dormir, porque se nos había hecho muy tarde. Como Yuri no estaba en casa esta vez, las chicas podían estar en un cuarto propio. Y, por petición de Samuel, me quedé a dormir con él y Peter en el salón. Una vez estuvo este dormido, intenté llamar a Samuel.

—Pst. Samuel. ¿Estás dormido?

—No.— Samuel se incorporó. —Gracias por quedarte.

—Bah, si tenías incomodez por estar con tu novio a solas...

—¡Calla!— susurró mientras me tiraba el cojín. —¡Que te van a oír, mierda!

—Era broma, tranquilo. No pasa nada.

—Psh. Broma mis cojones... Oye, ¿tú qué opinas de todo esto?

—¿De lo de papá?— Me quedé mirando. —Pues... por una parte, me siento engañado. Pero por otra, me alegro de haber caído en la trampa como Marco. Ahora ese hijoputa está bien muerto, y yo volveré a tener padre. O al menos, espero...

—Venga, seguro que vendrá. Mucho antes de lo que crees. ¿Quién sabe? A lo mejor ya está de camino, si te descuidas.

—¿...Tú crees?—

Samuel se levantó del sillón y se agachó en el suelo, que era donde estaba yo con el saco de dormir (por no hacer el feo), mientras yo me incorporaba.

—Estoy seguro, tío.— Después, me puso la mano en el hombro. —Escucha. Tú has cumplido tu palabra de no decir nada de mi secreto a nadie. Y te hice una promesa: "Que te acompañaría hasta el final de todo esto." ...Sabes bien que yo cumplo lo que prometo.

—Je... Gracias, Sam.

—Ni lo menciones. Y ahora a dormir, Lobezno.— me susurró riendo mientras me tiraba al suelo de nuevo y él se sentaba en el sillón.

—Odio que me llames eso.

—Y yo odio que me llamen Sherlock.— Touché. Otra vez.

—Vale... Hasta mañana.

—Adiós.—

Me puse cómodo en el suelo y cerré los ojos, pensando en todas las cosas que me gustaría decirle y preguntarle a Papá cuando vuelva. 

¿Porqué tengo que ser yo el malo? La Verdad OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora