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chapter twenty eight

chapter twenty eight

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Estoy cansada.

Necesito irme a recostar o si no colapsaré pero al mismo tiempo necesito esperarlo y saber que está bien.

Tomo otro sorbo de mi taza de té, ya casi frío, cuando escucho que la puerta de la casa se abre y ahí lo veo, por lo que suelto un suspiro de alivio. Dejo la taza en la mesa y me levanto para abrazarlo con fuerza, sintiendo su cálido cuerpo envolviendo el mío. Suelto un nuevo suspiro pero esta vez de satisfacción.

— Me tenías angustiada, ¿dónde estabas?

— Sabes que a tu papá le gusta hacer vigilancia nocturna y pedí la primera de la noche para regresar lo más pronto posible, pero aún así creo que le gusta hacerme sufrir para que no esté con su hija consentida.

Me río entre dientes ante aquello y separo ligeramente mi cuerpo para poder verle el rostro, pero no me alejo porque necesito estar cerca de él.

— ¡Oh vamos, no es para tanto!

— ¡Por supuesto que lo es!— exclama ofendido y vuelvo a reír al ver su carita de cachorrito—. Tú eres una buena alfa que deja que sus betas vayan a casa temprano, en cambio yo tengo que obedecer al alfa más gruñón del universo.

— Es que tú nunca me has visto como alfa...

— Debes ser la alfa más dulce del mundo.

— ¡Claro que no!— ahora yo soy la ofendida—. Bueno, no estoy gruñona la mayor parte del tiempo pero soy firme en mis órdenes así que mis betas siguen al pie de la letra lo que les diga y no cuestionan nada. Esa es la diferencia entre mi padre y yo pero no te atrevas a decírselo.

— ¡Uy! Entonces creo que necesito un incentivo para no decir nada al alfa Argent— en cuanto lo dijo, comenzó a acercar su rostro cada vez más al mío, de manera lenta y observando de mis ojos a mis labios en varias ocasiones.

— ¿A sí? ¿Estás chantajeándome?— logro preguntar a pesar de los nervios que me provoca el tener su respiración tan cerca de mi cara y su nariz rozando la mía.

— Me encanta que así lo creas— respondió antes de tomar mis labios entre los suyos de manera tierna y delicada a pesar de las emociones que ambos sentíamos. Se respiraba deseo, sí, pero él nunca llegaba a elevar esas sensaciones a un nivel más alto. En ocasiones deseaba que fuera un poco más posesivo o, no sé cómo decirlo... Más deseoso.

Llevé mi brazo hacia su cuello y lo rodeé, intentando que esto se intensificara, incluso acaricié su cabello con mi otra mano pero eso sólo hizo que se separara de mí.

— Sabes que no podemos Sandra— me dijo respirando entrecortadamente y con los ojos amarillos resplandeciendo en la oscuridad.

— No me digas que es por el bebé porque te juro que... — apreté la mandíbula y conté hasta diez. Él soltó un suspiro de derrota.

Corriendo con lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora