Oh, no...

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                              🌨Capítulo 56
                              🌨Karligan
                              🌨"Casa"
           No, no Gregorio. No te vayas, que todavía no es tu tiempo. No nos dejes solos en esto. No, por favor, Gregorio. Te lo pido. Te lo ruego. Te lo imploro. Perdimos muchas vidas, ¿por qué perder la tuya? Perdón Gregorio, no fue nuestra intención. No cuidé mi caída y Portland no sabía que estabas abajo. Perdón por meterte en esto. Perdona a Banet por abrir la puerta y entrar a la habitación hotelera. Tu vida en manos de un Proyecto, que nos dejó sin aire; literalmente. Por favor, danos tu fuerza física para superarlo. Aún estamos con vida, gritando y luchando por nuestra libertad. Oh no, Gregorio, no te olvidaré. Tan bueno conmigo sin razón aparente. Tan comprensivo. Siempre de mi lado. Siempre defendiéndome. Gracias, Gregorio. Que tus diecisiete años de edad hayan sido suficiente. Una vida tan corta pero no en vano.
              ¿Por qué encerrarnos y dejarnos sin aire? Sumamente inhumano. Gregorio Frontier murió y nos dejó unos minutos más de aire. La herida en su tórax le costó la vida, pero nos salvó. Pudimos salir...en un intento desperado Minnesota incendió una cortina. La puerta se abrió mágicamente producto de la alarma de incendio. Nos mojamos un poco, pero vivimos. 
              Las lágrimas no se distinguían de las gotas de agua del sistema de incendio. Oh, no...el dolor pesaba más que el mojado de nuestra ropa. Oh, no...pobre de nosotros. Pero siempre había un pero que nos salvaba de nuestras propias penas y dolores. Ese pero que rescataba lo bueno entra la basura del mundo que nos rodeaba. Oh, si...ese universo cruel en el que vivíamos. Mataban el amor, la pasión, la revolución, la paz, la dulzura y la belleza. Oh, no... quise decir que matábamos. Los buenos olores, la naturaleza, las sonrisas, mariposas y tierra mojada, todo desaparecía con cada paso.
             Los tres, arrasamos. No pudieron. No, fueron demasiado lentos. No había nada más fuerte que el odio a quien te sacaba la libertad. Y... uno, dos, tres, cuatro y veinte tuvieron que caer. Cinco mujeres de seguridad y quince hombres. Solo trabajadores, quizás. A lo mejor, no merecían esa muerte tan fría. ¿Quién sabía? Podían tener su familia, sus hijos, esposas y mascotas. Pero...(siempre estaba el pero que te salvaba de los errores) eran máquinas asesinas.
                 -CERRÁ LA PUERTA- Grité a punto del llanto.
                 -Tranquilo, ya estamos a salvo- Portland me miró fijamente.
                 -¿A dónde vamos, qué estamos haciendo? Estoy a punto de perder la cordura- Banet estaba como nunca, sacada de sus casillas, fuera de sí misma.
                 -Quizás debamos quedarnos un poco a descansar...todavía no dormimos nada- Minnesota estaba muy cansada como para seguir.
                    -Entonces, nos quedemos- Afirmó Portland.
         

La teoría de "Los 12"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora