🌨Capítulo 60
🌨Karligan
-ESTA GENTE ESTÁ LOCA DE LA CABEZA- Minnesota gritaba mientras veía el cuerpo de Banet moribundo que había bajado desde uno de los ductos.
-¡NO QUIERO MÁS! POR FAVOR- Lloraba a los gritos mientras retrocedía.
-POR FAVOR DÉJENNOS EN PAZ- Hasta Portland estaba alterado.
-Vamos, chicos...vámonos lejos. Por favor salgamos rápido- Minnesota comenzó a caminar apuradamente lejos del cuerpo de Banet.
Llorando, corriendo asustados, tristemente perdidos, de la esperanza al
vaciamiento de la fe, sin fuerzas ya. Nos golpeábamos contra las paredes de las curvas cerradas. Intentábamos abrir las puertas con el simple peso de nuestros cansados.
-No puedo más, esperen- Minnesota dijo jadeando.
-¿Estás bien?- Pregunté preocupado al ver su piel tan pálida como la leche.
-Chic...-Minnesota cayó al piso desmayada.
-NO- Grité abalanzándome hacia ella.
-Por favor, respira. DESPERTÁ. POR FAVOR- Estaba desesperado.
-Karligan...tranquilo- Me decía Portland pero yo seguía gritándole a Minnesota que despierte- KARLIGAN, ESTÁ MUERTA- Gritó para parar mi catarsis histérica.
-Por qué...por qué nos matan... QUÉ QUIEREN DE NOSOTROS, NO LES BASTÓ CON MATAR A TODOS NUESTROS CONOCIDOS. ¡ME RINDO! Por favor...paren ya- Le gritaba a una cámara de seguridad.
-Karligan...Minnesota tiene un dardo clavado. Quizás contenía veneno- Portland intentó calmarme.
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Banet y Minnesota murieron frente a nuestros ojos. BANET FUE TU MEJOR AMIGA Y AHORA NI LLORAS POR ELLA- Dije enfurecido.
-¿CÓMO SABES QUÉ ES LO QUE SIENTO POR ELLA EN ESTE MOMENTO? Das por sabido demasiadas cosas, pero...Karligan, no sabes nada- Portland marchó dejándome atrás.
-Siempre lo mismo con vos. Huyes de tus problemas. Así es más fácil. Así huiste de mi y de Banet...cobarde- Caminé hacia dónde estaba él, ya que no había otro lugar dónde ir.
-No tienes idea por lo que tuve que pasar. Los quería a ambos, pero necesitaba estar bien yo primero- Contestó Portland enojado.
-Pensé que al menos ibas a luchar. Parece que no fui lo suficiente. Fue mi error creer en la eternidad. Fue MI error- Permanecimos callados. Los dos mirando al piso. Ya éramos completamente desconocidos. Ya no había nada por salvar. Todo estaba perdido. Desnutrido y sin esperanzas. No quedaban ni las cenizas de un gran fuego, ya el viento, el tiempo y la lluvia las habían barrido.
Vacíos como la nada misma, caminamos uno al lado del otro. Temíamos. Los dos sabíamos que podíamos dañarnos más de lo que ya estábamos. Éramos tóxicos juntos. Agua y aceite que nunca lograrían nada más que su continua separación interminable.
Detrás nuestro, dejamos el cuerpo de Banet. Oh, que bueno fue mientras duró. Banet era pura alegría y ganas de leer y dormir. Ella era como el viento: tan libre y fresca. Sus ideales anarquistas se intensificaban con el pasar de los años, así como su odio rotundo al sistema educativo. Banet crecía mucho, no de altura, sino de alma. Socialmente se iba adaptando sin perder lo que ella era: esa estrella fugaz con una energía totalmente atípica y vanguardista. Con toda su carisma, inteligencia y manías, Banet había formado gran parte de mi vida sin que yo me diese cuenta.
Minnesota...tantos años a mi lado también. La conocía desde que apenas tenía tres años. Por cuestión de cercanía de nuestras casas, siempre nos encontrábamos jugando en la misma plaza. Tan tímida y misteriosa era. Tan graciosa y perversamente inteligente. Minnesota era tantas cosas que pasaba por desapercibida. Decía tanto sin decir de hecho nada. Hablaba con sus gestos, con su risa, con su presencia. Jamás comprendida, jamás conocida. Minnesota era un misterio que nunca nadie se atrevió a resolver, la mayoría; porque era muy ignorante y no pudo ver su enorme potencial. Sus grandes y exóticas ideas. Su mente brillante. Su valentía y fuerza emocional. Minnesota era una piedra que no necesitaba aplastar para sentirse superior, simplemente ella ya lo era por saber que no necesitaba demostrarlo. Oculta, secreta y todo, tuve el gusto de compartir con ella grandes experiencias desde niños, pero nunca dijimos que éramos amigos. Simplemente, como todo humano oriundo de Eddwingood, era una conocida. Pero...eso había cambiado unas semanas atrás.
-¿Escuchas eso?- Portland me tomó el brazo para que dejase de caminar. No llegué a responder, porque un hombre apareció con un arma apuntándonos. Retrocedimos lentamente unos metros. El ruido de una avalancha sonó junto al disparo. Agua, mucha agua. Agua por todos lados.
-CORRÉ- Grité asustado. Corrimos, el agua estaba por alcanzarnos. Mirando para delante, corriendo del atrás, vimos otra avalancha de agua. Estábamos rodeados. Portland agarró fuertemente mi brazo e hizo que entrara a una habitación. Estaba helada y altamente iluminada. Era un frigorífico.
-Karligan...- Portland cayó al piso.
-NOOOO, Portland. Por favor, no puedo hacer esto solo. No me dejes- Lloré apoyando mi cabeza en su pecho.
-Eres inteligente, sabrás cómo salir de esta- Dijo él sin tanto aliento.
-Necesito de tu fuerza, agilidad y rapidez. No lo voy a lograr solo. Portland, no me dejes- Borbotones de lágrimas cayendo sobre el cuerpo de Portland. Sentí que estaba perdido, aún más de lo que ya estaba.
-Karligan...te quiero- Portland estaba a punto de morir.
-También te quiero, más de lo que parece...¿sabes qué es lo peor de dejar ir?- Contesté con mi corazón partido en pedazos.
-No- Respondió él.
-Que nunca fui bueno haciéndolo- Dije sonriéndole. Portland río levemente. Fue su última sonrisa.
-Siempre te querré. Te recordaré, te amaré y te extrañaré eternamente. Tu sonrisa y tu olor quedarán fijados como uno de los placeres más lindos. Tus abrazos siempre serán los mejores. Tus consejos y nuestras charlas nunca se esfumarán. Te quiero, amigo. Te deseo lo mejor. Hoy y siempre- Vi cómo Portland cerraba sus grandes ojos. El agua filtrándose por la puerta iba subiendo su nivel lentamente. Estaba encerrado. Solo debía esperar mi muerte.
ESTÁS LEYENDO
La teoría de "Los 12"
Ficción GeneralEddwingood: un pequeño industrial donde la vida era monótona, injusta y aburrida. Nada impresionante pasaba, hasta que un día, los jóvenes del colegio Santa Victoria comenzaron a morir sin razón aparente. En la tierra de la injusticia, la pobreza, l...