🌨Capítulo 58
🌨Karligan
Me enredé en un juego de mentiras, amor e injusticia. Me enredé en un pajar de insultos, heridas y desilusiones. Me enredé en la propia desesperación de perderlo todo. Me enredé en esa maraña de celos y deseos ingenuos. Me enredé tanto hasta que caí. Muy bajo. Casi al fondo del aljibe pude ver la luz. Y dije: tengo que seguir. Me paré, sequé mis lágrimas, junté mis restos y me reparé. No me dejé vencer por la impotencia, ni por la ignorancia ni mucho menos por los prejuicios. A punto de quedarme sin aire dije: BASTA, mi vida no es esta. Comencé a ver el mundo de otra forma. La belleza de todo. Sorprenderme de lo rutinario y de lo siempre visible. Dejé de buscar lo imposible, viví.
Y entre tanta belleza derramada, justo cuando pensaba que yo era simplemente una decepción; supe que yo era el brillo de la belleza. Porque no era lo tóxico, no era lo malo de todo lo bueno. No, yo era la energía. Era la luz. El motor.
-Nunca fuiste bueno dejando ir- Replicó Portland mientras veía el nombre de Gregorio Frontier escrito en unos papeles.
-¿Por qué dejar ir lo que quiero y valoro? Quizás, tu eres demasiado bueno haciéndolo- Contesté secando una lágrima que se deslizaba por mi rostro.
-Pero al final pudiste...siempre uno puede- Portland estaba sacando el tema del que no quería hablar. Del que nunca hablé.
-No fue lo que quise. Básicamente lo tuve que hacer. Por suerte, tuvo mejores resultados de los que pensé- Respondí dejando claro mi punto de vista.
-De todos modos, siempre seguiste deseando volver a tener lo que teníamos. Karligan, éramos apenas niños. Teníamos doce años y duró hasta los catorce. Fuimos mejores amigos, eso no significa que ahora no podamos empezar de cero- Portland hizo explícito el tema.
-Por años me dijiste que era siempre lo mismo, que yo lo era. Ahora no quiero empezar de cero. Porque...Portland. N O L O S O M O S. No somos un cero, nos conocemos mejor de lo que deseamos. Nos quisimos muchísimo. Perdón si no lo puedo dejar ir. Es parte de mi o lo fue. ES MI HISTORIA- Oh queridos, algo que nunca mencioné fue mi infancia junto a Portland, el chico que aparentemente era un misterio para a mi. Sabía tanto de él aunque Portland no lo quisiese admitir. Yo fui quien más ser acercó a él. Fuimos dinamita y pólvora con fuego. Ardimos. Iluminábamos, estábamos encendidos. Pero todo terminó en lágrimas. En llantos...al menos míos. Portland no quiso tener mi amistad nunca más de la misma manera. Insistía con el empezar de cero...pero después de una pelea uno no empieza de cero. Uno se rearma y la rema pero no desde el pleno desconocimiento.
-Siempre queres tener la razón y hacer todo rápido, controlarlo todo a tus tiempos. La vida no es así. Eso es egoísmo puro. Karligan, a veces tienes que aceptar que no todos son iguales a vos y que no podes criticar a todos de la manera que lo haces- Contestó él.
-Pensá lo que quieras. Ya no somos amigos y no necesito tus consejos. Después de todo, yo sí se arrepentirme y no soy tan orgulloso como vos. Lo afirmo, porque es lo que sos y lo sabes. No me respondas más, porque lo único que haces es dañarme. Herirme tanto hasta sentir las lágrimas a punto de salir cada vez que te veo. Ese nudo en la garganta, esa horrible sensación de ahogo e incomodidad. Después de dos años sin hablar, no lo hagas ahora- Seguí mi camino dejando a Portland sin capacidad de responderme.
Minnesota y Banet quedaron al margen de todo. No pudieron consolar a ninguno de los dos, ya que ambos teníamos algo muy en claro: nunca volveríamos a ser amigos. Todo lo vivido, todo lo compartido no contaba. Los lindos mensajes, las risas, las fotos, los consejos, las largas charlas, ayudas mutuas, viajes, cenas, todo en la memoria pero no en la exterioridad de nuestros sentimientos.
Eddwingood era muy frío, pero nosotros éramos más que simples habitantes. Él era de Castlehood y mi familia, dentro de su frialdad, tenía un único valor: la solidaridad. Por eso fuimos dinamita.
-Siento pasos- Banet nos miró con cara de espanto.
-Están detrás nuestro...- Confirmó Minnesota apretando los labios sobre el final.
-Corran- Dijo Portland. Inmediatamente, todos le hicimos caso. Entre gritos de Banet que exigía direcciones y las exclamaciones de nuestros cazadores, corrimos por todos los pasillos del engañoso lugar.
Recuerdo haber estado perdido, mirando a Minnesota sabiendo que no saldríamos de esa. Aprovechando lo último de sus hermosos ojos, lo último de nuestra estadía. Justo cuando admiraba a mi nueva amiga, Portland señaló unos ductos. Literalmente, eran huecos en la pared recubiertos con una especie de chapa. Parecían la calefacción central, pero no. Era un sistema de limpieza. Había tres huecos:"Ropa Sucia", "Reciclables", "Basura sucia o húmeda".
Portland fue el primero en meterse por el agujero de ropa sucia. Después, yo me metí por el de Reciclables. Deslizándome, cayéndome, desesperadamente, como abducido, como absorbido; escuché el disparo y el grito de dolor.
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La teoría de "Los 12"
Genel KurguEddwingood: un pequeño industrial donde la vida era monótona, injusta y aburrida. Nada impresionante pasaba, hasta que un día, los jóvenes del colegio Santa Victoria comenzaron a morir sin razón aparente. En la tierra de la injusticia, la pobreza, l...