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MinSeok se mudó de la mansión inmediatamente; durante la noche, con la poca iluminación, la silueta de la casa alcanzó contornos mágicos, babilónicos. Hasta en día de hoy la recuerda así.

En la madrugada, el sopor inundaba aún sus movimientos, enmudecía y el cansancio del insomnio se hacía presente. MinSeok se deslizó sigilosamente entre las habitaciones para tomar sus pocas pertenencias y cosas de valor, después se encaminó al viejo departamento al encuentro de su mamá y JiSoo, sin poder evitar sentirse cobarde por escabullirse sin haber salido en sol.

— ¿MinSeok?— Preguntó su mamá al sentirlo llegar. Supo que era él sin siquiera escuchar su voz, por alguna particularidad en su forma de caminar. — ¿Qué haces aquí?—

El muchacho tragó saliva, le sorprendió encontrarla despierta, pero ella siempre fue muy intuitiva. Supuso que habría previsto su visita. Cruzó el comedor hasta llegar a la cocina. Finalmente la encontró sentada frente a la mesa de madera. MinSeok se arrodilló frente a su madre, que como siempre olía a violetas, y tenía ese aire dulce y cariñoso.

— Mamá, tengo que hablar contigo. Han pasado muchas cosas...— murmuró. Algo, tal vez el frío, daba a sus ojos una palidez mate, como si sus pupilas grises fueran una sola tela obscura.

MinSeok le contó rápidamente lo que había sucedido con JongDae, sin siquiera tomarse un par de segundos para recuperar el aliento. A medida que hablaba, omitiendo lo más posible sus sentimientos, siendo monótono, MinSeok sentía en su rostro una expresión de tristeza absoluta que su madre no podía ver. Necesitaba desahogarse, necesitaba consejos, y necesitaba sobre todo saber como debería sentirse.

EunRim le sonrió, comprensiva cuando el pequeño se quedó sin palabras, cuando empezó a soltar disculpas al azar.— Cielo, tardaste tanto en darte cuenta de que no estabas en el lugar correcto, que incluso pensé que tendría que intervenir. — Rió; MinSeok sintió una corriente tranquilizadora por todo el cuerpo.

Entonces suspiró, ligeramente arrepentido por no sentirse nisiquiera traicionado.— ¿Por qué demonios pensé que podría olvidarlo? ¡Eso fue muy tonto!—

EunRim le sonreía con sensibilidad, intuición y esa única facilidad para sentir empatía.— Minnie, las cosas no son tan difíciles como crees, y son más simples aún ahora que te has dado cuenta de a quién verdaderamente amas.—

— Nunca deje de amarlo.— Dijo MinSeok haciendo un pequeño puchero con los labios.

EunRim le acarició la cabeza; para esos momentos el cielo ya tenía un tono rosa agonizante. Ese fue el último impulso que MinSeok necesitó para revivir a su espíritu melancólico. Aún le parecía un poco curioso estar viviendo una historia de amor tan ridícula, y tan dolorosa, no obstante.

No podía creer que estuviese tan, pero tan enamorado de Kwon Ji Yong, tanto que era casi una comedia. Era el tipo de amor incomprensible en el que uno le cuestiona a Dios la causa de haber creado a un humano tan perfecto, y la razón de haberle dado a él la necesidad de admirarlo. Jamás se imaginó que ese tipo de sentimientos fuesen posibles, era el tipo de sensaciones que sólo podía traducirse con música y poesía, pero algo en su pecho se agitaba como un aleteo y le decía que era real.

MinSeok durmió en el departamento, y soñó hasta sentirse en el prólogo del cielo. Las imágenes de Ji Yong bensándolo giraban vertiginosamente en su cabeza al compás del violín y piano, y le hacían sentir un remolino en el estómago.

Todo era tan ridículo, y tan potente como un ejército de relámpagos. Despertó con las fuerzas renovadas y salió de nuevo. Estaba ya de camino al edificio-castillo, cuando se encontró con la mirada de unos ojos de terciopelo oscuro.

—¡MinSeok!—

¡Oh, no ahora! Su amiga siempre escogía los momentos menos apropiados para hablarle. ¡Tenía que aparecer justo cuando MinSeok estaba en pleno camino de rescate!

— Amber, ¿Qué haces aquí?—

— Llegaste tarde.— Murmuró ella, para después entregarle el recorte de un periódico.

En el departamento, todo olía a fernet y tabaco. Ji Yong estaba acostado entre las sábanas blancas, y a su lado un cuerpo cuya respiración había adquirido el ritmo del sueño, las líneas de aquel rostro formaban una curiosa mezcla entre lo malvado y lo puro.

Seunghyun antes no se había atrevido a tocarlo, pero por la noche se escuchaba una melodía a lo lejos, un reclamo malvado, y Ji Yong estaba simplemente demasiado agotado de luchar. Debió oponer resistencia, pero que cansancio sentía. Prefirió cerrar los ojos y todo terminó muy rápido, detrás del mosquitero, el resto del mundo no se enteró de nada.

Ji Yong estaba despierto hace mucho tiempo, pero continuaba guardando silencio.  Su situación le parecía más ridícula cuanto más triste era. Había aprendido a tomarse su vida con humor, como una mala broma, para mantenerse cuerdo.

Cuando sintió a Seunghyun removerse en la cama, el pelinegro se levantó enseguida, se vistió y abandono la habitación. Fue a la puerta, con la esperanza de encontrarla desprovista de seguridad. Pero no, obviamente seguía encerrado.

Bufó con impaciencia, la ansiedad hizo que sus manos temblaran y una idea alocada pasó por su mente al ver la ventana.

Seunghyun solo tenía para ofrecerle dos respuesta, desde que lo conoció. La primera era el dinero, porque el dinero lo llevaría a cualquier lugar que quisiese, y mantendría a la gente a su alrededor, adorándolo. Pero, extrañamente, con él siempre se mostró ansioso por ofrecer la otra respuesta: él mismo.

Regresó a la habitación con mucho sigilo. Busco entre la ropa esparcida en el suelo, una billetera de cuero negra, y cuando la encontró, esbozó una juguetona sonrisa. Había vagado algunas veces entre estúpidos sueños donde hacía locuras de las que probablemente se arrepentiría después.

En esos momentos de verdad sentía que se arrepentiría aún más, si no hacía lo que tenía pensado.

Una lluvia de papel se estampó contra el cielo raso. Deseó que la ventana estuviese abierta para arrojar los pedacitos de los billetes hacía la calle, ya que el no tenía el valor o la cobardía para saltar por la ventana.

Seunghyun perdería la otra cosa que más quería en el mundo: su dinero. A falta de ventanas abiertas, tuvo su fiesta de confeti de dinero en la sala de estar.

Volaron billetes, y llovieron monedas, las tarjetas de crédito se partieron gracias a unas tijeras, quedando como un rompecabezas. ¡A Ji Yong se le hacía algo muy divertido!

En general, su vida era tan graciosa, una triste broma. Su historia debió escribirla alguien con un corazón muy macabro.

Le gustaría reescribirla, de una forma más hermosa. Sí, le gustaba leer poesía, pero supuso que escribirla sería un poco más difícil. Más aún tomando en cuenta que su fuente de inspiración estaba comprometida con un aburrido médico.

— ¡¿Qué estás haciendo?!— Seunghyun apareció, sacándolo de golpe de sus pensamientos de convertirse en poeta.

El mayor echaba humo por las orejas. Sólo veía meses de trabajo regados en el suelo como si no tuvieran valor alguno.

Ji Yong le sonrió con algo de cinismo.— Sólo me divertía, daddy.—

Escuchar que le llamaba así, le puso a Seunghyun los pelos de punta. Se acercó a Ji Yong con ese aire amenazante y lo sujetó por el cuello de la camiseta.— Empaca tus malditas maletas.— gruñó.

Ji Yong se soltó de su agarre.— Hijo de puta.—

— También te amo, cielo.—

En la primera plana del periódico, aparecía la foto una enorme mansión, y como titular: Empresario compra la Villa Dolce Vita.

Nos vamos acercando al final 😆
Dato curioso: Siempre odié este capítulo, por alguna razón xd

Make Daddy Proud || XiuDragon °Donde viven las historias. Descúbrelo ahora