Aquella no fue la última vez que lo vió.
De alguna forma, el vampiro del que aún desconocía el nombre se negaba a dejarla tranquila. No sabía si era por preocupación o por divertirse un rato, pero lo cierto es que cada vez que salía a cazar vampiros aparecía para impedirle realizar su cometido... y eso la sacaba de quicio.
- ¿ ES QUE NO VAS A DEJARME EN PAZ ? - gritó a todo pulmón, exhausta y de mal humor.
- No hace falta que grites, puedo escucharte con un simple susurro - contestó Elijah. La verdad es que a pesar de que no lo estuviera haciendo por diversión, picar a la joven cazadora le parecía entretenido.
- Estoy cansada, estoy harta - repitió Mia una y otra vez, medio lloriqueando, para después poner una expresión de plena ira y fulminarle con la mirada - ¿ Por qué no me dejas cazar ?
- Sabes por qué, ya te lo dije - respondió pacientemente. No quería que Niklaus descubriera que era ella la que estaba acabando con su séquito y que la persiguiera para matarla.
- Que me meta en problemas no es asunto tuyo - espetó pasando por su lado y tratando de alejarse de él - No debería importarte lo que me pase, ni siquiera conozco tu nombre.
Elijah usó su velocidad vampírica y se posicionó delante de la joven, agarrándole del brazo. Tampoco quería que la joven se molestara enserio con él.
- Tienes razón, no debería importarme - Mia casi creyó escuchar que la dejaría hacer, pero en lugar de eso oyó algo muy diferente - pero me importas, Mia. No quiero que te pase nada.
Se miraron a los ojos durante un segundo que pareció ser eterno. Elijah se recriminaba a sí mismo el haber hablado sin pensar - algo no propio de él - pero a su vez se sentía aliviado de dejar las cosas claras. A pesar de andar cabreándola, le tenía aprecio. No le era indiferente. Mia, por otro lado, sintió cómo su corazón sufría una sacudida y sus manos fueron tentadas de tomar las suyas, de asegurarle con voz dulce que estaría bien.
Sin embargo, endureció su expresión y pasó de largo empujándole levemente con el hombro.
- Si me sigues, te mataré - advirtió con un siseo.
Elijah, aunque era consciente de que no podría hacerlo ni aunque quisiera, lo dejó pasar aquella vez.
Necesitaba tiempo para pensar, y no podía hacerlo mientras inspiraba su olor y veía su cabello ondulando al viento.
(...)
Mia Hunter caminaba a paso rápido, malhumorada.
Necesitaba cazar, LO NECESITABA.
No era una opción, era una realidad. Algo que su instinto le pedía a gritos.
Ella era una cazadora. Podía aguantar un tiempo, un par de días, una semana. Pero cuánto más pasaba el tiempo más difícil se hacía.
Y aquel vampiro no se lo estaba poniendo nada fácil. Encima, para colmo, le soltaba aquello. Que le importaba. Su corazón habría podido pararse en aquel mismo instante. ¿ Cómo podía ella importarle ? ¿ Por qué ? ¿ Y por qué entonces no le dejaba seguir cazando ?
Ni siquiera tuvo que oír la respuesta. La voz del vampiro resonó en su cabeza una vez más. "No quiero que te persigan. No quiero que te maten por haber acabado con ellos".
Mia suspiró profundamente. Era todo un detalle que se preocupara por ella, era una novedad que alguien cuidara de ella por una vez... pero ella era lo que era. Una cazadora. Y los cazadores cazan.
Entonces, decidió pasar al plan B. Si no podía matar a un vampiro, mataría a un lobo.
Los licántropos no calmaban tanto su instinto como lo hacían los chupa-sangres, pero debía sobrevivir de alguna forma.
Sin embargo, aunque tenían habilidades similares a las de los vampiros, estaba un poco oxidada en luchar contra ellos, y se llevó un par de rasguños.
Cuando Mia llegó a su casa, lo primero que hizo fue comprobar que su hermano dormía placidamente en su cama. Se estaba matando a estudiar para sacar las mejores notas, y estaba muy orgullosa de él.
Cerró la puerta de su habitación con cuidado de no despertarle, y entró al baño.
Se puso una camiseta ancha de pijama y unos pantalones cortos de chandal y abrió el grifo del lavabo, cerrando el tapón y llenándolo de agua.
Después metió las manos en ella y comenzó a limpiarse las heridas que tenía por la cara, los brazos y el costado.
Hizo una mueca por el escozor, pero no se quejó en voz alta. Aquello eran daños colaterales de la caza.
Por suerte no eran arañazos profundos, así que no estaba preocupada. En un par de días estaría como nueva.
Entró en su cuarto sin encender la luz y se tiró en la cama. Estaba cansada, muy cansada. Finalmente había cazado, y sus músculos se iban relajando poco a poco, dejándola casi zombie.
Se acercó la ventana y la abrió para que entrara el aire. Antes de regresar, volvió a notar su presencia.
Ni siquiera se molestó en abrir bien los ojos y mostrarse atenta, sino que cogió una silla y se sentó al lado de ella.
- Buenas noches, vampiro desconocido - saludó con un medio bostezo, sin sorprenderse.
El original sonrió levemente al verla tan relajada, al contrario de lo que solía estar.
- Eres muy lista, Mia Hunter- dijo, aún sonriendo - Sabías que no iba a dejarte matar vampiros y has cambiado de presa.
- Algo tenía que hacer si no quería volverme loca. Oye, ¿ aquí no hace mucho calor ? - bufó molestándose.
Elijah retuvo una sonrisa al ver que su fuerte personalidad siempre acababa volviendo a la acción.
- ¿ Por qué no sales de ahí ? - preguntó el original refiriéndose a la habitación - La noche es fresca.
Ella lo pensó un segundo y asintió. Había pasado con él mucho tiempo fuera de la protección de su casa, y no le había hecho nada, sino que hasta intentaba ayudarla. Estaba segura de que no quería hacerle daño, de que no había peligro. Se permitió confiar en un vampiro por primera vez.
Casi sin fuerzas, pasó los pies por la ventana y se sentó en el alfeizar, dejando las piernas colgando hacia el vacío, y se frotó la cara con sueño.
Sin querer se dió por encima de una de las heridas, y chasqueó la lengua por el despiste.
Elijah comprendió lo que había pasado y con una zancada alcanzó el alfeizar de la ventana de la chica, quedando sentado junto a ella, imitando su postura.
Quiso resistirse al impulso de levantar su mano para examinar la herida, pero no fue capaz, y acabó acariciando su mejilla sin percatarse de ello.
Al contrario de lo que Mia había pensando, no le desagradaba en absoluto. No entendía cómo podía aquel hombre parecerle repulsivo y atrayente a la vez, sentir que lo odiaba y que le gustaba al mismo tiempo. Lo único que sabía es que lo hacía.
Mia entreabrió los labios sin darse cuenta, y eso llamó la atención del original, que no pudo evitar echarles un buen vistazo.
Justo cuando comenzaba a acercarse a ella para besarla, cerca, y cada vez más cerca, pensó en lo que estaba haciendo y retomó su lugar inicial, saltando al árbol de enfrente.
- Tengo que irme - dijo tratando de sonar firme, aunque quedó solo en el intento.
Mia estaba aturdida por el remolino de pensamientos que se acumulaban en su cabeza, pero asintió.
- Adiós, vampiro sin nombre- se esforzó por sonreír.
Él la miró fijamente antes de hablar y desaparecer :
- Elijah. Me llamo Elijah.
Y entonces ella sonrió, una sonrisa de verdad.