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La tormenta llegó antes de lo que nadie habría esperado.

No solo en sentido metafórico, como la noche anterior había dicho Rebekah, sino también en sentido literal. Parecía que el día, como si supiera que algo se avecinaba, había decidido tornarse oscuro, anunciando un mal presagio.

Pero a Mia no le importaban los nubarrones negros, la lluvia, o el frío. Sin importarle si nevaba o hacía sol, llegó a la casa de los Mikaelson provista de todas sus armas y calada hasta los zapatos, que casi contenían pequeñas piscinas en su interior.

Fuera de la mansión, en aire abierto, la esperaban ya los dos hermanos, Elijah y Rebekah, mientras que suponía que el restante y el causante de todo aquello estaba en el interior.

Sin ánimo de pelear pero sin abandonar la expresión feroz de su rostro, Mia se detuvo ante ellos, a unos escasos metros. Ayer mismo habían sido sus amigos más leales, las personas que aparte de Liam más le importaban. Hoy eran enemigos.

- Largaos - ordenó, aunque en su interior aquella orden no era más que una súplica desesperada.

- No podemos dejar que esto suceda, Mia - contestó Rebekah, mientras que su hermano la miraba en silencio - ni por él ni por ti.

- Sabeis lo que ha hecho. Mis acciones están justificadas - replicó molesta.

- Eso no quiere decir que dejaremos que intentes matar a nuestro hermano - espetó la Original, cabreándose - Entiendo que quieras vengarte, ¿ pero no has pensado en cómo nos afectara a nosotros tu venganza ? Es de nuestro hermano de quien estamos hablando.

- ¿ Acaso lo pensó él cuando hizo que mis padres murieran ? - espetó en respuesta - ¿ Acaso pensó en cómo sus hijos se sentirían ? - siseó - No trates de que sienta piedad, Rebekah, porque eso es algo que nunca sentiré hacia alguien como él. Me he informado bien, no sé ni siquiera cómo es que podeis seguir a su lado después de todo lo que os ha hecho.

- La familia es la familia - contestó - por siempre y para siempre.

- Bien, entonces ya está todo dicho. Voy a entrar ahí - dijo señalando la casa- Y si tratáis de impedírmelo no tendré otro remedio que atacaros.

Los dos hermanos se miraron mientras que Mia echaba a andar en dirección a la entrada, preguntándose el uno al otro qué hacer. No se dijeron nada, pero con sus ojos fue suficiente. Ambos utilizaron su velocidad vampírica y se situaron delante de la joven, interrumpiendo su camino y frenando su paso.

- No cruzarás esta puerta - dijo por ambos.

Mia los miró con el pulso disparándosele, con la furia y la ira expandiéndose por sus venas, y en aquel momento, los odió más que nunca.

Sin pensarlo dos veces, se abalanzó hacia delante y agarró a la Original del cuello, alzándola con fuerza en el aire y estrangulándola. La vampira no tardó en propinarle un buen golpe en el brazo logrando caer al suelo y recuperar la respiración.

- Vete Rebekah - le ordenó Elijah, abalanzándose sobre la cazadora para inmovilizarla el tiempo suficiente como para darle tiempo para huir - ve con Niklaus, infórmale de lo que está sucediendo. Y llama a Freya, quizás le dé tiempo a venir aquí.

La Original observó la escena dudosa, pero con un asentimiento de Elijah desapareció y voló escaleras arriba.

- Lo siento, Mia - dijo, apretándola tan fuerte entre sus brazos que la chica no podía ni siquiera respirar con normalidad - pero tengo que proteger a mi hermano, y además, enfrentándote a él solo conseguirás una muerte segura. Espero que lo entiendas.

Con aquello, Elijah caminó como pudo y fue alejándola de la entrada de la casa, mientras Mia forcejeaba para liberarse.

A medio camino, la chica dejó de revolverse y suspiró.

- Está bien - dijo simplemente, suspirando - No me enfrentaré a Niklaus. Lo haré por ti.

Aquello bastó para que el Original aflojara su agarre durante un segundo y la mirara por encima del hombro.

Aquel segundo bastó también para que la cazadora se soltara y, girándose rápidamente, hundiera la mano en su pecho hasta agarrar su corazón.

A Elijah apenas le dió tiempo soltar un alarido, simplemente abrió la boca en un grito que nunca llegó a salir y miró hacia abajo para ver cómo la mano que días atrás había estado acariciando con dulzura desaparecía cuerpo adentro.

Casi sin darse cuenta, ambos acabaron en el césped.

A Mia se le llenaron los ojos de lágrimas, acumulándose en ellos antes de parpadear y comenzar a soltarlas, mientras que sentía que también su corazón se aceleraba y lo notaba bombear con más fuerza, justo como el de Elijah parecía hacerlo entre sus manos.

Pero en lugar de intentar soltarse, el vampiro dejó de luchar y se limitó a tumbarse sobre el césped. No podía continuar. No sabía cómo continuar.

Mia lloró aún más con aquello. Sería mucho más fácil si él se enfadaba, le gritaba, luchaba contra él. Pero no así... no así.

- Elijah - sollozó, su alma partiéndose en pedazos - Elijah, defiéndete.

Él negó lentamente con la cabeza, con una expresión de dolor en el rostro.

- ¡ Defíendete ! - le gritó entre las lágrimas. Aquello no podía acabar así. ¿ Por qué no se defendía ? ¿ Por qué no se liberaba ? Mia sabía que tenía la fuerza suficiente como para hacerlo.

- Esto solo puede acabar de dos formas, Mia - su voz débil y entrecortada sonó al fin, y Mia se estremeció al averiguar que, a pesar de todo lo que estaba pasando, le hablaba con tanto amor como el primer día en el que se besaron, a un lado de la carretera - Yo matándote a ti, o tú matándome a mi... y yo no pienso hacerte daño. Así que hazlo, hazlo. Por una vez voy a luchar por lo que quiero, y esta vez, lo que quiero eres tú. Y esta vez la forma de luchar es no haciéndolo, para que de esa forma, tú puedas vivir por mi. Yo ya lo he hecho mucho tiempo. 

Y con aquello, Mia deslizó sus manos y Elijah cerró los ojos, cayendo en la inconsciencia. Y Mia lo observó todo con un nudo en su garganta y llorando entre lágrimas saladas.

ElijahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora