-¿Feliz?- pregunto cuándo dejo de tocar, fue entonces cuando toque tierra.
-Sí, tocas realmente hermoso- le sonreí maravillada.
-Gracias- me miro fijamente por un minuto, y me perdí en sus ojos.
-¿Nos vamos ya?- pregunto, notablemente incomodo, y al fin pude despertar.
-¿A dónde?- pregunte aun hipnotizada.
-¿No eras tú quién quería que le mostrase el lugar?- pregunto enarcando una ceja.
-Oh si, vamos- le sonreí.
-Vamos- Y caminamos hasta la puerta.
Era una ascienda enorme, lo suficiente como para mantenerme entretenida todo el verano. Justin me mostro lugar por lugar; Primero me llevo al establo, donde alimentamos al caballo, o… mejor dicho: donde el caballo se alimento con mi cabello –suspire- Luego, fuimos a dar un paseo a caballo, error, casi me mato. Luego, me llevo a recorrer los viñedos, y caí sobre unos matorrales, mejor que el abuelo no se entere. Después, fuimos a mi antigua casa del árbol, pero cuando tratamos de subir, se vino abajo. Luego se le ocurrió llevarme a la casa del lago, tropecé varías veces en el camino, pero por lo menos; esta vez no destruí nada, y eso estaba bien.
-Por acá- dijo pasando entre los arbustos.
-Oye, espérame. No soy tan rápida como tú- me queje mientras trataba de llevarle el paso.
-Ten cuidado, no vayas a tropezar- dijo burlón.
-¿Más de lo que lo eh hecho ya? Estropee todo en cada lugar al que fuimos- suspire.
-Es por eso que te traje aquí, tal vez no destruyas tanto. Aunque… pensándolo bien, eres un peligro para la humanidad- dijo sin perder su tono burlón, lo mire acecina.
-Ni que lo digas, tu caballo mastico mi cabello- suspire.
-Pobre, espero no se enferme- seguía burlándose de mí.
-¡Oye! Mi cabello huele a fresas- me defendí, ofendida.
-¿A fresas?- me miro enarcando una ceja.
-¿Ah no me crees? Solo siente- dije acercándome a él y poniendo un mechón de mi cabello muy cerca de su rostro, él respiro profundamente, y me miro fijo.
-Falta poco para llegar- dijo, obviamente cambiando de tema.
-Aburrido- rodé los ojos pasando por delante de él.
A los minutos llegamos al lugar donde él me estaba guiando.
-Aquí es- dijo dándome paso, cuando estuve lo suficientemente cerca, pude reconocer aquel lugar, completamente hermoso.
-¡La cabaña!- exclamé. –Es la cabaña a la que papá solía traerme cuando era una niña- susurre con una sonrisa, y conteniendo mis lágrimas, como lo extrañaba.
-¿Vamos?- pregunto mirándome, le sonreí y camine a su lado. Cuando llegamos a la entrada, observe cada detalle. Estaba vieja y descuidada, en el olvido. Pero seguía siendo totalmente hermosa. Ahora era de un color blanco desteñido, esta exactamente igual que antes, solo con más años, y menos visitas…
-¿Esta abierto?- pregunte mirándolo.
-Sí, entremos- dijo abriendo la puerta y entrando, pase detrás de él, y observe detalladamente todo a mi alrededor. Las paredes pintadas de un color rosa pastel, el piso de madera, las cortinas de color celeste, haciendo juego con las paredes, los cuadros en las paredes, que pinte junto con mi padre. Todo estaba justo como siempre, y sentí que iba a llorar.