Después de que le dije aquello, él me miro, como analizando cada palabra.
-¿Cómo sé que puedo confiar realmente en ti?- me miro, también lo mire, directamente a los ojos.
-¿No te lo eh demostrado estos dos últimos meses?- lo mire, él soltó un suspiro.
-Tenía catorce años entonces- dije comenzando, le sonreí para darle seguridad. –Fue un 6 de agosto, cuando desperté esa mañana, encontré un mundo completamente diferente- él me miraba, yo lo mire atenta. –Solía tener una vida normal, mis padres me tuvieron muy jóvenes, pero supieron salir a delante. Tenía dos hermanos…- lo mire sorprendida.
-¿Tenías?- pregunte con pena.
-Déjame terminar- me pidió, asentí. –Bueno, éramos una familia muy unida, y lo más importante era la confianza y el amor. Nos cuidábamos los unos a los otros. Mis padres siempre decían que no hay maneras fáciles de vivir, y que eso era el sentido de la vida- me miro. –Arreglábamos nuestros problemas hablando, y terminaba todo con un simple abrazo o una sonrisa. No guardábamos rencor a nadie, siempre preferimos vivir en paz. Jamás peleábamos, hasta ese día… -su ojos tenían aquella chispa de dolor y tristeza que tenían la vez que lo conocí. –Tendríamos un día de campo, estaba todo preparado. Iríamos a aquel lago, y pasaríamos todo el día en familia, disfrutando de la vida. Pero en la mañana tuvimos una pelea, estaba tan enojado que me negué a acompañarlos. Me encerré en mi habitación todo el día, y por la tarde… Christian llego a dejarme la peor noticia que hubiese escuchado en mi vida- sus ojos comenzaban a cristalizarse. ¿Christian? Luego preguntaría. –La nota decía que habían perdido el control del vehículo, y los restos del coche habían sido encontrados en lo más profundo del lago, ellos murieron ahogados- sus ojos estaban aguados. Me dolió tanto verlo así, que no pude evitar darle un abrazo.
-Todo estará bien- lo abrace más fuerte, y sentí sus lágrimas deslizarse por mi hombro.
-¿Sabes que es lo peor de todo? Que ni siquiera recuerdo porque estábamos peleando. Ni siquiera era algo importante.- me miro, su voz estaba quebrada, y sus ojos llenos de lágrimas. –Si los hubiese acompañado, ellos no hubiesen ido en esa dirección- me miraba. -O por lo menos, yo hubiese muerto con ellos- vi más lágrimas salir de sus ojos. El solo hecho de imaginarme sin él, de que le hubiese sucedido eso; y que estuviese llorando frente a mí, hizo que mi corazón se rompiera en mil pedazos, y ahora no era el único que soltaba lágrimas.
-¿Por qué lloras?- me miro extrañado. Seco sus lágrimas, pero más salían.
-Odio verte así, no llores- acaricie su mejilla.
-No puedo evitarlo, ________. Todo es mi culpa- más lágrimas corrieron por sus mejillas.
-Cielos, no- tome su cara entre mis manos y lo mire a los ojos. –Justin, tú no tienes la culpa, para nada. Simplemente que las cosas pasan por varias razones, que solo Dios conoce y no debemos cuestionar. -seque sus lágrimas. –Eres una persona muy fuerte, y debes sentirte orgulloso porque en este corto tiempo has retomado tu vida. –lo mire tierna.
-Pero, ¿Por qué a mí?; ¿por qué tenía que pasarme esto a mi? –seguía llorando, lo abrace fuerte.
-Todos alguna vez nos hacemos esa misma pregunta. ¿Y sabes cuál es el porqué? Porque podemos. Si Dios nos pone esas pruebas es porque sabe que podemos superar esos obstáculos. Es como los sueños, no existirían si no fuese posible cumplirlos –le sonreí. –Tienes que ser fuerte, debes aprender que en la vida siempre tendrás tu dosis de felicidad, como una dosis de dolor- le di un pequeño beso en la mejilla.
-Pero estoy harto de equivocarme, soy un estúpido.- suspiro con cierto cansancio.
-Claro que no eres estúpido- lo mire con el ceño fruncido, negando con la cabeza.
-La mayor demostración de eso es lo mucho que me equivoco en tan poco tiempo- me miro.
-¿Qué estás diciendo?- hice una mueca con mis labios.
-La mayor demostración de mi estupidez, es lo mucho que me equivoco- suspiro. Yo reí, y él me miro desconcertado. -¿De qué ríes?- pregunto.
-De ti- lo mire divertida, él me miro extrañado. –La mayor demostración de humildad es, sin duda alguna, equivocarse.-le sonreí. –La mayor demostración de estupidez es pensar que no puedes equivocarte- le sonreí de nuevo.
-Todo lo que digo lo usas en mi contra- sonrío. También le sonreí, y le di otro fuerte abrazo.
-Te quiero biebs, por siempre- le di un beso en la mejilla.
-Es increíble como en medio de la lucha, encuentras la fuerza- me sonrío.
-¿A qué te refieres? ¿Es acaso algo que usas para evadir mis palabras y evitar decir que no me quieres?- le saque la lengua, él río.
-¿Cómo puedes siquiera pensar que no te quiero? Por supuesto que lo hago.- beso mi frente, yo sonreí. –Me refiero a que; tú eres mi fuerza- me miro con ternura.
-Explícate- aun no le entendía.
-Por Dios, ________. Tú fuiste la luz que llego en mi peor momento, y me has ayudado a salir adelante. Yo estaba destruido, y durante mucho tiempo pensé que la vida no era más que un castigo. Estaba viviendo mi lucha, y de la nada te encontré a ti. Tú eres mi fuerza, princesa- beso mi frente, y me regalo una sonrisa sincera, yo lo mire tierna.
-Tú eres la mía- bese su mejilla. –Y sobre eso, sigue equivocándote- le sonreí.
-No te diré lo mismo, porque quiero que hagas lo mejor- me sonrío.
-¿Por qué? Si mi meta es ser feliz, no perfecta- lo abrace, aspirando todo el aroma de su cuello, él me estrecho entre sus brazos.
-Pero eres perfecta- roso su nariz con la mía, y lo abrace por el cuello.
-Claro que no. Sabes que ninguna chica saldría a madrugada, en pijamas, y con el cabello completamente revuelto, solo para ver el sol salir- lo mire divertida, él también sonrío con diversión.
-Soy una mala influencia para ti- ambos reímos.
-Si no eres mala influencia, fracasaste como mejor amigo- soltó una carcajada, yo reí.
-Eres única. Jamás existirá otra chica como tú- lo mire, él me sonrío.
-¿Entonces me quieres?- sonreí.
-No te atrevas a dudarlo- me sonrío.
-¿Me extrañas cuando no estamos juntos?- lo miraba a los ojos.
-¿Acaso no te lo demostré aquella vez que me pase la noche en vela solo por estar a tu lado y hacerte compañía porque tenías miedo de las tormentas?- ambos sonreímos.
-¿Piensas en mí?- lo mire a los ojos, y él miro en los míos, también.
-Te lo diré de esta manera; En mi mente eres similar a la melodía musical más pegajosa que podría existir en el universo, solo que tú te quedaras allí para toda mi vida- me miro tierno.
-Oh, oh. ¿Acaso Justin Bieber se está poniendo cursi?- hice un dramático gesto de sorpresa, él río.
-Cállate, ________- me miro tierno.
-Cállame- lo rete, con una sonrisa divertida.
-Con gusto- fue lo último que dijo, para luego atrapar mis labios entre los suyos.