Tal como había prometido la doña, Anita se presentó en casa de Mercedes por la mañana. Ángela recogió en pocos minutos sus escasas pertenencias apremiada por la criada, que decía tener prisa. En un trapo que Mercedes ─asombrada y contenta por la astucia del padre─ le prestó, empaquetó su vestido de domingo, su rebeca; una cajita de madera donde guardaba algunas conchas, un papel doblado con las señas de Conchita y una cadenita de plata que había pertenecido a su madre. Le asustaba abandonar aquella casa conocida y a sus habitantes, sobre todo a los niños; al mar a un paso de la puerta, donde todavía estaba Aurora anclada en la orilla que, como ella, también había quedado huérfana y abandonada, esperando un comprador en silencio. Sabía que doña Eulalia era una mujer alta y severa, a la que muchas veces había visto en el pueblo, sin tener la menor idea de que fuesen familia. Y que ahora ─según le aseguraba Anita por el camino─ tendría que llamar prima y mostrarse agradecida por acogerla en su casa.
Atravesaron la puerta principal del ayuntamiento. La casa se le antojó fría y reluciente. No parecía que allí viviese nadie. Había mucho dorado, muchos adornos, muchas vitrinas y muchos relojes. El suelo resbalaba y le parecía de hielo. Los muebles tenían tal envergadura y peso que no le resultaron hermosos, sino amenazantes. Anita la metió en la bañera y la frotó hasta hacerle daño, le recogió el pelo en una trenza ─aquello le recordó tanto a Conchita, que estoicamente se tragó de un suspiro su añoranza toda─, y le puso un vestido nuevo, azul pálido, suave y estampado en florecillas. Por último, la calzó con unas medias y unos zapatos de charol, cerrados con un botón al costado. Luego la llevó a la cocina y le presentó a Gloria, la cocinera, una señora de cierta edad, entrada en carnes, de cara lustrosa y colorada. Antes de marchar Anita le dijo que más tarde vendría a buscarla y giñándole el ojo desapareció. Gloria, que trajinaba en la cocina con una agilidad poco propia de su corpulencia, le ofreció una taza de leche y un plato de bizcochos calientes. Ella los devoró en pocos minutos, pues en casa de Mercedes no se comía demasiado y los niños siempre andaban hambrientos, aunque se acabasen de levantar de la mesa.
─Pues sí que tenías tú hambre, reina ─dijo la cocinera asombrada por su rapidez.
Ella bajó la vista avergonzada, lo cierto es que se hubiese comido tres platos de bizcochos más, si se los hubiesen ofrecido. Pasaba el tiempo y Anita no venía a por ella. Ángela permanecía sentada mirando con cierto placer el brillo de sus nuevos zapatos, que le apretaban, pero no quiso decir nada de ello por si se los quitaban y volvían a poner los viejos; mientras contestaba las preguntas que le hacía una Gloria que no dejaba de pelar patatas, cebollas y zanahorias. Algo inquieta por si se habían olvidado de ella y la devolvían a casa de Mercedes, donde intuía que no sería bien recibida. Hasta que Anita asomó por la puerta contoneándose, con un delantal ceñido a la cintura, blanco e impecable.
─Vamos, la señora te espera ─dijo, y mientras atravesaban varias habitaciones a paso rápido, continuó─. Y quítate esa cara de espanto, que no se come a nadie... bueno, por lo menos todavía no lo ha hecho ─se rió─. Tú dile que sí a todo, como hago yo, y te evitarás problemas. Ya aprenderás a tratarla, ya... por la cuenta que te trae... ¡Ale! Ya estamos ─dijo abriendo una puerta doble─, aquí te dejo. Buena suerte, muchacha.
Doña Eulalia la esperaba sentada en una butaca forrada en tela estampada (era ella muy de estampados) con el codo apoyado en una mesilla auxiliar, sujetando unos papeles de cuentas que repasaba.
─Entra, niña. No me seas paradita.
Ángela entró ya más decidida. Miró con curiosidad a la doña, su prima. No le pareció que se pareciera a ella, ni a al abuelo, ni a nadie en especial. Como si le leyera el pensamiento la doña también le buscó parecidos.
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Marinet
Ficção HistóricaAño 1936. La guerra civil ha estallado en España. En un pequeño pueblo de pescadores, cerca de la frontera francesa, nace una niña en medio de una tempestad. Con su padre desaparecido y su madre muerta, Ángela luchará por sobrevivir en una España gr...