•Capítulo 1: Paz•

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Kakarotto

El crío se acomoda sobre mi pecho mientras dormita. Se acurruca como si yo fuese una almohada, me molesta pero termino por acariciarle el pelo y la espalda. Esto se siente raro.
Acomodo uno de mis brazos entre el tronco del árbol y mi cabeza.
Cierro los ojos intentando imitar la acción de mi crío, pero siento que se levanta despertándome, se frota los ojos y corre a la orilla del lago mientras su cola se agita de un lado a otro.

¿Dónde está su madre cuando se le necesita?
Ni crea que voy a vigilar al pequeño toda la tarde.

Está en la fiesta del tercer cumpleaños de Gohan. Su estúpido padre organizó todo ese escándalo sólo porque el niño vivió otra vuelta de la Tierra al sol.
La celebración estuvo bien al principio, cuando sólo había comida y nada de gente. Tuve que salir de ahí, el crío se estaba durmiendo y yo ya no aguantaba otro minuto más con esta incómoda ropa ni junto a la mujer.

Observo el cielo. Azul. Nada comparado con el que había en Vejīta, o en Yadrat. El planeta al que caí por accidente cuando Namekusei explotó, un lugar lleno de sujetos casi repugnantes, que compensan su fealdad con sus técnicas. Aprendí una que otra técnica y me largué de ahí.

-¿Así que no vas a la fiesta de tu hijo? -Desvío la mirada y observo al bicho verde frente a mí. Cruzado de brazos.

No se larga del castillo lo suficiente. Siempre llega para estar jodiendo con su presencia, y la mujer también que lo deja como si fuese el segundo padre de Gohan.
Hablando de él, parece que se le olvidó el querer buscar tierra en el fango y se acerca corriendo al namekiano. Le abraza las piernas y éste revuelve su pelo. Odio admitirlo pero le debo a este insecto, al menos mantuvo a la mujer y a mi crío a salvo mientras no estuve. O eso me cuenta ella.

-¿Acaso ves que él esté disfrutando su fiesta? -Digo. Frunce el ceño y ríe levemente- Así que así acabó el grandísimo Kakarotto. El mismo que llegó un día dispuesto a asesinar a todos.

¿Quién se cree para estar burlándose?

-El hecho que ahora tenga una mujer y un hijo no significa que no pueda darte en la cara.

Asiente- Pero sé que no lo harás -Dice.

Me incorporo. ¡¿Me está retando el gusano?!

-Hola Piccolo -Escucho la voz de Milk justo detrás nuestro.

Bufo y vuelvo a recostarme.
El bicho le devuelve el saludo. Platican de cosas aburridas y luego se va. El pequeño corre de nuevo al lago.

Sí. Prefiero mil veces mi vida como guerrero y conquistador de planetas que a estar aquí, en este empalagoso planeta. Lleno de colores que me estresan y gente insoportable.
Incluso vivir deambulando en la nave entre las malditas estrellas es mejor que esto.
¿Por qué volví?

Lo hice por ella.

Verifica que Gohan está de espaldas y se sienta a horcajadas sobre mi cintura mientras libera un suave quejido.
Acaricia mi pecho con uno de sus dedos y sube hasta el cuello, afloja la cosa llamada corbata que me obligó a ponerme en la mañana y se aproxima a mis labios.

-¿Tienes calor? -Pregunta con un seductor susurro.

En todo el tiempo que estuve lejos no pude dejar de pensar en ella. Recordar su aroma, sus piernas, sus ojos, sus gemidos y su voz me volvían loco. Dos jodidos años lejos, y todo porque la nave tenía fallas. Ninguna mujer me excitaría más como ella lo hacía, lo hace, cuando mi padre contaba sus historias sobre cómo conoció a mi madre y las cursilerías referentes a la marca, mi hermano y yo sólo reíamos incrédulos, burlándonos del imbécil viejo. Pero ahora me doy cuenta de que yo también soy un imbécil.
Sin lugar a dónde ir decidí venir aquí, donde sabía que ella me estaría esperando junto con mi hijo.

Lo Que Pudo SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora