•Capítulo 3: Iluso•

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Milk

Despierto antes de que salga el sol. Abro los ojos en la habitación a oscuras e intento levantarme pero encuentro a Kakarotto sujetando mi cintura. Me acuesto sobre su pecho desnudo, escucho su corazón y su respiración mientras duerme, desde la primera vez, no había dejado que durmiéramos juntos, terminábamos y él se iba o yo. Sólo una vez dormí junto a él, pero fue porque...realmente no sé por qué. Pero ahora es distinto, mi vida junto a él no es perfecta, pero es lo que siempre quise. Despertar en los brazos de alguien, con una familia que criar en el día y pasar tiempo entre esposos en las noches, pese a que nunca me casé de blanco.

Siento mis mejillas arder con solo pensar en ello.
No quiero que nada arruine estos momentos.

Beso sus labios y se remueve en su lugar. Se acomoda de lado, dándome la espalda, sonrío y me levanto. El dolor en mis piernas y resto del cuerpo me lo impide por unos segundos, siempre es lo mismo, pero vaya que ambos la pasamos bien.

Me visto y alisto el cuarto de baño que desornenamos anoche, todo en menos de media hora. Salgo de mi recámara cuando el cielo comienza a iluminarse y me dirijo a la de Gohan. Pese a que haya sirvientes que pueden verlo nunca me ha gustado dejarlo, prefiero tenerlo conmigo y ser yo la que se encargue de él. Lo encuentro durmiendo, lo despierto besando su mejilla y me dice buenos días, a pesar de que sabe hablar a veces es demasiado callado, como su padre, por eso me alegro en las mañanas al escucharlo. Dejo que se desvista solo y luego yo, entro con él a la regadera y nos bañamos juntos, al menos yo porque él juega con sus juguetes.

Al terminar nos alistamos y bajamos a desayunar, Gohan saluda a su abuelo quien ya está en la mesa, parto algunas manzanas sin cáscara para darle a mi hijo para después de que acabe. Mi padre come con él, yo lo haré después, con Kakarotto cuando despierte, no le gusta convivir mucho con papá, muy pocas veces han cruzado palabras, pero mi padre sabe que soy feliz, y no se interpone en ello.

Cuando acaban, se van al jardín para jugar un rato, yo me dispongo a preparar el desayuno para el padre de mi hijo, odia que alguien más que no fuese yo le haga de comer.
Detengo el movimiento del cuchillo cuando esa horrible sensación cruza en mí.
No puede ser.

Dejo todo y corro de vuelta a mi alcoba.

-¡Kakarotto! -Grito cuando abro las puertas. Lo busco con la mirada.

No está.
Sin embargo las ventanas al balcón están abiertas.
Salgo y vuelvo a llamarlo.

-Lo sentí, mujer -Lo escucho decir. Levanto la vista y me cubro del sol. Está en el techo.

Levanto mi ki y vuelo hasta colocarme junto a él. Mira hacia el cielo, con los brazos cruzados, vistiendo las ropas casuales que le he dado.
Muerdo mis labios contemplándolo.

Kakarotto

Extiendo el brazo por inercia para acercar hacia mí a la mujer. No está.
Siempre se despierta antes.
Aun así me quedo un rato más en la cama, en primer lugar, esperando a que mi erección matutina baje, en segundo, aspirando el aroma que se queda en las almohadas todas las noches. El aroma de su excitación, el de su orgasmo.

Mierda.
Yo. Dependiendo de una terrícola.
Suena estúpido, pero me he acostumbrado tanto a sus labios, su voz, su piel y su olor que ya no puedo alejarme.
Aunque ganas no me faltan de dejar, no a ella ni a mi crío, sino el castillo.

Me dispongo a ducharme.
Una explosión de ki se extiende desde alguna dirección, llegando a mí justo antes de que me coloque los pantalones.

Maldita sea.
No es un ki desconocido, es de alguien que yo conozco.

Termino de vestirme, salgo y vuelo hasta el techo, buscando de dónde proviene esa energía.
Por más que quiera no puedo recordar de quién es, sólo sé que lo conozco.
La mujer aparece buscándome, nota que estoy aquí y se coloca junto.
Está asustada, ella también lo ha sentido antes.

El bicho verde cruza por el cielo, dirigiéndose hacia esa dirección.

-¡Milk! -Escuchamos detrás de nosotros.

Es el enano sin cabello, el amigo de Milk.
Es la única forma en la que todos estos sujetos se reúnen, cuando algo anda mal.

-¿No es Vegeta, cierto? -Pregunta el insecto después de que aterriza junto a la mujer.

Levanta la vista y tiembla un tanto al verme.
Sonrío de lado.
Le doy miedo al pequeñin.

-No, Krillin. No es Vegeta. Se parece al que sentí en Namek -Responde- Al de ese Freezer...

Lo último lo dice en voz baja.
Y a mi memoria vuelven los recuerdos de cuando aún era un crío.
Sólo una vez estuve en su presencia.

Mi padre dijo incluso que no le hablara ni le mirase.
En ese entonces tuve miedo.
Era un mocoso en ese entonces.

-¿Sabes de quién se trata, no? -Cuestiona la mujer dirigiéndome la mirada al igual que el enano pelón.

La sujeto por la cintura y me concentro en el ki de Piccolo.
Se aferra con una mano a mi pecho.
Joder, y yo que planeaba follármela toda la tarde.

Sujeta la mano de su amigo.
Coloco mis dedos en la frente y me teletransporto a donde el namekiano.

-Entonces el asunto sí es grave. Tanto como para que vinieras -Comenta Piccolo en cuanto me mira llegar.

Estamos en un lugar desierto.
Entre piedras y montículos altos.
Todos los otros aparecen después, incluso la hembra del príncipe.
Saludan a la mujer pero no a mí.
Ni siquiera sé para qué carajos vinieron, no saldrán vivos de esta.

Una enorme nave, similar a la que usaba Freezer llega.
El sujeto que está dentro debe haberse enterado de lo que Vegeta le hizo a Freezer, de que ambos, saiyajines que supuestamente estaban bajo su control lo asesinaron.
Usando los poderes de la antigua leyenda del guerrero Super Saiyajin.

La puerta se abre y salen los soldados, portando esas asquerosas armaduras de la Organización Interplanetaria de Comercio.

Después sale esa idiota lagartija afeminada. No él.
Más bien su padre.

El Rey Cold.

Pobre iluso.

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