•Capítulo 17: Deber•

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Kakarotto

Limpio con el dedo pulgar la comisura de mi labio, esta maldita chatarra me hizo sangrar con un golpe.
Pero no es tan fuerte como aparenta, absorbe energía de las manos, pero a mí nadie me toca.

—¡¿Qué estás haciendo?! —Grita la lata vieja. Dirigiéndose a la albóndiga con el que estoy peleando— ¡Déjate de estupideces, vence a ese saiyajin y ve tras esa perra! ¡Se llevó a Vegeta!

Enarco una ceja, acaba de referirse a Milk como "perra".
Aprieto los puños, eso me hace enfurecer.

Cuando se acerca para atacar de frente le sostengo por el cuello de su traje.

—Para ir tras Milk, tienes que pasar sobre mi cadáver —Susurro.

Es como si no me escuchara y vuelve a intentar atacar.
Su terquedad es lo que me irrita y acabo por quitarle la cabeza de un golpe.
Quito mi transformación.

Maldita chatarra.

El otro, asustado, corre huyendo en dirección a una pila de rocas.
Aprieto la mandíbula y doy un vistazo rápido a los demás "guerreros". Ni siquiera se han incorporado por completo, débiles.

—¿¡No piensas hacer nada, Gohan?! —Grito mientras lo observo.

Es hora de que ponga en práctica los resultados de su supuesto entrenamiento con el príncipe, si es que logró algo.
Su madre al escucharme se acerca y golpea levemente su mejilla.
Reacciona y vuela hasta posicionarse a mi lado.

—Padre —Dice. Vuelvo a levantar una ceja. Nadie le dio el permiso de que me llame así— Aquel era el Doctor Gero. Apuesto a que está yendo a su laboratorio.

Suspiro, esto aún no acaba.

Milk

~Ah
    ~Ah

Las manos de Vegeta se aferran a las sábanas blancas. Su cuerpo transpira, perlando su frente y pecho de sudor.
Gira de un lado a otro buscando dónde acomodarse mejor.
Y abre la boca mientras gime y jadea.

Siento mis mejillas arder al verlo en esta situación. Sus ojos se mantienen cerrados en todo momento y de vez en cuando sujeta su ropa por encima de su corazón.

—Vegeta —Susurro cerca de él para tranquilizarlo.

Bulma no ha regresado, no ha encontrado la medicina aún. Entretanto, a duras penas logré traer a Vegeta al interior de una habitación donde sólo había una cama.

Sujeto su frente y acaricio sus mejillas, con la mano libre sumerjo un trapo en un cubo de agua fría, posteriormente cubro la parte superior de su rostro con ello.
De nuevo poso una mano en su pecho.

—No te atrevas a morir, Vegeta —Digo como si pudiera escucharme.

El frío de la tela de alguna forma tranquiliza su estado, y de respirar con dificultad pasa a simplemente apretar los dientes.

Escucho un golpe en la puerta y me levanto con prisa, debe ser Bulma.

Cuando la abro la encuentro con los brazos cruzados sobre su pecho, preocupada y con el frasco de medicina en la mano.

Lo Que Pudo SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora