Lo Que Pudo Ser

•Capítulo 19: Sed de venganza•

Milk

Cuando entramos a la pequeña casa rosa, el mentor de Vegeta y de mi padre nos recibe confundido.
Lo único desagradable de venir con el Maestro Roshi es tener que soportar sus mórbidos comentarios.

—¡Oolong! —Abre la puerta y llama al cerdito que vive con él desde hace años— ¡Cocinemos seis pechugas para nuestras invitadas!

Y no se pudo esperar.
La tortuga y el anciano detienen su andar hacia nosotras cuando me miran, y a mi otra yo.

—Viejo, no estamos para sus bromas —Interrumpe Bulma. Impidiendo el paso con su enorme vientre— Vegeta está muy enfermo.

***

Salgo de la diminuta habitación en la que acomodamos a Son. Duerme plácidamente sobre un edredón.
Desde su última dosis no ha tenido mas que pesadillas y movimientos bruscos.
En el helicóptero tampoco tuvimos problemas.

Bulma se encuentra en la planta baja, explicando la situación a Roshi y analizando los papeles que le enviaron por fax.
Camino por el pasillo con el pequeño cubo de agua donde limpiamos la fiebre de Vegeta.

Mi yo del futuro está sentada en el marco de la ventana al final del pasillo, observando las olas y la playa. La brisa marina igualmente se cuela hasta mi nariz.
Decido dejar el cubo a un lado y me acerco hasta mi otra yo. Al asentar el metal provoco un ensordecedor ruido. A propósito.

—Tenemos que hablar —Le digo con un tono cortante una vez que estoy a su lado. Olvido mi gentileza por completo, ni siquiera le preguntaré.

Aparta la vista del mar y me mira por sobre el hombro.
Sonríe, me enfurece que lo haga.

—Claro, hagámoslo. Sube —Dice el momento que me señala a un lado de la ventana.

Levanto mi vestido y subo hasta posicionarme a su lado, para nuestra suerte la ventana es lo suficientemente ancha.
Una vez que conectamos miradas, vuelve a sonreír.

—Estás molesta contigo misma —Comenta de forma burlona.

—No —Respondo arrogante— Tú y yo podremos ser la misma persona pero no tenemos nada en común.

Comienza a reír, mira el sol frente a ella y se toma el pecho. Vuelve a mirarme.

—Aún así, nuestras diferencias son escasas. Tenemos mucho en común.

Levanto una ceja. Además del físico, hasta nuestros actos son diferentes.

—Dime una sola cosa que tengamos en común —Digo. Cruzo los brazos.

Ríe de nuevo.
Sujeta sus dos mejillas.

—Bueno —Habla colocando boca de pescado, casi comienzo a reír también— Se la hemos chupado a Kakarotto.

Abro los ojos como platos y me sonrojo inmediatamente, el ardor en mi cara también aparece. Sujeto mis mejillas de forma brusca.

¿Cómo puede hablar así?
El sonido que surge a mi lado me hace estremecer.

Ella sigue aplastando sus mejillas, saca la lengua y jadea, tiene las mejillas igualmente rojas y los ojos cerrados. En repetidas ocasiones la punta de su lengua se asoma por el interior de su mejilla. Como si estuviese haciendo un oral.