•Capítulo 21: Calor•

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Milk

Dormir nunca me había resultado tan difícil de hacer desde que Gohan nació, como lo es ahora. Cuando era pequeña dormía pensando en el futuro, ahora que pienso en él, sólo veo algo lejano y nuboso.
Kakarotto sigue despierto a mis espaldas, observando las estrellas, mi marca no tiene sensación alguna, no puedo descifrar en qué piensa.
¿Por qué todo tiene que ser tan complicado con él?

Giro hasta quedar sobre mi espalda y estrujo mi cara con mi manos. Aparto toda sábana de mi cuerpo y deslizo mis piernas fuera de la cama con el sigilo que aplicaría una pantera que se acerca a su presa. Mis pies descalzos se enfrían en el momento en el que toco las pálidas baldosas de la Corporación Cápsula, una casa con la debida apariencia de una oficina o fábrica, en lugar de un hogar.
El silencio que procuro hacer con mis movimientos es inútil pues me he venido a enamorar de un saiyajin, un bruto Saiyajin.

Me arrojo a su fornida espalda con zancadas y lo abrazo desde atrás, enterrando mi rostro en su caliente región lumbar. No hace ningún gesto, no se estremece, no tiembla como yo.

Abrazo sus caderas y acaricio su espalda teniendo que extender mi brazo para hacerlo, desde la sección de su omóplato derecho hasta la cicatriz donde debía estar su cola.
Para mi sorpresa sujeta mi antebrazo y detiene mis caricias. Murmura que no lo haga, que no toque esa zona.
Extraño su cola, supongo que se siente más humano que saiyajin debido a ello. Como a una abeja a la que le quitan el aguijón.

Me alejo al notar que ha cruzado los brazos y coloco un pie detrás del otro. En tanto me deshago de mi polera por encima de la cabeza. Encuentro que Kakarotto ha percibido mis acciones y me observa por el rabillo del ojo, sin embargo desvía inmediatamente la mirada. Inclino la espalda y sostengo el elástico de mis pantalones al momento que lo deslizo por la piel de mis piernas de forma tan lenta que acabo exitándome yo misma. No puedo evitar morderme los labios y cerrar los ojos, ensueño.
Libero mi cabello y sacudo mi melena de un lado a otro. Aun estando húmedo lo amarro en una cola alta.

Me arrodillo en el piso y no aparto la vista del formado y firme trasero de Kakarotto, me cuesta creer que he estado y estoy a merced de semejante hombre.
Con las rodillas en el piso me muevo hasta posicionarme frente a él. Inhalo fuertemente y mi corazón fibrila ante lo que pienso hacer.

Sigue con la vista en el cielo, aprovecho dicha oportunidad y meto las manos en su pantalón de forma rápida y brusca, logrando que gire y se tense. Pregunta enojado qué estoy haciendo.
Sin responderle a su interrogante continuo con mi objetivo y después de unos veloces segundos, su pene sobresale del pantalón.
Relamo mis labios al ver su hombría, está en reposo y cuelga hacia abajo, aún en este estado logra ponerme nerviosa y ansiosa hasta el punto en el que mis entrañas queman.

—No estoy de humor ahora, mujer —Reniega e intenta volver a meter su polla. Golpeo su mano y no vuelve a intentarlo.

Acaricio desde la base hasta la punta con la palma de mi mano derecha extendida, gruñe. Su mente podrá resistirse pero el sistema de su miembro es totalmente diferente, tarde o temprano acaba cediendo en mi mano.
Conforme sigo con mis caricias rápidas, el bálano surge lenta y completamente rojo.
El cuerpo se endurece por completo y erecto, sube hasta posicionarse debajo de su ombligo.
Niego con la cabeza, sin resistirlo ni un poco más abro la boca lo más que puedo y meto todo lo que cabe de su pene en ella.
Las lágrimas se arremolinan con prontitud en mis ojos al sentirlo en el fondo de mi garganta, trato de no pensar en nada y respirar por la nariz. Hago un último esfuerzo por llegar la punta de mi nariz hacia la V de su cuerpo y su vello pubiano.
El sabor incomparable que se presenta en mi lengua me embriaga produciendo un cosquilleo en mi zona baja, esta deliciosa sensación que nunca me canso de ser testigo.

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